jueves, 11 de diciembre de 2008

¿Espíritu navideño?

El espíritu navideño de Mateo consiste, básicamente, en robar. Si va en el cochecito, alarga su mano casi con desdén y apatía, con la mirada fija y descarada en los testigos, para arramplar sin contemplaciones con todos los adornos que, a su altura, decoran los primeros árboles de navidad de los comercios. Una campanita, un osito vestido de Papá Noel, un reno sonriente, una rama sesgada... Y nosotros detrás, sonriendo como excusa, disculpándonos justo antes de recuperar el objeto sustraído (haciendo a Mateo posar con el "cuerpo del delito" para la posteridad), sabiendo que, en el fondo, esos muñecajos deberían estar para eso: para que los ladrones de guante diminuto se los lleven a casa a esconderlos en un rincón.

Paraguas para recordar

Es imposible no recuperar chorradillas de tu infancia al ver crecer a tu enano: un juguete, las galletas que tomabas para desayunar (yo, Chiquilín; Jiko, Campurrianas), unas zapatillas de estar en casa (busqué hasta encontrar las que tenía yo en el recuerdo...), los dibujos animados, yoquése, cosas de esas, pequeñuelas y tontunas, pero taaan cálidas... Jiko tenía en un rinconcillo de la memoria los paraguas de chocolate, aún reconociendo que el chocolate de esos paraguas está asqueroso, así que cuando entramos en Viena Capellanes para planear una merienda y los vio allí, forrados de colores, se le abrieron los ojos de par en par y quiso que su hijo se pimplase con igual entusiasmo su recuerdo. Ni qué decir tiene que Mateo se sumó al fanatismo paragüero-chocolatero sin un átomo de resistencia. Le duro unas dos horas y dos cambios de verdugo.

Nocturnidad y alevosía

Fuimos a ver a la yaya andando (una horita), merendola de roscón con trufa y chocolate caliente, y como la noche se nos echó en las barbas, nos pillamos el bus de vuelta. Mateo iba embutido como un lomo ídem, pero haciendo campaña y saludando como la Reina Madre desde la carroza a todos los pasajeros del 21. Las luces de Madrid también le fliparon, y que fuese de noche y estar en la calle le abrieron aún más los ojos, como diciendo: "madrecita, lo que me pierdo yo cada noche después de cenar...". Al entrar en el portal, a pesar de que íbamos justísimos con su horario de cenorrio, estaba así de aufórico. Le pone la nocturnidad y la alevosía, sí, sí. A mí, esta foto, como robada.

martes, 9 de diciembre de 2008

Los pies de Luc


Últimamente no puedo casi pararle los pies a Luc. Asoman por todas partes, hace que mi tripa parezca una burbuja de esas enormes que se hacen con agua y jabón, y que va cambiando de forma sonando a olas grandes. Empezamos la semana 32. Éste de arriba es su pie.

Mateo sigue dando besos a mi tripa cuando le preguntamos dónde está Luc. Y abrazos. Y me levanta la camiseta cada dos por tres para "enchufarme" el chupete por el ombligo. Me pregunto qué pensará que es Luc, qué creerá que hay ahí dentro, qué cara pondrá cuando nazca y le vea y le digamos quien es y que ya no busque más en mi tripa... ¿Se parecerá Luc a Mateo?


lunes, 8 de diciembre de 2008

Y Dan partió su pan (y lo dio a sus discípulos)


Jiko no tiene religión pero, si la tuviera, su Dios sería Dan Lepard. Dan Lepard es un panadero australiano residente en Londres, poseedor de unas manos delicadas y manicurosas con las que empezó haciendo fotos bien pagadas y terminó amasando harina y agua de una forma, digamos... perfecta. Ha publicado muchos libros, entre ellos The Handmade Loaf, algo así como la biblia de los que empiezan a hacer pan y se vuelven locos de pasión, como Jiko.

Yo, que he asistido alucinada al proceso de conversión, estoy a un pasito de hacerme discípula, aunque sólo sea por la pasión de quien disfruta comiendo lo que otros amasan. Me maravilla ver cada paso, lo vivo de reojo y al mismo tiempo con una rutina que me alimenta, Jiko trabajando la masa... los tiempos y las esperas, la masa madre y sus burbujas, la densidad y sus demandas, la respuesta al frio y al calor, el olor de la masa, a veces metería la cara dentro, el aroma de mi casa cuando el pan se está horneando, el crujir al salir, la ilusión al abrirlo, al probarlo... El pan podría ser, perfectamente, mi religión. Incluso antes de conocer a Dan.

Por una serie de circunstancias que no voy a contar aquí porque harían esta entrada demasiado larga, Dan Lepard estuvo en Madrid este finde con su amigo David. Y Jiko, Mateo y yo, junto con Carmen, otra discípula de Dan, les sacamos de... panes (y peces). Llovió a cántaros y no nos dimos ni cuenta, aun cuando en los desplazamientos de un sitio a otro nos mojábamos como bobos. Qué divertido. Qué majos.

Elijo la foto de la tosta de gambas de El Cervantes porque tengo especial cariño a esta vianda: se me incrusta hasta el tuétano el sabor del alioli suave y aromático, y me trae muchos recuerdos. Pero no fue lo único: Dan y David degustaron (y digo bien: como buenos panaderos y cocineros y tragones desmenuzaban la comida con las manos y los ojos, preguntándose cada sabor) muchas más, una por cada proposición nuestra. Así, entre conversaciones sobre pan y más, risas, vinosblancos, cervezas, mostos y cervezas cerocero (para Luc), compartimos churros y porras en San Ginés; consomé y croquetas en L'Hardy; los escaparates (que también alimentan) de las pastelerías El Pozo y Casa Mira; unas bravas y una ración de oreja a la plancha en Las Bravas (pena de sinpa); pimientos del padrón y barquitas de paté de hígado de bacalao de La Trucha... Se han marchado relamiéndose y creo que contentos.

Nosotros nos relamemos con posibilidades de futuro...

Algo como esto


Algo como esto me gustaría tener a mí. Un espacio de madera donde vender pan del bueno (o sea, pan; y que lo hiciera Jiko) y algunos bollicos ricos y también servir desayunos con todo eso y más y algunos platos con ganas y sabor distinto. Es Le Pain Quotidiene, una franquicia belga que acaban de abrir en Madrid (c/Divino Pastor esquina c/Fuencarral) y que nos encargamos de inaugurar el jueves pasado con un desayuno tremendo y unas compritas pa'repetir. Aún olía todo a nuevo.


Desayuno de Jiko: ésta cesta de pan de arriba (trigo, centeno, nuez, pasas, multicereal, aceitunas...), que sirven con mantequilla, mermeladas diferentes y la crema de chocolate de la casa (negro, blanco, con avellanas o de vainilla con leche... alucinantes, y lo dice una que no es fósfora del dulce). Jiko añadió al surtido un huevo pochado ecológico que aderezó con la sal y la pimienta que hay sobre la mesa (en unas botellitas muchulas). De beber, un tazón enooorme de chocolate caliente, servido por separado: el cacao en jarrita y la leche en tazón, para mezclar a gusto.


Desayuno de Jika: este café con leche en tazón de aquí arriba y la baguette con tomate ecológico de aquí abajo, con aceite de Túnez, sal y un poco de queso. Esto... y un cruasán (ya, ya lo sé, Luc no hacía más que pedir sitio...), por probarlo. Cercano al sobresaliente.

La tienda es una maravilla ya sólo por los panes (venden hogazas de cuatro kilos en mitades y en cuartos, y baguettes caseras) y la bollería, aunque también hay muchos productos delicattesen para llevarte a casa. Además, sirven ensaladas, tostas (lo llaman tartines. Variadas y con muy buena pinta), y una selección no muy grande pero muy apetecible de "sugerencias"... Iremos informando.

Huevos Gensanta


Casi se me escapa esta foto y no, no, no. El acontecimiento ocurrió hace tiempo, pero no lo suficiente para olvidarlo. Y por si acaso, esta entrada. Para ver dentro de años y días cómo se vistieron estos dos huevos de corral de aldea asturiana con estas patatucas del mismo lugar, que llegaron a nuestra mesa gracias a Beni y a esos envíos que nos llenan el arcón de grasa saludable. Aquí están, justo antes de comérnoslos y bramar como bisontes. Mmmmmggrrrrrmmmhhh.....

Gensanta, como diría Forges. Gensanta.