![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg1ZBWh0t9893xeXek6g2uiezF7vtEbrMXngLbT95TXhZoSrle63DbKRg9zKZZ_nwXXEkSSrXgLAS2M9h9M1JeyAxv-EzFUHgkDtkJ8aayftTy-QPQwJbwqHViTpivKoH6UlACCN8Htopk/s400/Heladico.jpg)
Esta maravilla de aquí arriba fue la forma en que me despedí de 2007 y también los primeros pasos de 2008. Me hizo Jiko este helado, en su súper máquina de hacer helados, que es mágica (o a mí me lo parece), porque le echas un brebaje y ella, como si nada, plas-plas con su varilla lenta, te lo convierte en un heladazo de concurso. Había hecho otros antes (de mascarpone, de chocolate blanco, de vainilla...), pero a mí, que el dulce no me seduce mucho, no me emocionaron... Estaban ricos, sí, pero no me entraba esa euforia de cuando estás probando algo que te vuelve loco. Todo lo contrario me pasó con este último: el JikoHelado artesano de plátano con nueces caramelizadas y especias, a saber, anís estrellado y canela en rama, y trozos de chocolate me volvió definitivamente locuela, cada cucharada era un mmmhh gigante. Para los heladofans, es la versión sublime y perfecta del increíble Chunky Monkey de Ben & Jerry's. Un lujo en el salón de Casa Mateo.
Y hablando de lujos. La cena de Nochevieja que prepararon mis padres fue acojonante. Lástima que se nos olvidase sacar foto del primer plato, porque fue lo mejor: un salmorejo templado con virutas crujientes de jamón ibérico y carabinero. La presentación era increíble (el carabinero, separado -pobrecico- en dos, sobresalía del salmorejo en forma de asas), pero es que la mezcla de sabores y la textura blandita del bichejo y crujiente de las virutas era espectacular. También hubo salpicón de marisco, muy rico. Y luego llegó la polémica de la pularda o viceversa. Se presentaron en la mesa con este platazo que a mí, particularmente, me dejó frita: pularda asada rellena de foie y trufa y piñones, acompañada de una salsa de chalotas y ciruelas pasas. Madrecita. La foto no hace mucha justicia, pero tenía una pinta alucinante:
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMar6K7U_58sV6y-hwdlj-DUxSTFW6tpeDZwSJu2xk-xHv74eHVZ8hqfBZxtEsvQUPam4zJ2IcZeAB15wEsnBgt9MNHd3gC4PnFUSVSh6viAjmCgQ1SVoU-dF9OQFroB3vb8bT0Yl30e8/s400/Pularda.jpg)
El caso es que no puede resistirme a que me explicasen, paso por paso, cómo lo habían hecho (se que tampoco estoy hablando del plato más complicado del mundo, pero me sorprendía que mis padres hubiesen elegido la pularda, algo que nunca habíamos comido en casa...). La explicación fue minuciosa: "pues la compramos deshuesada", decían, "e hicimos el relleno con carne de la propia pularda, carne de ternera, el foie y las trufas, teniendo mucho cuidado con el tiempo del horno y untando la piel cada dos por tres con yema de huevo, para que quedase así, dorada y crujiente...". De vez en cuando se interrumpían el uno al otro para añadir cosas como "mira, nos quedó un trozo demasiado grande de trufa" o "creo que puse pocos piñones" o "anda, qué bien, nos salió este trozo"...
Yo estaba maravillada, saboreando cada bocado pensando en cómo se había hecho y pensando también en la posibilidad de atrevernos Jiko y yo... Y de pronto, cuando estábamos acabando, los muy perracos estallan de risa y nos sueltan: "que no, que es coña, que la hemos comprado ya hecha" y como para compensar, añade mi padre; "pero en una tienda delicatessen". Yo pensé que les conocía, pero tengo que reconocer que me tragué la bola enterita, vamos, que cayó justo donde la pularda... Pero ahí no acaba la cosa. Luego, en el salón, después de la cena, y viendo mi cara de inocenteeeeeee, mi padre me dijo: "Que no, hombre, que la hemos hecho nosotros, ¿cómo la vamos a comprar hecha?", mientras mi madre, sonrisa de medio lado, negaba con la cabeza. En fin, han pasado ya unos días y Jiko y yo no sabemos qué pensar... Yo sólo se que se han vuelto muuuuu malos y muuu buenos cocineros... o no. Ay.
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