viernes, 3 de agosto de 2007
Y al décimo día se le cayó el ombligo
Pues eso, que dentro de sus parámetros de manual, el ombligo (es un decir: este colombroño negruzco de arriba, pillado con pinza aséptica y duro como una piedra, retorcidillo y escifó -en dialecto Marca es sinónimo de "quéasquito"-) de Mateo se cayó como una losa en un cambio rutinario de pañal. En su décimo día de vida. Dijo hasta aquí hemos llegado al tiempo que Jiko me gritaba Jikaaaaaaa veeeeeen y yo llegaba a la habitación casi con palomitas para ver el acontecimiento en primera fila. Si no fuera porque todos te aseguran que aquello no duele era para haberle puesto la epidural al pobre Jikito. Vaya socavón, madrecita. Pero él ná de ná, ni media lagrimilla. He aquí abajo la prueba, cinco minutos después del suceso, de la paz que otorga una caída como diosmanda. Ni el muro de Berlín.
Hoy Mateo pesó 2.828 gramos, en curva ascendente y clara recuperación del susto deshidratado que le costó a él casi medio kilo y a nosotros un par de ojeras que ni un mapache y más miedo del que he sentido nunca. Hoy me han dicho que tengo muy buen aspecto. Pues claro. Voy de la mano de la báscula que mide cada día los progresos de miJikito rellenando de leche su cuerpecico (y vaciando el mío a fuerza de succión).
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
No sé si sabrás dónde anda hoy el cacho de ombligo negruzco, yo sí. ¿Hasta cuando lo conservaremos? Glglgl.
Publicar un comentario