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Mientras yo acunaba a Mateo, mientras le dejaba durmiendo, mientras volvía al mínimo ruido (yo creo que me toma el pelo y a veces le descubro riéndose cuando oye que acudo a su llamada...), mientras estaba distraída con fotos e internet, Jiko me hizo este platazo. El título, nobiliario, es algo así como Solomillo Ibérico con higos y parmentier de patata y manzana. Toma apellidos. Estaba de muerte: el solomillo tierno, sabroso, en su jugo y alguna ramita de tomillo-limón; el parmentier de manzana y patata, increíble, la textura perfecta, el gusto en el paladar de la canela, del jengibre, el punto picante de la pimienta; y los higos... los higos estaban para llorar, melosos y atrevidos, borrachos de vinagre balsámico, suaves de azúcar, perfectos para la carne, para el puré. Jiko me miró al llevarme el primer bocado al gaznate (me suena a tebeo: "gaznate") y mordí sintiendo sus ojos y le hice esperar, pero sólo un décima de una décima de una décima de segundo, porque la verdad es que me gustó demasiado como para no relamerme. Resultado: a pesar de que estiramos la experiencia degustando y masticando y saboreando y llenando el aire de "mmmmmhhhhs", sólo tardamos en pimplarnoslo 6 minutos. No es broma.
Otro resultado: el plato viene a añadir a mi cuerpecito tanto placer como centímetros, lo que me acaba de recordar mi patética vuelta al gimnasio. Ayer, en teoría, comenzaba mi gimnasia postparto (en el mismo centro donde hice la preparto), por aquello de quitarme del perímetro los solomillos ibéricos y los purés que se me han ido quedando a vivir justo donde se esconden los bolsillos y las cremalleras, más o menos. A ver, yo asumí (ahí mi error) que como la gimnasia preparto la hice en la piscina, la postparto también sería en modo-estherwilliams, así que me pasé tres semanas intentando comprarme primero un bikini y luego un bañador que incrustase los solomillos ibéricos citados justo justo en la columna, escondidicos, pero nada. Dí finalmente con uno que me pareció bien, lo que ya supuso un triunfo. Me hacía los pies más pequeños y los ojos más grandes.
Así que ayer por la mañana, toda chula, meto el bañador y las chanclas en la bolsa y me pego tremenda caminata hasta Valle 36, así se llama el centro, pensando "qué bien que ahora me meto en la pisci porque vaya sudada me estoy pegando". Y llego y me dice la chica, hola, y luego... ¿qué haces? Y yo digo, pues gimnasia, en la piscina. "No, no, la gimnasia postparto es en sala, no en piscina. ¿No traes chandal?". Buffffffffff... No hija no, chándal no, traigo un puto bañador monísimo deportivo de la muerte que voy a tener que meter en mi armario hasta que baje de talla y ya no me valga. Joder. Así que ná, con esas llamé a Jiko (le dije no te rías, y básicamente colgué con su carcajada en mi orgullo) y me volví a casa, con mi bañador sin estrenar y un nuevo encargo: comprar unos pantalones de hacer gimnasia, que en casa sólo tengo unos de hacer biberones.
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Esta es mi sala de gimnasia. Sin una gota de agua.
2 comentarios:
mira que me voy a tener que autoinvitar otra vez¡¡
Pues ya tienes fecha de invitación: el 20 de octubre. Le diré a Jiko que vaya preparando una de sus especialidades (te diré que hace unas pizzas de mueeeerte, con su masa casera y todo...). Hala, ya tenemos plan.
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