viernes, 4 de enero de 2008

Mordisco isósceles


Últimamente, Mateo ha estrenado un gesto y un grito. El gesto es éste: saca el labio de arriba en forma de triángulo isósceles mientras se aprieta el de abajo conteniendo una riada de baba hacia el moflete izquierdo. Lo hace cuando observa algo, cuando está tranquilo, y siempre nos entran ganas, es extraño, de morderle el cuello. Aquí, Jiko padre, sin poder evitarlo.

El grito, que no voy a reproduciros aquí, es el derivado del de la hiena, con una mezcla de auuu inicial y una pedorreta como punto final. Un placer... si eres sordo.

Érase un bebé a una nariz pegado


Creo que a Jikito le va a encantar Quevedo y Cyrano de Bergerac y Adrian Brody y, por supuesto, su abuelo materno. Va a ser un fan de narices. O ya lo es. Comenzó con nosotros: nos la besa, babea, lame, pseudomuerde, agarra y achucha con una devoción que nos mata de risa. Pero ya ha perdido la vergüenza y lo hace con todo el que le coge en brazos. La última víctima fue mi primo Pedro, es decir, el ¿tío? ¿primo segundo? ¿tío tercero? de Jikito, que también estalló de risa cuando Mateo cató la punta de su nariz antes de poner esa carita de absoluta repugnancia, que es lo que hace siempre que chupa narices ajenas. Es como la primera cerveza: que pones cara de asquito pero luego pides otra... y otra... y otra... Hasta que te coges un pedo de narices.

Más allá del lametón naricil (¿narigudo? ¿napial?), me encantó cómo se miraron.

El JikoHelado perfecto (y la pularda polémica)


Esta maravilla de aquí arriba fue la forma en que me despedí de 2007 y también los primeros pasos de 2008. Me hizo Jiko este helado, en su súper máquina de hacer helados, que es mágica (o a mí me lo parece), porque le echas un brebaje y ella, como si nada, plas-plas con su varilla lenta, te lo convierte en un heladazo de concurso. Había hecho otros antes (de mascarpone, de chocolate blanco, de vainilla...), pero a mí, que el dulce no me seduce mucho, no me emocionaron... Estaban ricos, sí, pero no me entraba esa euforia de cuando estás probando algo que te vuelve loco. Todo lo contrario me pasó con este último: el JikoHelado artesano de plátano con nueces caramelizadas y especias, a saber, anís estrellado y canela en rama, y trozos de chocolate me volvió definitivamente locuela, cada cucharada era un mmmhh gigante. Para los heladofans, es la versión sublime y perfecta del increíble Chunky Monkey de Ben & Jerry's. Un lujo en el salón de Casa Mateo.

Y hablando de lujos. La cena de Nochevieja que prepararon mis padres fue acojonante. Lástima que se nos olvidase sacar foto del primer plato, porque fue lo mejor: un salmorejo templado con virutas crujientes de jamón ibérico y carabinero. La presentación era increíble (el carabinero, separado -pobrecico- en dos, sobresalía del salmorejo en forma de asas), pero es que la mezcla de sabores y la textura blandita del bichejo y crujiente de las virutas era espectacular. También hubo salpicón de marisco, muy rico. Y luego llegó la polémica de la pularda o viceversa. Se presentaron en la mesa con este platazo que a mí, particularmente, me dejó frita: pularda asada rellena de foie y trufa y piñones, acompañada de una salsa de chalotas y ciruelas pasas. Madrecita. La foto no hace mucha justicia, pero tenía una pinta alucinante:


El caso es que no puede resistirme a que me explicasen, paso por paso, cómo lo habían hecho (se que tampoco estoy hablando del plato más complicado del mundo, pero me sorprendía que mis padres hubiesen elegido la pularda, algo que nunca habíamos comido en casa...). La explicación fue minuciosa: "pues la compramos deshuesada", decían, "e hicimos el relleno con carne de la propia pularda, carne de ternera, el foie y las trufas, teniendo mucho cuidado con el tiempo del horno y untando la piel cada dos por tres con yema de huevo, para que quedase así, dorada y crujiente...". De vez en cuando se interrumpían el uno al otro para añadir cosas como "mira, nos quedó un trozo demasiado grande de trufa" o "creo que puse pocos piñones" o "anda, qué bien, nos salió este trozo"...

Yo estaba maravillada, saboreando cada bocado pensando en cómo se había hecho y pensando también en la posibilidad de atrevernos Jiko y yo... Y de pronto, cuando estábamos acabando, los muy perracos estallan de risa y nos sueltan: "que no, que es coña, que la hemos comprado ya hecha" y como para compensar, añade mi padre; "pero en una tienda delicatessen".
Yo pensé que les conocía, pero tengo que reconocer que me tragué la bola enterita, vamos, que cayó justo donde la pularda... Pero ahí no acaba la cosa. Luego, en el salón, después de la cena, y viendo mi cara de inocenteeeeeee, mi padre me dijo: "Que no, hombre, que la hemos hecho nosotros, ¿cómo la vamos a comprar hecha?", mientras mi madre, sonrisa de medio lado, negaba con la cabeza. En fin, han pasado ya unos días y Jiko y yo no sabemos qué pensar... Yo sólo se que se han vuelto muuuuu malos y muuu buenos cocineros... o no. Ay.

sábado, 29 de diciembre de 2007

sábado, 22 de diciembre de 2007

iJikito


No ha hecho falta explicarle. Mirada al frente, dedicos en el teclado y ánimo mac, como de reiniciar, navegar por Google y empezar un blog. Jikito, lleno de genes paternos, es, a partir de hoy, iJikito. Lástima que aún no sepa que regurgitar sobre las teclas viene siendo malo, malo.

La primera cuchara de Mateo (y el pediatra loco)



Nos lo dijo el pediatra: hay que ensayar el tema de la cuchara con vistas al inminente desembarco de las papillas. Cogéis un poquito del biberón en un vasito, nos dijo, y se lo vais dando con la cuchara, a ver qué tal. Así, una semana. El vídeo de arriba, en exclusiva, es la prueba de que somos obedientes, y de que Mateo, suponemos que por su habitual ansia lechera, tardó exactamente cinco segundos en cogerle el tranquillo. A juzgar por cómo le dejé la cara de churretes, a mí me va a costar más... (a ver si Jiko tiene más pulso...).

Este pediatra, distinto al habitual, nos encanta porque está como una maniega, loquito perdío, pero, al mismo tiempo, y ahí está lo curioso, nos inspira una confianza brutal. En esta última consulta, Jiko y yo tuvimos varios ataqu
es de risa (que él disimula estupendamente y que a mí me obliga a colocar la cabeza detrás de Mateo para que no me pille). A continuación, una selección de sus perlas:

1). Este fue el diálogo al entrar.

Pediatra: ¿Cuánto tiempo tiene el niño?

Jiko: El lunes cumple 5 meses.

Pediatra (consultando la ficha en el ordenador): Ajá. Vale, desnudadlo. ¿Cuánto tiempo tiene?

Jiko: Cuatrocomaochentaycinco meses...

Pediatra (sigue mirando a la pantalla): Sí, a ver... Mateo Marca Escamilla... ¿Cuánto tiempo tiene?
Yo: (miro a Jiko) ... El día de Nochebuena cumple cinco meses...

Pediatra (se levanta a ver al niño): Qué bien está, qué guapo, ¿cuánto tiempo tiene?

Jiko y yo (balbuceando entre la risa y el mosqueo de cámara oculta): esto... cinco... meses... casi...


2). Hablando sobre los nuevos hábitos alimenticios de Mateo, el pediatra nos indica: "Esto se lo podéis dar en lo que en España, y más concretamente en Madrid, se llama 'la hora de la comida". Ahí fue cuando escondí la cara en la espalda d
e Mateo y estrellé mi rodilla contra la de Jiko, que intentaba no descojonarse como yo.

3). Para explicarnos cómo debíamos hacer una papilla de carne y verduras nos dibujó una sartén con unos mondonguillos dentro que eran "trozos de pollo" y unas rayitas abajo que era "fuego lento" y un cazo con unas líneas cruzadas que eran "un puñadito de judías verdes" y cuatro circulitos que eran "patatas, lo más importante". Jiko no pudo más y le dijo: "Has dibujado la sartén. Eres un crack". El pediatra, entre sorprendido y orgulloso, dijo: "Sí, siempre la dibujo". Para los incrédulos, aquí está el insigne boceto:


4). Sobre los nuevos hábitos del cuidado de la piel de Mateo, nos dijo: "Dado que tiene la piel muy delicada igual es conveniente bañarle en días alternos. Los días que NO le bañéis le embadurnáis de crema Nivea, de la de lata; los días que SÍ le bañéis le ponéis después aceite de borraja o, mejor, de oliva de un grado, que lo peor que tiene es que el niño os va a oler a ensalada, pero no pasa nada".

5). Nos dijo que ya había llegado el momento de dejar de esterilizar todo. Yo pregunté si los biberones los podíamos lavar con un detergente normal tipo Fairy. Él contestó: "Perfecto, Fairy Ultra". Es un hombre de marcas.


6). Sobre el tipo de carne adecuado para las papillas, nos recomendó: "Pollo, pavo, añojo que es baratito, y potro, que lo compráis en Hipercor".


¿Es un crack o no es un crack?

domingo, 16 de diciembre de 2007

Ana, a partir de ahora


Querida Ana:

Bienvenida. Antes de nada, tus Jikotíos queremos agradecerte haber nacido el día 14: nos has hecho ganar la porra. Así que dile a tu padre que cuando quiera nos puede dar lo recaudado y como sabemos que la cantidad contiene ceros a cascoporro, dado el afán apostador de sus amistades, dile también que no se haga el suecoikea.


Bueno, pues eso, que bienvenida. Que llevamos esperándote un porrón y que las ganas de verte ya era mono...Y eso, verte, a las cuatro horas de nacer, ha sido increíble, Ana. Eres muuuy chiquita y muuuy morena, y tienes el pelo neeegro y los dedos laaargos, y te he oído hablar el idioma de los ratones y mirar fijamente a las voces a tu alrededor. También, según me contó tu madre, a la que quiero muchísimo y un poquito más cuando entré en la habitación del hospital y la vi tumbada contigo al lado, has sacado ya un pelín de mala leche, pero yo no lo ví. Te vi dulce y enroscada, templadita y sonrosada, aprendiendo a comer. También vi llegar a tu hermano Rodrigo y su cara al mirarte por primera ver, asomándose a la cama con la merienda de jamón y queso blandito en la mano, cuidadoso, nervioso y asombrosamente acostumbrado a tí en cero coma segundos.


Tienes mucha suerte, Ana. ¿Motivos? Muchos. Te digo unos cuantos. Uno: conozco a tus padres desde que empezaron a quererse, allá por el pleistoceno, y, aunque ya te irás dando cuenta, se quieren mucho mucho y con ellos te vas a sentir segura y te lo vas a pasar pipa... (bueno, te aclaro: a tu madre la conozco desde que tengo uso de razón y es mi hermana y mi espejo y mi punto de mira y mi árbol familiar y mi compañera de vida, ya te contaremos... Tu padre llegó después, y le adoro desde entonces, cuando tenía greñas y la forma de la guitarra en los dedos y un deje de duples reyes sotas que me parte de nostalgia cada vez que lo recuerdo...). Dos: conozco a tu hermano desde que nació, me ha babeado la cara y me ha venido a despertar a la cama de Bernardos y me ha hecho morderle de lo que le quería (y le quiero). A tí te va a querer mucho, Ana, y te va a cuidar como si fueras la fortaleza de los Bionicles, que es mucho decir, ya lo verás. Tres: conozco a tus abuelos, aunque mucho más a los maternos. Sólo puedo decirte que con ellos vas a descubrir cosas que te dejarán frita, y que te curarán los catarros en el pinar y te harán guisitos de chuparte las encías. Cuatro: conozco a los amigos de tus papis, o al menos, a la mayoría, que pertenecen a una especie muy rara denominada "bigardos". Bufff, Ana, ahí vas a tener un filón de carcajadas y calorcito.


Y cinco: en este quinto y último punto (no quiero aburrirte nada más nacer) no se si vas a tener mucha o poca suerte, pero resulta que voy a ser tu madrina (¿o lo soy ya?) y quiero que sepas que te voy a querer con toda mi alma y que te voy a seguir con la mirada y la merienda y las ganas de comerte a besos y que voy a contarte mil pelis y a llevarte al cine a ver otras mil, y que siempre podrás contar conmigo. Siempre. Conmigo, y con tu tío Jiko, que hará muchas tonterías para que te rías, seguro, y con mi niño, Mateo, que sólo es medio año mayor que tú y con el que espero que descubras muchas, muchas cosas. Para empezar, vuestras primeras navidades.

Bienvenida, pequeña. Comienza la aventura.


Tu tía Bárbara.