Marina, la hija de mi primo Christian, estuvo tímida y lista: no nos quitó ojo a ninguno y habló con la boca cerrada y los ojos muy abiertos, aunque le costase mirar a cámara. Mateo también habló con los ojos y tuvo este gesto entre tierno y confiado con ella, ajeno al parentesco pero intuyendo que ahí había algo familiar. Me gustan los dedos regordetos de los dos.
martes, 9 de octubre de 2007
Me voy a apoyar aquí
Marina, la hija de mi primo Christian, estuvo tímida y lista: no nos quitó ojo a ninguno y habló con la boca cerrada y los ojos muy abiertos, aunque le costase mirar a cámara. Mateo también habló con los ojos y tuvo este gesto entre tierno y confiado con ella, ajeno al parentesco pero intuyendo que ahí había algo familiar. Me gustan los dedos regordetos de los dos.
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