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No tuvo más remedio Jiko que subir a Jikito en sus hombros. ¿Habéis visto alguna vez esas imágenes en La 2 de un enjambre de abejas en plena manifestación de apoyo a la Reina? Pues, comparado con nuestro plan matutino del sábado pasado, el enjambre abarrotado es un solar abandonado. La Feria del Bebé, en Ifema, fue el título de la pesadilla. Ni un centímetro de alfombra se veía entre tanto pie cansao (de padres y madres cansaos), tanta tripilla tontuela de recién parida, tanta espalda descuajeringada de aguantar kilos crecientes a golpe de bibe y tanta rueda de carrito. Qué agobio, qué estrechez, qué ganas de apretar el botón del traslador de jarripoter y aparecer en un lugar vacío y silencioso... Bora Bora, me vino a la cabeza. La gente hacía tres cuartos de hora de cola por una muestra de suavizante Vernel y media hora por un pañal gratis, y probaban la resistencia de sus codos por un folleto de ruedas de recambio de la maxicosi, o yoquése. La virgen. Habíamos ido con Mari Carmen y Pierre y sus mellizas y, después de pasar la vergüenza del siglo (y la carcajada del siglo) por poner a los nenes en culo en un cambiador que resultó ser de exposición (ups!), decidimos salir de allí justo al tiempo en que Lucía, Diego y Laura llegaban a la entrada a recogernos.
Luego todo fue un gusto: restaurante silencioso y casi vacío. Comidita tranqui (hasta que Mateo decidió jugar con mi cuello y querer dormirse cantando, lo que todo el mundo sabe que es imposible) y sobremesa con la experiencia inolvidable de ver a la pequeña Laura tomar la papilla (es que los demás no hemos pasado aún del bibe... Jiko y yo nos miramos con ganas de imaginarnos a Jikito pimplándose su primer alimento sólido...), lamiendo la cucharilla como un cachorro-qué-rica. Lo esperado, la verdad: un reencuentro chulo del G-12 (los tres madddrimonios, los cuatro bebés, los dos perricos) que ya apuntaba maneras desde el encuentro en Zaragoza.
El domingo nos dio tiempo a un paseo frío y estupendo y solete y risas en el Templo de Debod (te tomo prestada la fotico, Mari, para que se aprecie "cómo" vamos por ahí... los doce), con parada de cafetito y colacao para elaborar la lista de nuestra próxima cita en la casa rural de Guadalajara. La lista, como era de esperar, era comida-comida-comida... (raclonette, costillitas, fondue de chocolate y frutas, tiramisú, sushi... ayayayayayyyyy). ¿Alguien recuerda la película La gran comilona? Pues eso va a ser la escapada rural. Me temo.
Y este, para despedir la entrada, es Jikito, echando mano de su calorcito de duende para calentarse la naricilla en el frío soleado de Madrid:
Y no me olvido: estos de abajo son Goose y Noah, "hermanitos" de Laura la mayor, y los perricos más buenos que he visto (con permiso de mi querido Verdi...). No abrieron la boca para ladrar esta boca es mía. A ver si en Guadalajara disfrutan un poco más que en los madriles...
PD: Fue un gusto teneros en casa, chicos.

Tenemos que confesar que nos preocupa un poco este interés repentino de Jikito por la actualidad informativa. Por su mirada absorta al telediario (cada día), comenzamos a sospechar que el devenir político de nuestro país (Españññññña) se ha convertido, justo después del contenido puntual de los biberones, en su máxima preocupación. Asiste así, concentrado y pensativo, a las frases de la semana, porquénotecallas, y a las imágenes que se nos ofrecen de lo que ocurre en el mundo. Ay. Luego balbucea a modo de pregunta, aoooegguuurrrooagugeee, suponemos que pidiendo más información sobre, por ejemplo, qué es un rey (que va de traje y no parece Mago) o que viene a ser el peibé, aunque también hemos detectado una curiosidad especial sobre la subida del precio de la leche y sobre qué va a pasar finalmente con la FIA y las peticiones a la desesperada de McLaren. Creemos que está deseando saber por qué equipo va a fichar Alonso. En fin, nosotros habíamos apostado por las didácticas imágenes con sonidos estimulantes de Baby Einstein, pero creo que hemos pecado de inocentes. Donde esté el telediario y Lorenzó Milá que se quiten Mozart, los colores vivos y el monstruo de las galletas. Ay.
PD: Atención al "bracito" que se le está poniendo al nene. Como para retrasarte un minuto con el bibe.
Mientras Jikito dormía así, agarradico a la chichonera vaya a ser que se caiga en una curva pronunciada en su sueño de camiones de gominolas y pitufos pasteleros, nuestra casa se ha convertido en una trattoria. Os pongo en antecedentes:
Hace unos meses compramos, creo que en Alambique (Plaza de la Encarnación, 2), una máquina de hacer pasta. Jiko pasó los diez minutos que estuvimos en la tienda haciendo tallarines imaginarios, tortellini mentales, raviolis inventados, hasta el relleno, con esos ojos que se le ponen cuando algo le hace mucha ilusión y parece que le falta tiempo para ponerse a ello. Jikaaaa... Pero pasaron meses (ocupados estuvimos) y la máquina seguía en la alacena, esperando sus quince minutos de gloria. Hasta que ocurrió. Fue hace poco, Jiko ensayó unos espaguetti increíbles, pero sólo a modo de prueba. Hoy ha sido el verdadero estreno: unos tortellini a los que hemos terminado llamando Carameletti por algo que iréis viendo mientras os cuento... (poned voz cinematográfica)... el proceso.
Comenzó con la bola. De harina, huevo y sal. Amasada con esmero por el Jiko cocinero y artesano, que se empeña en la textura hasta que me llama para que le confirme que huele de maravilla (es que huele de maravilla, la pasta cruda). Y ahí entró la máquina, o mejor, la pasta en la máquina: diecisiete pasadas, ¡diecisiete!, por el rodillo, girado con el mismo cuidado con el que pisamos la madera que cruje el sueño de Mateo...

Hay que hacer un inciso: minutos antes, una calabaza se asó, a su ritmo, que es el mejor, en el horno, y con la pulpa, ya blandita, hizo Jiko una pasta a la que añadió aceite y romero. Una cucharadita de esto y otra de queso gorgonzola se hicieron hueco en cada cuadradito de pasta que cortamos, después de hacer el rodillo lo suyo, sobre la encimera enharinada. Importantísimo: mojar levemente los bordes del cuadradito para que se peguen bien y que el relleno no se vaya de varas...
Con las indicaciones de un librico le dimos la forma que demandaba un tortellini como dios manda...

...pero dado lo complicado de los malditos pliegues, y la tardanza de nuestras manos haciendo los ricillos (y acunando a Jikito cada tres por dos), de pronto la forma varió a una especie de caramelo envuelto con celofán. De ahí lo de los Carameletti...
... y con el puntito de una salsa dicomuena de gorgonzola, mantequilla, pimienta y vino blanco... y la nota final de la nuez moscada y el brotecillo de perejil... Voilà! Ante ustedes, los primeros JikoCaramaletti de calabaza y gorgonzola con virutas de sueño y fe. Ñam.

A este paso las revistas se van a paseo: ponemos un restaurante. Casa Mateo.
Se convirtió en duende esta mañana (o a lo mejor ya lo era...) y, abandonando unilateralmente su rutina de duermo-como-sonrío-duermo-como, nos dijo, bajando las escaleras y sin una sola palabra inteligible (y, sin embargo, le entendimos): estoy listo. Escuchamos el mensaje, aunque no entendimos su significado. ¿Listo? ¿Para qué? Mientras le mirábamos Jiko y yo, tratando de descifrar aquello, JikitoDuende juntó en un mismo gesto una sonrisa, un mohín de cabreo y un arranque por soleares, vomitó sobre su nueva vestimenta de duende, me posó una mano (con todos los dedos junticos) sobre mi brazo (mientras yo sonreía a JikoFotógrafo pensando que todo era normal) y entornó los párpados. Me duermo, dijo en el lenguaje duende. Así que, hipnotizados (los duendes producen encantamientos), desconcertados y diligentes, le metimos en la maxi-cosi con edredón para que diese buena cuenta de su siesta del carnero.
No habíamos terminado de colocarle cuando abrió los ojos y, de nuevo con sus letras extrañas que entendemos perfectamente, dijo: "Ahora quiero jugar". Pensamos (mientras le acercábamos la oruga-sonajero-que-cruje): ¿hay duendes tiranos? Debe ser que sí, porque en esta nueva fase de 'duermo mucho por la noche y por el día estoy más espabilao que el DuendeFiestorro', nos trae locos con las actividades exigidas a base de manotazos, puntapiés, pequeños y grandes gemidos, aaauuuuuuses, gritos y alharacas, y hasta carcajadas, que emite en momentos que nos hace dudar de si se ríe "con" nosotros o "de" nosotros. Tratamos de mantener la dignidad e imponer métodos didácticos que nos aseguren un papel en todo esto. Pero no hay duda: hay duendes mamoncetes (y babosos, también, que se levantan un buen día estrenando manía: llevarse tooooodo a la boca). Así que hoy vamos a Fnac, a ver si hay un diccionario duende-padres que nos de pistas y una estrategia no nos despite.
PD: ¿Que para qué estaba listo? Ahí va: para TODO.
Llevamos a Jikito a Bernardos (Segovia) por primera vez. Y se lo pasó pipa (como su madre desde hace años), taaanto sol, qué gusto. En primer lugar, y con permiso del paseíto por el pinar, por la cara que todos pusimos durante esa comidica impresionante (como siempre que nos juntamos con Javi, Bea, Rodrigo, Pilar y Diego, y eventualmente, el tío Miguel), no sólo por los aperitivos que preparó mi tía Carlota, alías Pilar, alias mamá de Bea (morcillita del pueblo, pisquillas, níscalos con guindilla... nosotros llevamos paté -que Jiko acompañó con la elaboración de una mermelada de cebolla hecha allí mismo- y queso Gerber gratinado con miel), sino por ese corderito lechal asado en el horno de la panadería que nos dejó a todos (incluida la pequeña Ana, aún en la tripa de Bea, pero ya consciente de lo que le espera en el pueblo...) con el mmmhh cosido a los labios (menos a Rodrigo, que hubiese preferido un filete con patatas y más ganchitos, ayayayay). De postre, pa rematar, un ponche segoviano que nos quitó, si la hubiera, hasta la última gota de rencor. No tuvimos más remedio que irnos a andar, camino a los arenales, para poder digerir aquello y seguir con vida. Y fue allí donde Jiko se plantó a Jikito sobre los hombros y se lo llevó a buscar setas, que fueron finalmente tres o cinco rebozuelos, pero que le valió a Mateo su primera sonrisa campestre.
PD: Tenemos madurando al sol unos tomates nacidos en el corral que van tomando un color (y un olor) rico rico... Gentileza, cómo no, de la Tía Carlota, que nos sigue alimentando incluso desde la distancia.
Mi Jiko, que además de cocinitas (sibarita) es diseñador nato (todo en esta vida es susceptible de diseñarse), acaba de "crear" su propia salsa de tomate, para pasta y para pizza (que también elabora él artesanalmente), y su propio diseño de envasado. Todo comenzó cuando un invitado a cenar pizza casera comentó "Veo que todo lo haces tú menos la salsa de tomate..." (Miguel, le mataste). Eso a Jiko le llegó al alma y desde entonces navegó y buceó y olisqueó posibles recetas dicomuenas en libros ilustres e internet. Dio con una que le moló y, por supuesto, le puso su toque personal, tanto en los ingredientes (tomates pera naturales pelados, ajo, cebolla, comino molido, cilantro molido, tomillo, albahaca a cascoporro, sal, pimienta y una pizca de azúcar) como en el nombre, que babea paternidad en el cambio de "tomate" a "tomateo".
Este de arriba es el resultado: un frasco reciclado de yogur, esterilizado para el correcto envasado, con su etiqueta "made in Marca" y con un relleno que quita el sentío. Doy fé (de lo rica que está y de la suerte que tengo).
PD: En estos momentos se elabora en la cocina una nueva versión de Salsa Marca: la, a partir de ahora famosa, Salsa de Pesto alla Genovese. Imagináos la etiqueta.
Hace unas tres semanas, pusimos a Mateo sobre una de esas "mantas" de colores con cosas que cuelgan y que crujen y que brillan y que son blanditas y molan. Fue un fracaso total. Por más que le acercábamos la manita o le poníamos uno de los muñecos colgantes delante de las naricillas, él nos miraba a nosotros como diciéndonos pero qué demonios os pasa, señores, basta ya de hacer el tontuno. Lo volvimos a guardar. Pero el otro día, Jiko saco una de las varillas, verde, y la colocó en forma de arco sobre la cuna, de forma que le quedaba a la vista y al tacto de su cabecera. Y qué cambio: Mateo decidió que ése iba a ser su primer día de juego (nosotros mirábamos desde lejos, mola verle cuando cree que está solo):
Primero se quedó mirando. Un buen rato...
Luego empezó a mirar más rápido, primero una cosa, luego otra, y comenzó a sonreír...
...hasta que la sonrisa fue carcajada y se dijo allá voy y entonces comenzó a dar patadas y manotazos y risas y aaauuus enooormes. Estuvo un buen rato, él sólo, dando gritos a la mariquita con ruido y a la flor con espejo:
Desde entonces cada día, después de comer, juega un rato a su bola. Es alucinante.