![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiYcL643p1kaZWy-7kqRm9HrS11S3gQvxL_1qIc8XP7nEXWfUXIXfDS8fvNJcBH2klRPCC23k9Idf9qYYT_gmcWET8UQlIcTJNYSWeCct2JbN9xeTtWTx-yyx2VUL6E7MnyOQnozgt5cQM/s320/P1050816+copy.jpg)
Muy de vez en cuando, Mateo llora como un loco. En esta foto está a puntito. Son ataques que pueden durar horas y que nos vuelven del revés a Jiko y a mí, y nos dejan agotados, mirándonos, cuando terminan, desde cada punta de la casa con ojos de bulldog, rojitos y jadeantes, y con los oídos zumbones, porque a Mateo le ha cambiado la voz (sí, sí, reiros) y ya no ese ese llanto débil de recién nacido, a ras de cuna, casi. Llora como un tenor bien pagado.
Tendrá frío, pensamos durante. Tendrá calor. Tendrá hambre. Tendrá sed. Tendrá gases. Dolor. Miedo. Quéseyo. Es como un acertijo sin solución porque comienza como acaba, sin explicación, sin sentido, en un cambio de gesto tan radical que si no fuese por los nervios sería para reír. Cuando Mateo llora arquea los labios juntos, hacia abajo, como un paréntesis tumbado, justo antes de que su lengüita se cuadre y le arda la cara. Lo notas cuando le abrazas, meciéndole, en un intento constante, suave, desesperado, de dar con ese punto que él necesita y que es como la combinación ganadora de la BonoLoto: existir existe, pero hay millones de posibilidades diferentes y acertar es, básicamente, un milagro. Y mientras pruebas un número, otro, él se retuerce y le tiembla el labio inferior y darías mil vueltas a la Tierra como Supermán (cuando salvaba a Lois Lane) sólo para que se calmase y volviese a estar feliz y a decir aouuuuu con la boca en triángulo y los ojos chistosos. (Estas son las veces malas: normalmente nos adelantamos al llanto con toneladas de intuición y, si llegamos tarde, entonces sacamos la munición de besucos y hacemos ráfagas indiscriminadas).
A veces, en los ataques malos, le canto El cadillac solitario, de Loquillo. Y se calla en mi regazo, y me mira con esos ojos gigantes y pienso que tendré que negar que la coplilla que bailé mil veces a golpe de bote y achuchón y raspao con las Bigardas me ha servido, cien años después, para dormir a un menor de edad. Así que luego canto un duérmete niño duérmete ya... Como para compensar (pero se nota: a él le mola "...y al irse la rubia me he sentido extraño, me he quedado solo mirando a tu barrio, me han atrapado en esta ciudad...").
Hoy he cantado el Cadillac muuuucho rato. No se si os habéis dado cuenta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario