![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEghtH04NPpWGDfdAXsIEc7b-0cewmW_hyuTU-KdACZJER35cKZpyPWUi8cweyC91IT9AQCR7cGRTA5_jhvvxrKI3EIOSHMK27TB0mUFz09cvfAtsHBZckvkm8jFuucv-fhBiQMdirNBC-k/s400/Leyendo.jpg)
A veces Javier dice que no se cree que tengamos a Jikito. Le mira de pronto, en un instante surgido de la más pura rutina, y congela ese trozo de tiempo con expresión analítica, como quien mira un cuadro de esos de puntitos en los que los hábiles ven el skyline de Nueva York y los torpes no vemos ná de ná. Enseguida vuelve a enfocar y se ríe y me mira buscando confirmación. Y, claro, digo sí con la cabeza, y me río yo también, y entonces coge a Jikito y le estruja y le besa con todos los pelos de la barba hasta que le hace gritar, Mateo diciendo yo no tengo la culpa de que no os lo creáis, qué pesaos la virgen.
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Pero otras veces se lo cree más que nada.
Más que nada porque se reconoce en sus manos tamaño xs y en la idea que se le planta de pronto de lo que se le viene encima y por los lados, de él dentro de mañana y pasao y al otro, creyéndose a Mateo y a él mismo al lado de Mateo. Y al mío.
Prometo menos azúcar para la próxima entrada, si eso.
Hoy, sobredosis.
1 comentario:
Me encanta leeros cada mañana, aunque me tenga que coger luego la "insulina".
Fuera de bromas, disfruto el verte y veros tan felices.
Os quiero
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