jueves, 29 de noviembre de 2007

Ya es Navidad (por primera vez)


Creo recordar que los últimos titantos años me he cagado en la madre que parió a los comerciantes empeñados en adelantar la Navidad con muñecajos en las fachadas y espumillones y nieve de plástico y demás chorradas del corte cortilandia. Veinticinco de... ¿noviembre? Fun, fun, fun.

Y resulta que cuentan mis padres el otro día que han colocado unos osos y unos pingüinos tamaño ñú en la calle tal y que a Mateo le podría molar, aunque no se entere mucho. Así que me cojo a Jikito y quedamos todos allí, en el zoo de hielo ése en plena ciudad y en pleno noviembre, que de Navidá, ná de ná.

Y saco a Jikito de la maxicosi y veo sus ojos mirando al oso de mentira que él no sabe que es de mentira y entonces me reinvento a mi misma con eso que me entra de pronto por dentro y decido que... ¡¡¡vivan los comerciantes que ponen muñecajos de Navidad en todas partes!!! ¡Y el espumillón! ¡Y Cortiland... bueno, no nos pasemos con la reinvención, Barbarica, hija.


No fueron los osos el único primer paso de Mateo en la Navidad. El paquete que mis padres llevaban encima resultó NO ser una manta como me dijeron, mintiendo y faltando al espíritu de la Navid... me estoy pasando otra vez. Bueno, resultó ser un árbolito de Navidad con pieses y bracicos y nariz y boca y, por supuesto, bolas, que no se veían. Un árbol que sacaron, en un gesto que da pistas sobre su nuevo entusiasmo (da gusto verlos, a ellos y a mi abuela, que repite su nombre como un mantra), al final de la comida y que dejó a Mateo completamente alucinado... Se lo quedó mirando....


... buscó una explicación...


... sin saber aún lo mejor: el árbol tenía un botoncillo secreto que, al apretarlo, se ponía a cantar y bailar O Christmas Tree en modo pachanguero molón, moviendo todas las ramas al más puro estilo Celia Cruz y carcajeándose como un abeto desquiciao. La cara de Jikito pasó de la sorpresa..
.



...al alucine...


..
y después, con esa sonrisa de descubrimiento, al más puro entusiasmo. Así miró su primera Navidad:


PD: Cómo eché de menos a Jiko ese día. Pero cuando volvió de trabajar, Jikito repitió cada gesto delante de él y del árbolico, como sabiendo que Jiko no podía perdérselo (luego me dijo que a la que se la veía como loca con el O Christmas Tree era a mí...).

Él, jabón. Nosotros, jamón


Jikito sigue pimplándose el baño. Como si fuera sopa. Le pone Jiko boca abajo, para que nade, a su manera, claro, que es eléctrica, y le sujeta sólo la barbilla para que no trague agua. Y él nada de nada (y nada que nada), abrevando del agua enjabonada que chorrea de la mano como si fuera un Vega Sicilia. Se relame. Vega Nenuco.

Nosotros ya no lo impedimos. Y le dedicamos, después de su bibe (Vega Almirón) y ya en la cuna, las primeras lonchicas (y no tan chicas) de un cincojotas que acabamos de recoger, regalo tardío de nuestra boda (gracias Capa y Silvi! A ver cuando os pasáis para comer... s
ólo un poco, dice Jiko).

Glu, glu, ñam.


¡Viva el jamón y la madre que lo parió!

viernes, 23 de noviembre de 2007

A ver qué pasa


Hoy, me vais a permitir, voy a hacer de este blog un diván. Y no sólo entenderé, sino que casi lo aconsejo, que no sufráis el tostón de leerlo. Casi es un impulso visceral de verbalizar mi momento, 'asín' de simple.

No se si sentiría de otra forma si tuviese veintitantos años, si acabase de comenzar mi carrera o si de mi dedicación absoluta dependiese mi futuro profesional. No se si, en ese caso, no me plantearía cosas que ahora son casi prioridades. El caso es que Mateo, a mis 35, me ha hecho ver las cosas de otro modo. Llevo currando desde los 18 años, justo cuando empecé una carrera que no debería existir tal como está planteada, pero esa es otra historia.

Han sido años, muchos, increíbles en los que he descubierto un oficio que me encanta, en parte porque he tenido la suerte de poder ejercerlo pegadito a mi pasión, el cine. He aprendido mucho, me he divertido, se me han agarrado los nervios al estómago cuando me he enfrentado a algún reto profesional (como cuando me mandaron a mi primer festival), he disfrutado escribiendo, viendo películas, conociendo a la gente que las hace, que las piensa, que las critica, he compartido momentos increíbles con personas sabias y transmisoras, generosas, me he reído a rabiar, he hecho muchos y buenos amigos, y también me he chupado horas y horas extras, fines de semana incluidos... No tiene ningún mérito, así está montada la historia, y se que no trabajo en una mina, y que he tenido muuucha suerte, siempre lo tengo presente. Pero también me he comido muchos marrones y, sobre todo en la última etapa de mi trabajo, he tenido que aguantar una sobredosis de mezquindad, ignorancia, chapucería, vulgaridad, injusticia, mala leche y mucha gilipollez. Y una labor diaria muuy alejada de lo que realmente me gusta. Eso es lo peor.

Y Mateo me ha resituado. Por eso creo que lo que tenía en mi trabajo, esa seguridad de una nómina y eso de estar "conectado", no son más que excusas para no lanzarme a buscarme la vida con lo que realmente quiero (ver cine, escribir sobre ello, disponer de mi tiempo) y aguantar las tonterías justas (a ver, no estoy ciega: no trabajar en una redacción no es sinónimo de no tener que aguantar muchas chorradas de gente lerda, pero como que es menos tóxico no tenerlas delante...).

¿Que es complicado? Mucho. ¿Qué tiene muchos riesgos? Seguramente, y no sólo económicos (en los peores momentos pienso en la posibilidad de que se haya acabado mi carrera... y no lo soportaría y me muero de miedo). Pero pienso: ¿quiero levantarme amargada cada mañana para ir a un curro que odio con una gente que maneja el cotarro desde la más absoluta desfachatez? No. ¿Quiero estar cabreada muy a menudo por eso? ¿Y que mi hijo y Javier lo sufran? No. ¿Quiero estar orgullosa de lo que hago? Sí. ¿Quiero aprender de lo que hago? Sí. ¿Quiero no sentir ilusión por lo que escribo? No, rotundamente no. Y, sobre todo, ¿quiero estar con mi hijo el mayor tiempo posible durante estos primeros años de su vida? Sí, sí, sí. No lo entiendo de otro modo. No he tenido un hijo para perdérmelo cada día durante ocho horas, en el mejor de los casos (mi trabajo exige unas diez o doce horas diarias durante dos semanas al mes). Entiendo y respeto esa opción, pero no la comparto, es que no lo siento así. No se si pensaría de otro modo si las cosas en la empresa fueran de otra manera, o si en el futuro todo cambiará, pero ahora, cuando veo a Mateo...

Y si las cosas no me salen como quiero, y no consigo poder "vivir" de las colaboraciones o de mi 'proyecto web' con Javier, y necesito un replanteamiento profesional, pues como no llevo anillos, no se me van a caer por currar en lo que sea, vendiendo forros polares en Coronel Tapioca, por ejemplo, que ya lo hice. Escribir es algo que siempre seguiré haciendo, aunque empaquete polainas.

A esta "cosita" me enfrento el próximo 14 de enero, día de mi incorporación obligada a mi "gran" empresa de mierda. Igual me tengo que tragar todo esto y, finalmente, me acojo a la jornada reducida... Hablo de esto con Javier y se que él me quiere feliz, y sabe, como yo, que en la empresa eso es básicamente im-po-si-ble. Es increíble la fuerza, la seguridad, la tranquilidad que me da su apoyo, bestia, rotundo e incondicional. También por eso me siento afortunada, a pesar de la incertidumbre, del vértigo, del miedo. Ay.

A ver qué pasa.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Con todos los pelos de la barba


A veces Javier dice que no se cree que tengamos a Jikito. Le mira de pronto, en un instante surgido de la más pura rutina, y congela ese trozo de tiempo con expresión analítica, como quien mira un cuadro de esos de puntitos en los que los hábiles ven el skyline de Nueva York y los torpes no vemos ná de ná. Enseguida vuelve a enfocar y se ríe y me mira buscando confirmación. Y, claro, digo sí con la cabeza, y me río yo también, y entonces coge a Jikito y le estruja y le besa con todos los pelos de la barba hasta que le hace gritar, Mateo diciendo yo no tengo la culpa de que no os lo creáis, qué pesaos la virgen.


Pero otras veces se lo cree más que nada.

Más que nada porque se reconoce en sus manos tamaño xs y en la idea que se le planta de pronto de lo que se le viene encima y por los lados, de él dentro de mañana y pasao y al otro, creyéndose a Mateo y a él mismo al lado de Mateo. Y al mío.


Prometo menos azúcar para la próxima entrada, si eso.
Hoy, sobredosis.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Abuelitis


Mi madre está resfriada y no puede y no quiere coger a Mateo (esta foto es de la semana anterior...). Así que le observa desde una distancia prudencial, envidiando a cualquiera que le tenga en brazos y jurando en arameo por los putos virus que le impiden ser ella la que le tenga y le mire de cerca y le estruje y le bese. Ayer, que era el cumple de mi padre, la quise en su impotencia, vi sus manos extendidas, como resistiéndose a la distancia, y entendí su mosqueo escondido en el ruido del sonajero. Porque, encima, Jikito estuvo increíble: habló por los codos en su dialecto de vocales chiclosas, se rió a carcajadas, tocó y babeó los juguetes que ella le ha comprado, y el único que pudo achucharle fue mi padre, que celebró sus sesenta y una castañas bailando con él por el pasillo, sintiendo sus deditos enroscados en su camisa, y haciéndole reír con esa especie de performance que ha creado uniendo el ritmo de los payasos de la tele y el verbo de Ozores en el un, dos, tres (tengo que hacer vídeo: hará furor en este blog). Mateo se parte. Yo más. Y mi padre es feliz.

Me gusta ver a mis padres con Jikito. Es extraño y me hace bien y me descubre cosas que no había visto de ellos y les veo radiantes y dedicados y generosos y llenos de nieto. Y me acerca a muchos recuerdos.

PD: Dentro de dos semanas viene la otra abuela de Mateo, Beni, que cuenta los días para ver el paso en carne de estos dos meses sin verle. Qué ganas de ver su cara cuando le coja por primera vez...

El pediatra


El pediatra de Mateo se llama Mario, es mayor, le tiembla un poco el pulso y no se acuerda de que la anécdota que te está contando ya te la contó en la anterior visita. Tiene la consulta viejuna, llena de diplomas colgados y fotos descoloridas de bebés anunciando algo, y algún cuadro feo como cabecero de unas sillas negras y doradas, horrorosas. Pero me gusta. Es cálido y amable, y lo es siempre. Es paciente con los nenes, se nota que le gusta lo que hace, y a Mateo, después de buscar su ficha en un taco inmeeenso de folios apilados (ése es su ordenador), siempre le habla sonriendo y le mira con dulzura pero sin ñoñerías babosas. Le pesa, le habla mientras, le toca la cabeza y los oídos, le mira la garganta con el palo de madera que a mi me daba (me da) tanta dentera, y Mateo le observa alucinado, como se ve en esta foto.

El otro día Jiko curraba y fui sola con Mateo. Entré con él y con la bolsa y los abrigos y una toallita y el chupete colgando de mi camiseta. Me hizo pasar, me preguntó por el niño, escuchó las respuestas con calma, aconsejó rápido, sonriendo, hablando alto. Y cuando terminó de ver a Mateo, levantó la vista y me dijo: "Y tú, hija, ¿cómo estás tú?". Y me quedé en blanco, porque de pronto me acordé de mi abuelo, con la mano en mi hombro, preocupándose por mi.

La Feria de la Abeja (y II cumbre del G-12)


No tuvo más remedio Jiko que subir a Jikito en sus hombros. ¿Habéis visto alguna vez esas imágenes en La 2 de un enjambre de abejas en plena manifestación de apoyo a la Reina? Pues, comparado con nuestro plan matutino del sábado pasado, el enjambre abarrotado es un solar abandonado. La Feria del Bebé, en Ifema, fue el título de la pesadilla. Ni un centímetro de alfombra se veía entre tanto pie cansao (de padres y madres cansaos), tanta tripilla tontuela de recién parida, tanta espalda descuajeringada de aguantar kilos crecientes a golpe de bibe y tanta rueda de carrito. Qué agobio, qué estrechez, qué ganas de apretar el botón del traslador de jarripoter y aparecer en un lugar vacío y silencioso... Bora Bora, me vino a la cabeza. La gente hacía tres cuartos de hora de cola por una muestra de suavizante Vernel y media hora por un pañal gratis, y probaban la resistencia de sus codos por un folleto de ruedas de recambio de la maxicosi, o yoquése. La virgen. Habíamos ido con Mari Carmen y Pierre y sus mellizas y, después de pasar la vergüenza del siglo (y la carcajada del siglo) por poner a los nenes en culo en un cambiador que resultó ser de exposición (ups!), decidimos salir de allí justo al tiempo en que Lucía, Diego y Laura llegaban a la entrada a recogernos.

Luego todo fue un gusto: restaurante silencioso y casi vacío. Com
idita tranqui (hasta que Mateo decidió jugar con mi cuello y querer dormirse cantando, lo que todo el mundo sabe que es imposible) y sobremesa con la experiencia inolvidable de ver a la pequeña Laura tomar la papilla (es que los demás no hemos pasado aún del bibe... Jiko y yo nos miramos con ganas de imaginarnos a Jikito pimplándose su primer alimento sólido...), lamiendo la cucharilla como un cachorro-qué-rica. Lo esperado, la verdad: un reencuentro chulo del G-12 (los tres madddrimonios, los cuatro bebés, los dos perricos) que ya apuntaba maneras desde el encuentro en Zaragoza.


El domingo nos dio tiempo a un paseo frío y estupendo y solete y risas en el Templo de Debod (te tomo prestada la fotico, Mari, para que se aprecie "cómo" vamos por ahí... los doce), con parada de cafetito y colacao para elaborar la lista de nuestra próxima cita en la casa rural de Guadalajara. La lista, como era de esperar, era comida-comida-comida... (raclonette, costillitas, fondue de chocolate y frutas, tiramisú, sushi... ayayayayayyyyy). ¿Alguien recuerda la película La gran comilona? Pues eso va a ser la escapada rural. Me temo.

Y este, para despedir la entrada, es Jikito, echando mano de su calorcito de duende para calentarse la naricilla en el frío soleado de Madrid:


Y no me olvido: estos de abajo son Goose y Noah, "hermanitos" de Laura la mayor, y los perricos más buenos que he visto (con permiso de mi querido Verdi...). No abrieron la boca para ladrar esta boca es mía. A ver si en Guadalajara disfrutan un poco más que en los madriles...


PD: Fue un gusto teneros en casa, chicos.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Jikito y el Telediario


Tenemos que confesar que nos preocupa un poco este interés repentino de Jikito por la actualidad informativa. Por su mirada absorta al telediario (cada día), comenzamos a sospechar que el devenir político de nuestro país (Españññññña) se ha convertido, justo después del contenido puntual de los biberones, en su máxima preocupación. Asiste así, concentrado y pensativo, a las frases de la semana, porquénotecallas, y a las imágenes que se nos ofrecen de lo que ocurre en el mundo. Ay. Luego balbucea a modo de pregunta, aoooegguuurrrooagugeee, suponemos que pidiendo más información sobre, por ejemplo, qué es un rey (que va de traje y no parece Mago) o que viene a ser el peibé, aunque también hemos detectado una curiosidad especial sobre la subida del precio de la leche y sobre qué va a pasar finalmente con la FIA y las peticiones a la desesperada de McLaren. Creemos que está deseando saber por qué equipo va a fichar Alonso. En fin, nosotros habíamos apostado por las didácticas imágenes con sonidos estimulantes de Baby Einstein, pero creo que hemos pecado de inocentes. Donde esté el telediario y Lorenzó Milá que se quiten Mozart, los colores vivos y el monstruo de las galletas. Ay.

PD: Atención al "bracito" que se le está poniendo al nene. Como para retrasarte un minuto con el bibe.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Todo por la pasta


Mientras Jikito dormía así, agarradico a la chichonera vaya a ser que se caiga en una curva pronunciada en su sueño de camiones de gominolas y pitufos pasteleros, nuestra casa se ha convertido en una trattoria. Os pongo en antecedentes:

Hace unos meses compramos, creo que en Alambique (Plaza de la Encarnación, 2), una máquina de hacer pasta. Jiko pasó los diez minutos que estuvimos en la tienda haciendo tallarines imaginarios, tortellini mentales, raviolis inventados, hasta el relleno, con esos ojos que se le ponen cuando algo le hace mucha ilusión y parece que le falta tiempo para ponerse a ello. Jikaaaa... Pero pasaron meses (ocupados estuvimos) y la máquina seguía en la alacena, esperando sus quince minutos de gloria. Hasta que ocurrió. Fue hace poco, Jiko ensayó unos espaguetti increíbles, pero sólo a modo de prueba. Hoy ha sido el verdadero estreno: unos tortellini a los que hemos terminado llamando Carameletti por algo que iréis viendo mientras os cuento... (poned voz cinematográfica)... el proceso.

Comenzó con la bola. De harina, huevo y sal. Amasada con esmero por el Jiko cocinero y artesano, que se empeña en la textura hasta que me llama para que le confirme que huele de maravilla (es que huele de maravilla, la pasta cruda). Y ahí entró la máquina, o mejor, la pasta en la máquina: diecisiete pasadas, ¡diecisiete!, por el rodillo, girado con el mismo cuidado con el que pisamos la madera que cruje el sueño de Mateo...


Hay que hacer un inciso: minutos antes, una calabaza se asó, a su ritmo, que es el mejor, en el horno, y con la pulpa, ya blandita, hizo Jiko una pasta a la que añadió aceite y romero. Una cucharadita de esto y otra de queso gorgonzola se hicieron hueco en cada cuadradito de pasta que cortamos, después de hacer el rodillo lo suyo, sobre la encimera enharinada. Importantísimo: mojar levemente los bordes del cuadradito para que se peguen bien y que el relleno no se vaya de varas...

Con las indicaciones de un librico le dimos la forma que demandaba un tortellini como dios manda...


...pero dado lo complicado de los malditos pliegues, y la tardanza de nuestras manos haciendo los ricillos (y acunando a Jikito cada tres por dos), de pronto la forma varió a una especie de caramelo envuelto con celofán. De ahí lo de los Carameletti...

... y con el puntito de una salsa dicomuena de gorgonzola, mantequilla, pimienta y vino blanco... y la nota final de la nuez moscada y el brotecillo de perejil... Voilà! Ante ustedes, los primeros JikoCaramaletti de calabaza y gorgonzola con virutas de sueño y fe. Ñam.


A este paso las revistas se van a paseo: ponemos un restaurante. Casa Mateo.

JikitoDuende está listo


Se convirtió en duende esta mañana (o a lo mejor ya lo era...) y, abandonando unilateralmente su rutina de duermo-como-sonrío-duermo-como, nos dijo, bajando las escaleras y sin una sola palabra inteligible (y, sin embargo, le entendimos): estoy listo. Escuchamos el mensaje, aunque no entendimos su significado. ¿Listo? ¿Para qué? Mientras le mirábamos Jiko y yo, tratando de descifrar aquello, JikitoDuende juntó en un mismo gesto una sonrisa, un mohín de cabreo y un arranque por soleares, vomitó sobre su nueva vestimenta de duende, me posó una mano (con todos los dedos junticos) sobre mi brazo (mientras yo sonreía a JikoFotógrafo pensando que todo era normal) y entornó los párpados. Me duermo, dijo en el lenguaje duende. Así que, hipnotizados (los duendes producen encantamientos), desconcertados y diligentes, le metimos en la maxi-cosi con edredón para que diese buena cuenta de su siesta del carnero.


No habíamos terminado de colocarle cuando abrió los ojos y, de nuevo con sus letras extrañas que entendemos perfectamente, dijo: "Ahora quiero jugar". Pensamos (mientras le acercábamos la oruga-sonajero-que-cruje): ¿hay duendes tiranos? Debe ser que sí, porque en esta nueva fase de 'duermo mucho por la noche y por el día estoy más espabilao que el DuendeFiestorro', nos trae locos con las actividades exigidas a base de manotazos, puntapiés, pequeños y grandes gemidos, aaauuuuuuses, gritos y alharacas, y hasta carcajadas, que emite en momentos que nos hace dudar de si se ríe "con" nosotros o "de" nosotros. Tratamos de mantener la dignidad e imponer métodos didácticos que nos aseguren un papel en todo esto. Pero no hay duda: hay duendes mamoncetes (y babosos, también, que se levantan un buen día estrenando manía: llevarse tooooodo a la boca). Así que hoy vamos a Fnac, a ver si hay un diccionario duende-padres que nos de pistas y una estrategia no nos despite.

PD: ¿Que para qué estaba listo? Ahí va: para TODO.

lunes, 5 de noviembre de 2007

A por setas


Llevamos a Jikito a Bernardos (Segovia) por primera vez. Y se lo pasó pipa (como su madre desde hace años), taaanto sol, qué gusto. En primer lugar, y con permiso del paseíto por el pinar, por la cara que todos pusimos durante esa comidica impresionante (como siempre que nos juntamos con Javi, Bea, Rodrigo, Pilar y Diego, y eventualmente, el tío Miguel), no sólo por los aperitivos que preparó mi tía Carlota, alías Pilar, alias mamá de Bea (morcillita del pueblo, pisquillas, níscalos con guindilla... nosotros llevamos paté -que Jiko acompañó con la elaboración de una mermelada de cebolla hecha allí mismo- y queso Gerber gratinado con miel), sino por ese corderito lechal asado en el horno de la panadería que nos dejó a todos (incluida la pequeña Ana, aún en la tripa de Bea, pero ya consciente de lo que le espera en el pueblo...) con el mmmhh cosido a los labios (menos a Rodrigo, que hubiese preferido un filete con patatas y más ganchitos, ayayayay). De postre, pa rematar, un ponche segoviano que nos quitó, si la hubiera, hasta la última gota de rencor. No tuvimos más remedio que irnos a andar, camino a los arenales, para poder digerir aquello y seguir con vida. Y fue allí donde Jiko se plantó a Jikito sobre los hombros y se lo llevó a buscar setas, que fueron finalmente tres o cinco rebozuelos, pero que le valió a Mateo su primera sonrisa campestre.

PD: Tenemos madurando al sol unos tomates nacidos en el corral que van tomando un color (y un olor) rico rico... Gentileza, cómo no, de la Tía Carlota, que nos sigue alimentando incluso desde la distancia.

Salsa de ToMateo


Mi Jiko, que además de cocinitas (sibarita) es diseñador nato (todo en esta vida es susceptible de diseñarse), acaba de "crear" su propia salsa de tomate, para pasta y para pizza (que también elabora él artesanalmente), y su propio diseño de envasado. Todo comenzó cuando un invitado a cenar pizza casera comentó "Veo que todo lo haces tú menos la salsa de tomate..." (Miguel, le mataste). Eso a Jiko le llegó al alma y desde entonces navegó y buceó y olisqueó posibles recetas dicomuenas en libros ilustres e internet. Dio con una que le moló y, por supuesto, le puso su toque personal, tanto en los ingredientes (tomates pera naturales pelados, ajo, cebolla, comino molido, cilantro molido, tomillo, albahaca a cascoporro, sal, pimienta y una pizca de azúcar) como en el nombre, que babea paternidad en el cambio de "tomate" a "tomateo".
Este de arriba es el resultado: un frasco reciclado de yogur, esterilizado para el correcto envasado, con su etiqueta "made in Marca" y con un relleno que quita el sentío. Doy fé (de lo rica que está y de la suerte que tengo).

PD: En estos momentos se elabora en la cocina una nueva versión de Salsa Marca: la, a partir de ahora famosa, Salsa de Pesto alla Genovese. Imagináos la etiqueta.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Jikito le echa morro (y aprende a jugar)


Hace unas tres semanas, pusimos a Mateo sobre una de esas "mantas" de colores con cosas que cuelgan y que crujen y que brillan y que son blanditas y molan. Fue un fracaso total. Por más que le acercábamos la manita o le poníamos uno de los muñecos colgantes delante de las naricillas, él nos miraba a nosotros como diciéndonos pero qué demonios os pasa, señores, basta ya de hacer el tontuno. Lo volvimos a guardar. Pero el otro día, Jiko saco una de las varillas, verde, y la colocó en forma de arco sobre la cuna, de forma que le quedaba a la vista y al tacto de su cabecera. Y qué cambio: Mateo decidió que ése iba a ser su primer día de juego (nosotros mirábamos desde lejos, mola verle cuando cree que está solo):

Primero se quedó mirando. Un buen rato...



Luego empezó a mirar más rápido, primero una cosa, luego otra, y comenzó a sonreír...


...hasta que la sonrisa fue carcajada y se dijo allá voy y entonces comenzó a dar patadas y manotazos y risas y aaauuus enooormes. Estuvo un buen rato, él sólo, dando gritos a la mariquita con ruido y a la flor con espejo:


Desde entonces cada día, después de comer, juega un rato a su bola. Es alucinante.