jueves, 24 de julio de 2008
lunes, 21 de julio de 2008
10 días en Mallorca















De que nos llevásemos de Palma lo mejor en la memoria o, mejor dicho, en el paladar, se encargó Lara. Sabiendo ya de qué pie cojeamos nos metió en el fresquito de Can Joan de S'Aigo, una heladería-croissantería-cafetería de la parte vieja en la que comimos, y no es exageración (nosotros, de cumpliditos, ná de ná), los mejores helados de fresa y avellana y las mejores ensaimadas de nuestra vida gastronómica (luego se encargarían ella y Miguel de recomendarnos el mejor sitio para comprar sobrasada... una maravilla de pasillo naranja y oloroso)...


*Se me queda cortísimo el resumen, así que pongo en modo lista las cosicas de las que quiero acordarme cuando piense en estos 10 días en Mallorca:
-El tranvía de Sóller, media hora de trayecto con brisa y naranjos y olivos y Mateo asomándose casi hasta tocar la via.
-El restaurante Can Gata, en el centro de Sóller-pueblo, con un patio interior que envidiamos de forma malsana. Comimos cebollas rellenas anti-anemia.
-Los paseos diarios a las 7 de la mañana por el borde del mar. Los 3 solos. Sin un ruido. Mirando casicas con ánimo comprador, con el "¿y sí...?" en los labios, con el sueño de esos paseos todo el año.
-Las tostadas con aceite de Sóller cada mañana. Iba Jiko dentro, yo cantaba a Jikito fuera, seguíamos a los patos, y volvía Jiko con la bandeja llena de zumo frio y más tostadas.
-Las cenas al final del día en el hotel (de postre "aissssss", en modo susurro) y las dos con Lara y Miguel: una en el Randemar, otra en la casa de la colina, indio en penumbra.
-La paella del Marina (repetimos, repetimos, repetimos) en la terraza, viendo la bahía, sin nada que hacer, sólo estar.
-El desayuno del Hotel Espléndido: un despiporre que a Jiko casi le deja allí 'clavao' después de: tres tostadas de pan de centeno con salami, salchichón con pimienta, queso curado, queso cremoso, queso azul, aceite, jamón, huevos, salchichas, beicon, yogur, cereales, madalenas, bollitos, chocolate, zumo de naranja... Y la pobre camarera que nos preguntó, muy al principio, cuando sólo nos habíamos servido el café: "¿Pero... no van a comer nada?"...
-... Y la gran, inolvidable, magistral pregunta de Jiko en ese desayuno, al camarero del Espléndido, al observar dos cestos llenos de naranjas, unas tersas, perfectas, otras más arrugadillas: "Por favor, ¿qué diferencia hay entre estos dos tipos de naranjas?". "Bueno...", contestó el camarero, "...éstas son pomelos".
-El paseo repitiendo "Hotel Dadivoso, Hotel Dadivoso, Hotel Dadivoso...".
- Los baños a última hora de la tarde en la piscina del hotel con Lara y Miguelito, entre semana. Me gustaba pensar que esos ratos eran algo habitual...
-El momento del "frito mallorquín", plato típico del restaurante de Fornalutx Can Antuna, recomendado por Lara y Miguel, que resultó ser un festival de vísceras bailando entre inocentes verduricas. Intentamos remediar aquello con unos salmonetes. La cosa empeoró. Menos mal que también nos habían recomendado el pastel de limón. Eso sí que fue un acierto... con mayúsculas.
-Por supuesto, el Hotel Marina, nuestro cuartel general, un lugar cálido donde nos trataron como si llevásemos el mismo apellido de cada uno de ellos; donde Teresa, Isabel y Mariví quisieron ser novias de Mateo; donde María nos hizo todo fácil; donde al segundo día ya íbamos saludando a tolmundo (Jiko en perfecto alemán).
-El centro de Palma que recorrimos con los Frontera al completo. Los patios, las casas reformadas, los rincones, la muralla, otra vez nosotros pensando "¿y sí...?".
-La casa en penumbra y de pronto luminosa de Lara y Miguel, las vistas. La noche en las literas blancas, con Jikito soñando en la cuna blanca de Miguel, la alfombra roja sobre el dibujo de las baldosas... El salmorejo de Lara y el calamar encebollado, y ese helado cayendo sobre el álbum del viaje de novios... aaahhh!!! Y las risas, y los malentendidos que terminaban en coña, y el partido de golf que casi deshidrata a Miguel y a Jiko, y el paseo estresante por las calles de Sóller-pueblo, y el pisotón intencionado a los kinkis de las motos... Vuelvo a reirme con todas estas imágenes sin foto.
-Y mi tripa incipiente, a golpe de pensar que ya somos cuatro.
jueves, 17 de julio de 2008
La parte de atrás del yate (ahora sí)

Hace aproximadamente un año, más concretamente un mes y 3 días después de parir, aislados del mundo, escribí en este blog una entrada titulada La parte de atrás del yate. Hace unos días, de pronto, sin esperarlo ni pensarlo, sin apenas tener conciencia del momento (tardé un rato aún después de meter los pies en el agua...), viví la última frase de esa entrada, que era un deseo, digamos, improbable.
Que haya pasado de improbable a real es culpa de Lara y Miguel, que nada más aterrizar en su isla-casa nos llevaron desde el puerto de Sóller a alta mar, plantaron el ancla en medio de la sal y el agua turquesa y la arena clara y un par de medusas cazadas a tiempo, y nos regalaron a los tres este momento perfecto en "la parte de atrás del yate". Miguel hizo malabarismos para captar seco el instante, Lara sabía que la foto cerraba el círculo de la entrada en el blog del año pasado.
Ver a Mateo "nadar" en mar abierto fue impagable. Claro que también disfrutó del momentazo durmiendo como un cesto. El agua le curo el resfriado más breve de la historia.
martes, 24 de junio de 2008
No perdonamos

Y como prueba de nuestro compromiso, tras la toma de esta foto, esta prenda indescriptible fue jironizada y lanzada a una alcantarilla de Ortegaygasé.
Partes del todo

Las manos: dícese de aquellas herramientas que, a pesar de poseer cinco gadgets, su dueño gusta de utilizar sólo dos, a modo de pinza, y, muy especialmente, uno de ellos, denominado índice, que se dirige hacia cualquier objeto inanimado e intenta posar en tó lo que se mueve. En "modo descanso", como muestra la imagen, la pinza de una mano agarra el índice de la otra.

El pie: plataforma oronda y rellena de leche condensada (o leche merengada, en verano) que sirve para empujar en el gateo y para impulsar en el pseudoandar. Son bastante comestibles, sobre todo cuando aún no ha aparecido el denominado tobillo, y en algunos especímenes, como el de la foto, suele disponer de un índice a modo de periscopio: asomando por la superficie, a ver que hay por ahí.

La razón

Notengoperdóndedios. El récord de ¡22 días! sin actualizar el blog me llena estas teclas de vergüencilla. Pero lo que se ve en esta foto es la razón: mis tardes, mientras Jiko curra y requetecurra, son de Mateo (y mis tardenoches, de Morfeo, que está implacable el muy cabrón: no me deja un párpado subido después de las nueve o las diez. Zas. Como un cesto en pleno telediario, y sin posibilidad de remontada).
En fin, no me estoy justificando, sólo explico, con simples hechos y pruebas claras y mangaentera, que el blog queda apartado en un rinconcillo con esta nueva rutina con Mateo terremoto: corre que se las pela, agarrado casi en volandas a una sola de mis manos; coge tesoros (los más valiosos: hojas medio secas del suelo o piedras diminutas); saluda a la gente, alzando la mirada antes de que le pueda la vergüenza; lo mira, coge, toca, chupa, lame, estruja, muerde todo... y cuando digo todo, es TODO. No existe el cansancio.

lunes, 2 de junio de 2008
Tortillas en las nubes

En el parque de al lado el suelo está más duro aún, pero el aire, más a mano. Mateo pilló el columpio de la izquierda: en el de la derecha estaba Ferrán impoluto, con el traje blanco de judo, cinturón amarillo. Cuando su madre le empujaba fuerte, él cerraba los ojos y, con el viento en la cara, gritaba: "Las nubes me hacen una tortilla francesa". Mateo se partía, supongo que sin entender ni papa... aunque cuando nos íbamos le pillé mirando hacia el cielo, como con hambre.


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