lunes, 21 de enero de 2008

El festín de Mateo


Comenzaré diciendo que, contra todo pronóstico, mi vuelta al curro no ha sido TAN traumática. Aparte de que me he encontrado con un ambiente normal (digo esto sorprendida), he recuperado las ganas de trabajar y hasta me hace ilusión (aunque no lo puedo evitar: tengo ganas de guerra con los dos tontolabas de despacho que ya sabéis). Y como curro desde que llego, pues miro el reloj por primera vez a las dos menos cinco, así que enfoco como al horizonte a través de las paredes, cierro el ordenador (con candado) y me preparo para el mejor momento del día: la sonrisa de mis Jikos al verme de nuevo. ¿Basta esto para decir que ya no estoy hecha un nudo como en la entrada anterior? Yo creo que sí. Sin embargo, y aunque la nueva rutina laboral no sea de náusea, tengo que reconocer que el "primer sábado" después de la "primera semana" de trabajo fue especial, como si valorase de pronto tener la mañana entera. Jiko y yo decidimos dedicarnos a lo que más nos gusta: cocinar con el Jikito de espectador.


Venían a comer Capa y Silvia y, aprovechando que habíamos "saqueado" una tienda italiana de escándalo que descubrimos hace poco en la calle Galileo (Mangitalia se llama, una maravilla muuuuy recomendable), nos decidimos por unos albesi con salsa bolognesa casera. Buscamos en el libro de culto La cuchara de plata una receta interesante, pero al final improvisamos ligeramente, bajo la supervisión de Mateo que, como muestra la imagen de arriba, devoró cada página, creyéndose el pobre que la comida de las fotos era una versión avanzada y real de su papilla rica.

Para la salsa pusimos a Mateo en la trona, y en un cazo, a fuego lento, unos tomates naturales pelados, ajos, aceite, una pizca de azúcar y otra de sal. Mientras se iba haciendo, plob plob plob, y mientras le contábamos a Jikito cada parte del proceso para que algún día sea chef (hay que verle: con los ojos como platos, mirando la cuchara luego la sartén luego a nosotros luego su bibe...), doramos en el wok cebolla y ajo picado, dados de berenjena y carne de babilla que acabábamos de picar. Añadimos sal, pimienta, albahaca y orégano. Cuando el tomate estuvo hecho (y deshecho, o roto, con una cuchara de madera), lo mezclamos todo, a la espera de hervir los albesi, que sólo tardaron 3 minuticos. De nuevo, viva la mezcla, la pasta y la salsa, arriba y abajo, con ese sonido que hace tan pringoso que dan ganas de comerse hasta las vigas. El punto final fue un poco de parmesano rallado por encima y un poco de albahaca fresca (cómo olía...) recién cortada:


No está mal para mi primer sábado de libranza, eh?

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