Mientras Jikito dormía así, agarradico a la chichonera vaya a ser que se caiga en una curva pronunciada en su sueño de camiones de gominolas y pitufos pasteleros, nuestra casa se ha convertido en una trattoria. Os pongo en antecedentes:
Hace unos meses compramos, creo que en Alambique (Plaza de la Encarnación, 2), una máquina de hacer pasta. Jiko pasó los diez minutos que estuvimos en la tienda haciendo tallarines imaginarios, tortellini mentales, raviolis inventados, hasta el relleno, con esos ojos que se le ponen cuando algo le hace mucha ilusión y parece que le falta tiempo para ponerse a ello. Jikaaaa... Pero pasaron meses (ocupados estuvimos) y la máquina seguía en la alacena, esperando sus quince minutos de gloria. Hasta que ocurrió. Fue hace poco, Jiko ensayó unos espaguetti increíbles, pero sólo a modo de prueba. Hoy ha sido el verdadero estreno: unos tortellini a los que hemos terminado llamando Carameletti por algo que iréis viendo mientras os cuento... (poned voz cinematográfica)... el proceso.
Comenzó con la bola. De harina, huevo y sal. Amasada con esmero por el Jiko cocinero y artesano, que se empeña en la textura hasta que me llama para que le confirme que huele de maravilla (es que huele de maravilla, la pasta cruda). Y ahí entró la máquina, o mejor, la pasta en la máquina: diecisiete pasadas, ¡diecisiete!, por el rodillo, girado con el mismo cuidado con el que pisamos la madera que cruje el sueño de Mateo...
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Hay que hacer un inciso: minutos antes, una calabaza se asó, a su ritmo, que es el mejor, en el horno, y con la pulpa, ya blandita, hizo Jiko una pasta a la que añadió aceite y romero. Una cucharadita de esto y otra de queso gorgonzola se hicieron hueco en cada cuadradito de pasta que cortamos, después de hacer el rodillo lo suyo, sobre la encimera enharinada. Importantísimo: mojar levemente los bordes del cuadradito para que se peguen bien y que el relleno no se vaya de varas...
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...pero dado lo complicado de los malditos pliegues, y la tardanza de nuestras manos haciendo los ricillos (y acunando a Jikito cada tres por dos), de pronto la forma varió a una especie de caramelo envuelto con celofán. De ahí lo de los Carameletti...
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A este paso las revistas se van a paseo: ponemos un restaurante. Casa Mateo.
2 comentarios:
Por Dios que pinta!!! Qué hambre! Antes de que nos vayamos a Seattle, quiero probarlos. BS Cris
Que hayas recuperado tu peso tras el embarazo tiene mucho merito querida¡¡¡
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