domingo, 12 de agosto de 2007

Claro que se lo leeré


El día que nació Mateo mi padre se sentó en segunda fila. Me refiero a que todos se acercaban mucho al niño, comentaban, reían, lloraban, tocaban y y fiesteaban, pero él se apoyó en la pared, detrás de todos, sin dejar de mirar a Mateo, con una expresión en su cara y en sus manos ocultas tras la espalda que nunca había visto. Podía parecer desconcierto, desubicación, y seguramente era un poco de todo, pero yo creo que era emoción, pura e inesperada. Ahora, recordando esos momentos, su emoción me emociona a mí.

Tardó casi 48 horas en acercarse al niño y pedirnos si lo podía coger en brazos. Lo dijo bajito. Y bajito y suave lo tomó en brazos, él pensó que torpemente, pero es imposible ser torpe cuando la ternura va de fondo. El niño, encima, le dedicó su primera sonrisa. Desde ese momento mi padre es otro, y al tiempo, el mismo de siempre. Está, cómo decirlo, desarmado y entregado, está descubierto y frágil, da gusto ver entrar la emoción por sus ojos cada vez que se asoma al niño y ver cómo sus manos se agarran con reserva a los barrotes blancos, para no despertarle, para verle dormir. Dice que es lo que más le gusta. Verle dormir y cruzar las piernas. Todo pichi.


El día que nació comenzó a escribirle un diario. Cada madrugada. En la soledad de su despacho y en el tumulto de esta nueva rutina que le tiene sorbido el seso y el alma y las ganas y la forma de mirar a mañana. Son como pequeños cuentos, en los que le habla del sol, de los animales, de las nubes, del agua, de la familia... Son muy bonitos y aunque él duda de que algún día yo se los lea, no sabe cuánto deseo que llegue el momento de llevarle a la cama a Mateo los relatos de su abuelo con mi voz. Todos son bonitos, decía, pero el que he recibido hoy (cada día me los envía por mail) me ha hecho llorar. Creo que por su sencillez y por su hondura. En realidad, no ha hecho más que vomitar con palabras esa emoción que le noqueó los dos primeros días.


No me resisto a copiar aquí una parte del texto. Espero que no te moleste, papi.


" Podríamos estar hablando del concepto tiempo infinitamente. A veces un segundo es eterno y a veces mil años pasan en nada; pero el tiempo es el recuerdo y el recuerdo encierra múltiples capítulos de la vida; y esa vida se va haciendo de retazos, de momentos, de minutos inimaginables e imborrables. Por eso, Mateo, tú perteneces ya al mundo de nuestros sueños aunque seas un presente poderoso y latente. Si sigo mis sueños y no me ahogo en ellos pensando en ti te veo crecer, te veo madurar, te veo en la vida con un protagonismo propio y mis sueños se quedan ahí... esperando, porque representas tantas y tantas cosas difíciles de expresar, que tu presencia y tu ausencia se hacen notar. Si no te veo, me aguanto... si te veo, me derrito; probablemente los demás no lo aprecien (o sí, vete tú a saber), pero el caso es que mis dos vías de la vida marchan ahora en una misma dirección contigo, y las dos van juntas, no se separarán ya en ningún cruce de caminos.


Hoy me ha dado por ahí, por contarte como casi todos los días mis sensaciones, querido Mateo, y así voy a seguir, porque me aferro a este amor tan limpio como el agua, desconocido y sediento, multiplicado por mil contigo cerca. Créeme que no sabría explicarlo (a lo mejor mamá o papá son capaces de hacerlo cuando seas mayor y te lean esto, si te lo leen), pero así son las cosas contigo desde el pasado 24 de julio en que naciste; se ha abierto el cielo con tu presencia y el infinito lo es mas a tu lado".


PD. Ya verás cuando un día Mateo te cante un día, yendo de tu mano, 'For Baby (For Bobbie)'.


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