Los nuevos horarios panaderos nos han regalado momentos como éstos: no son ni las ocho de la mañana y los cuatro cruzamos en coche las obras de Madrid hasta casa de los abuelos, que recogen a Mat y a Luc con todo el día abierto y los brazos aún más. Les esperan siestas, donuts, pan para patos y un indio del Retiro que trae loco a Mat por el tamaño de su penacho. A mí me espera el asiento del copiloto (¡por fin!) y un ratín en el coche con mi Jiko, que me lleva al trabajo como si fuéramos novios. ¿Cómo era aquello?
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