
Manda narices que el homenajeado no salga en las fotos, pero apenas un borrón en plena piñata no iba a quedar serio. Rodrigo, desde aquí te digo que pediré a tu padre una imagen bien grande, contigo leyendo los chascarrillos del Capitán Calzoncillos o soplando las velas o cazando sugus en el aire, para añadirla a esta entrada. Y una de tu hermana Ana, que de punto rosa estaba de bocata. Y como sólo tengo estas fotos como evidencia sentencio que Mateo disfrutó como un enano (de jardín). Hizo suya la pinta pirata requerida para las pruebas (que no hizo, clarostá); descubrió que del cielo pueden llover golosinas (o de la ventana, de mano de Tía Carlota); escupió un osito de gominola más pequeño que su pulgar; rescató un caballito con historia; se embadurnó de tarta, primero con tenedor, luego con su puño y letra (sólo una, la eme: mmmmmmmm....); corrío, río, saltó; y hasta le picó un bicho en los límites belicosos que marca la goma del pañal número 4. Ah, y los ganchitos. Uno a uno, dos a dos, tres a tres, diez a diez. Qué descubrimiento, los ganchitos.







3 comentarios:
¡Qué bonitas fotos!
Y no lo digo por ná.
Mira que tentran ataques de modestia aparte, eh?
Mierda!, ya he vuelto a entrar con tu cuenta! Pues eso, que la de arriba soy yo.
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