lunes, 19 de enero de 2009

Bailar pegados


Hoy prometía ser un desastre de día, teniendo en cuenta que esta noche he estado con los ojos como los de un búho y pegaítos a internés desde las 3 hasta las 7 aeme (qué de cosas hay por ahí pa'leer, diosanto). Es lo que tiene no encontrar postura con Luc centrifugando y mi cabeza a vueltas con el prelavado. Qué espesa es esta espera. "Puedes parir en cualquier momento", nos dijeron hace cinco días. "Ya pesa 3.200". Pero ná de ná. Las horas pasan, los días se quedan y los tres sin terminar de ser cuatro.


Pero no. No ha sido un desastre de día. Todo lo contrario. Mateo, aun sin quitarme ojo toda la mañana, ha ejercido independencia casi adulta, a su bola por entre los juguetes y mis piernas. Y Luc ha estado tranquilo también, espero que por cuestiones de última colocación.

Así que, en mitad del silencio, nos hemos mirado Mateo y yo, riéndonos por pensar lo mismo, y hemos echado a correr al cuarto para poner música y bailar pegados los 3, frente al espejo. Casi se me duermen los dos. Yo imposible, estaba disfrutando demasiado.



Sólo faltó Jiko, buscándonos las castañas a lomos (lomitos) de su bici urbana-que-no-funciona-bien-Jika-y-la-viatener-que-llevar-a-arreglar.

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