domingo, 26 de abril de 2009

Domingo con lluvia


Así han empezado este domingo de lluvia que ahora empieza a ser de sol. Mat lleva cuatro días con fiebre, así que está lánguido como una planta sin agua, y eso que no paramos de regarlo con apiretal, dalsy, amoxicilina, agua, mimos, hacer el tonto, risas. Ya va saliendo.
A Luc le hemos pelado al cero, así que posa en la hamaca como un marine esperando misión. La nuestra es estar en vela. ¿Cómo era dormir?

*En la tele: Mowgli en un desfile de elefantes.

jueves, 23 de abril de 2009

Paco


Este oso se llama Paco porque así lo ha querido Mateo y su monobsesión. "Paco", lo señala con su índice criminal. "Paco", dice cuando quiere ir a dormir. "Paco", ya en la cuna, sujetándolo por los hombros, gritándole cien sílabas llenas de eles y emes y pacos.
Se llama Paco como se llaman Paco casi todos los seres vivientes y criaturas inanimadas desde que Mateo vio el videoclip de Beyoncé ventrilocueando a Encarnita Polo. Sólo existe ese nombre, Paco. Sólo existe esa canción, PacoPaco. Tendríais que verle. Tooodo el día.

miércoles, 22 de abril de 2009

Generaciones


Tres generaciones en el primer día con sol en dos semanas de lluvia y vientofrío. Luc durmió lleno de leche, Mateo discutió con un grupo de hormigas, pilló un palo con el que imitó el bastón de la yaya, casi le roba el jikoniko a una niñaaaa, metió la cabeza en una tortilla de patata, mordisqueó una guinda; el ablueeeloooo hizo fotos y no salió en ninguna, la ablueeelaaaa se puso a ras de suelo para entablar devoción con el de los rizos, la yaya sonrió a cada minuto, disfrutando de la historia de este día y de otras de hace tiempo.
Y yo, yo... al sol, entre generaciones y manos más y menos pequeñas.



Mat & Luc. Round 2


Ya tienen sus ratos a solas. Con cruce de chupetes y babas.


Luc Vintage


Luc crece. Rápido. La ropa se le queda pequeña en el transcurso de una tarde. Busca música, le cantamos, con cosquillas, se ríe con los ojos llenos de encías. Mateo le llama Mimi, imposible saber porqué. Y le da besos con chupete que a Luc le duelen, aunque cada vez menos. A veces se quedan mirándose el uno al otro y nosotros nos imaginamos que se están repartiendo el cuarto y las literas que un día tendrán, con túneles azules y luz de acampada.






Calla, cocodrilo

Los animales de casa, que haberlos, haylos, son todos cobayas de Mateo. A Leopoldo, el leopardo heredado de mi niñez, le planta cada dos por tres sus propios zapatos. A este cocodrilo pretendió callarlo a chupetazos.

Abuaaaa fíaaaa


Traducción del título: aguaaaa fríaaaaa. Traducción sonora: grito que profiere Mateo al descubrir en la bañera un charquito fuera del horario de baño. Traducción didáctica: al agua patos, de cabeza, en pijama, con juguetes, los botes de gel, de champú, esponjas, las manos, los pies, salpicar. Cómo le gusta el agua, fría más.



Una de esas fotos


Una de esas fotos que me hace mi padre una de esas tardes de todos juntos y que no quiero que se me despiste por ahí. Luc apenas había empezado a abrir los ojos.

Parecido razonable


Arriba, Mateo al cumplir 3 meses.
Abajo, Luc a punto de cumplirlos.

Distintos, parecidos.

Ríete tú del bicarbonato de sodio

Jiko quería ir a la tienda rusa desde el día anterior. Lo avisó: "Mañana por la mañana vamos a la tienda rusa, ¿vale?". Vale. La tienda rusa está en Villaverde. La mañana se nos complicó, vino el del gas a revisar, Mateo tuvo uno de esos días, el pijama se nos pegó al cuerpo hasta casi el mediodía y para cuando nos duchamos ya era la hora de comer, película de por medio porque hay que aprovechar cuando Mateo y Luc duermen para hacer algo que no sea ser padres o señoras de la limpieza. "Vamos por la tarde, pues". Vale. Y fue por la tarde, pero... muy por la tarde. Salimos exactamente a la hora en la que todos los trabajadores de Madrid volvían a su casa... en Villaverde. Así que atasco, obras, GPS desorientado (que manda huevos), Mateo berreando en el coche, El Mago de Oz a toda pastilla, Luc a punto de romper a hablar y... un agobio del quince.

Llegamos a la tienda rusa y cinco segundos después (el estrés, claro: se nos echaba encima la hora del baño bla bla bla), salimos de allí con algunos productos curiosos. Lo mejor, un tarro de Borsch, una sopa de remolacha que nos hemos comido hoy mismo con sobredosis de smetana (la próxima vez me acordaré de hacer la foto antes de abalanzarme a esa piscina rosa fuerte y blanco nata). Qué rica, qué rica. Y también estas galletas de cacao sin cacao con el ingrediente ruso del segundo renglón:



"Cilindros rompederos". Cuando lo leímos ya nos habíamos comido unas cuantas, así que a saber cómo se nos las está apañando el hígado para asimilar los cilindros rompederos, porque, qué demonios, con el "concentrado" (no sabemos de qué) y con el "aromatizante idénticos al natural" ya viene estando acostumbradísimo.

miércoles, 15 de abril de 2009

La República y mucho más

Segundo aniversario de boda de los Jikos.
Cuando dos que yo me se tengan más equilibrio
y autonomía, repetimos.

Tres días en Bernardos


Fuimos a pasar el sábado y nos dio el lunes allí. Por puro gusto, más que nada. Porque el aire allí es distinto; porque Diego y Pilar te abren las puertas sin que se note, y cuando te quieres dar cuenta parece que estás en casa; porque Bea y Javi nos meten las ganas de quedarnos dentro y no salir y pasar el tiempo con ellos y más; porque encima se trajeron de Galicia el Atlántico a la mesa, y nos dimos una mariscada y una besugada y una de rape que se nos han grabado en el libro gourmental; porque a Mateo le explotaban los mofletes de rojo campo y las manos se le ensuciaban que daba gusto verle y las piernas se le llenaban de niñez y cardenales; porque a mí se me pone la piel en modo adolescencia con mi amigarmana; porque me gusta que a Jiko le guste aquello; porque Bernardos es siempre un paréntesis en la realidad.



Los desayunos, cada uno a la hora que le marcaba la sábana y el hambre. Rodrigo, zampándose una Chiquilín, o dos.


Pilar y Ana, madrugadora de pro, en pleno duelo.
Desayuno o corral. Corral, siempre.



Mateo pisando blando. Todo era explorable: los camiones usados, los hierbajos, las piedritas (que tiramos a la laguna de las ranas el último día), el agua sucia, la nevera...


Mateo siguiendo a Rodrigo. Ana siguiendo a Mateo.


Y ésta es la historia de amor del fin de semana. Amor de hermano mayor o menor, según se mire, con demostraciones apretadas, eufóricas y llanas de Mateo, que llenaba de brazos, mañana, tarde y noche, el cuello de Rodrigo.


Otra historia, otro duelo: la Nintendo y dos pares de manos a ver cuál lo hacía más rápido, mejor. Fue un poco como el chiste de Manolito, el de Mafalda, que, frente a un tablero y
Guille de contrincante, exclamaba: "Ja!, Gané al ta-te-tí".



Ana. Guapa. Esa mano, larga-larga, rellena y calentita. Cómo se ríe.


Aquí el motivo de discusión, sin palabras, con gruñidos, fue una ramita pendiente de ser introducida en el maletero del 4x4 a escala. Menos mal que había ramas de sobra.


Qué vicio, los golfistas. En un metro de campo, en un metro de hierba, en un metro a secas, ellos sacan los palos y se pueden pasar horas putteando, swingueando y mirando al horizonte siguiendo la trayectoria de la mejor bola. Luego se muerden la oreja, claro. Y hablan de pan.


Papá, campo abierto y un camión. El paraíso de Mateo.


Luc, mientras, a lo suyo: soñar con litros de leche corren por sus venas bebé.


Fue el modo de transporte del fin de semana. La carretilla y el conductor: a-blu-e-looooo...


Casi a tamaño real, el camión dio curro a Mateo, empeñado en hacerlo rodar y ponérselo bajo el trasero, con la ilusión de la quinta marcha.


Bailar pegados no es bailar: es correr y cazar ranas y buscar pizarras y juntar juguetes y andar de la mano camino de la merienda.


Y éste, claro, puede ser el inicio de una bonita amistad.
Con permiso de Humphrey.


*Amiga, para variar, ni una foto juntas. Ya nos valeee...

viernes, 10 de abril de 2009

Leandro

Este señor es Leandro, el cuidador del parking en el que duerme nuestro coche. Lo conocimos hace dos años, cuando yo aún llevaba a Mateo a casette y suplicábamos por una plaza libre para aparcar el jikocoche cerca de casa, si podía ser. Nos recibió a la llegada de la clínica al nacer Mateo y ahora es Mateo quien se pone nervioso al bajar la cuesta, emocionado proque le va a saludar, agitando el aire con la manita como de lado. Hace poco dio el paso: de decirle hola así desde el ventanuco de la caseta en la que Leandro hace cuentas, a darle la mano, sentarse en su sillón, aporrear su calculadora y la maquinita de las tarjetas, y darle un besuco que al pobre hombre le deja con gesto tontorrón. Hace unos días, Leandro aprovecho una compra para juntar un puñado de chupa chups, y desde entonces, cada vez que subimos del coche a la calle, Mateo se relame pensando en el premio. Es decirle Leandro y se lleva el índice a la boca y la lengua a los labios, chup, chup, chup.

La Charlota

Esta es la tarta preferida de Jiko de todos los tiempos: interior luminoso, un par de compartimentos de nata y bizcocho, exterior obvio y crujiente, cubierta gruesa chocolatera y la guinda, las guindas (esas, Jiko las odia). Es típica de Asturias (las Charlotas en otros sitios son distintas, me explicó, están hechas con bizcochos de soletilla) y la encontramos en una calle de Gijón, caminando de vuelta a casa a la hora de comer. Al final, el recuerdo en el paladar de Jiko estuvo por encima de la adquisición (suele pasar), pero Mateo, que aún no tiene recuerdos, se pegó una buena charlotada a base de dedo índice.

Luc, ahora



Ahora es todo relleno, casi seis kilos. Es gestos y auuuuuses, y miradas que empiezan a enfocar y a saber pedir, sonrisas rápidas, abiertas, como trofeos que me llevo a casa debajo del brazo, pensando ya en ir a por otro, cuanto antes. Es leche también, rodando en gotas por el cuello cuando se queda esmorzao terminando el bibe. Llora fuerte, como al nacer, todo pulmones. Y ya duerme de lado, poniendo morritos y horas de por medio. Las noches aún las parte en dos tiempos.

Abajo, hace dos meses. Vaya cambio.


Guiñol inverso



El caso fue éste: al empezar el teatrillo, todos los niños se quedaron inmóviles en sus taburetitos, absortos con el relato y las marionetas. Mateo, alternativo, cogió su taburetito, lo llevo cuidadosamente hacia el escenario, se dio la vuelta y se sentó mirando al público. Se dignó luego a acercarse más a los espectadores (como muestra la imagen inferior), pero insistió en mantener el sentido de la marcha. Su padre, en cambió, gritó como el mayor de los niños cuando el pirata dio caza a la doncella.