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¿Crisis? ¿Qué crisis? ¡A estrenaaaaaaaaar! Mateo posa encima de su cama nueva, comprada y montada por sus padres siguiendo órdenes de folleto-ikea exactamente en media hora, tornillo flunske aquí, varilla skordeng allá, tabla niveladora krumpka en su sitio. Somos hábiles.
Y si el mayor estrena, el pequeño también... másomenossss. Quien dice estrena dice hereda. Y la ilusión de Luc por su cuna "nueva" es pura y cristalina. ¿Qué si no demuestra esa sonrisa entre barrotes?
¿Y qué significa esto para nosotros, los progenitores? ¡Pues que, liberado el salón del moisés, podemos poner la tele a un volúmen de ser humano y dejar de achinar los ojos pensando que así oímos máaaaas!
¡Viva Ikea! ¡Vivan las herencias! ¡Vivan los decibelios!

Ah, no fueron los únicos estrenos. Este moderno adaptador para el váter (sí, el que se ve debajo de los muslillos de Mat) nos está regalando momentos de absoluto placer, riéte tú de los Magnum.
Esta muñeca despelujada y ocre me la trajo mi madre de un viaje de trabajo a Estrasburgo. Yo tendría unos ¿seis años? Fue "mi muñeca", esa que sobrevive a todo, y eso que yo era más de clicksdefamobil. El otro día, Mat la rescató de un armario secreto de sus abuelos y me dió en la cabeza con esos años en los que crees firmemente que los muñecos te escuchan y tienen frio y ganas de comer lo que tú no. La muñeca se llamó Bárbara desde el día uno, of course. Mateo la llama badabadbada.
Conversaciones de altura, comienzan a ser:
-Mamá, dame dinero.
-¿Para qué quieres tú dinero, Mateo?
-Para comprar.
-Ya, pero... ¿para comprar qué?
-Moneditas.
(Moneditas para meter en la jirafa y jirafear por la jungla de Madrid).