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Ese señor de bata blanca
Le pusieron tres banderillazos como tres lanzas de El Greco. La triple vírica, le llaman, con lo mal que suena. Y el pobre, que hacía un rato estaba jugando así de feliz con esos juguetes que plantan en la consulta pa'despistar, nos miró un segundo, justo antes de romper a llorar gritando (o al revés), como diciendo qué-demonios-está-pasando... y se llevaba las manitas a los muslos, queriendo quitarse aquel quemazón taurino.
Un minuto después estaba tan pancho mirando el acuario que hay en la sala de espera infantil. El nudo en la garganta aún lo teníamos nosotros, a pesar de esos hipócritas no-pasa-nada-Mateo que nos seguían saliendo del manual de padres tranquilos. Buff.
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