sábado, 29 de diciembre de 2007

sábado, 22 de diciembre de 2007

iJikito


No ha hecho falta explicarle. Mirada al frente, dedicos en el teclado y ánimo mac, como de reiniciar, navegar por Google y empezar un blog. Jikito, lleno de genes paternos, es, a partir de hoy, iJikito. Lástima que aún no sepa que regurgitar sobre las teclas viene siendo malo, malo.

La primera cuchara de Mateo (y el pediatra loco)



Nos lo dijo el pediatra: hay que ensayar el tema de la cuchara con vistas al inminente desembarco de las papillas. Cogéis un poquito del biberón en un vasito, nos dijo, y se lo vais dando con la cuchara, a ver qué tal. Así, una semana. El vídeo de arriba, en exclusiva, es la prueba de que somos obedientes, y de que Mateo, suponemos que por su habitual ansia lechera, tardó exactamente cinco segundos en cogerle el tranquillo. A juzgar por cómo le dejé la cara de churretes, a mí me va a costar más... (a ver si Jiko tiene más pulso...).

Este pediatra, distinto al habitual, nos encanta porque está como una maniega, loquito perdío, pero, al mismo tiempo, y ahí está lo curioso, nos inspira una confianza brutal. En esta última consulta, Jiko y yo tuvimos varios ataqu
es de risa (que él disimula estupendamente y que a mí me obliga a colocar la cabeza detrás de Mateo para que no me pille). A continuación, una selección de sus perlas:

1). Este fue el diálogo al entrar.

Pediatra: ¿Cuánto tiempo tiene el niño?

Jiko: El lunes cumple 5 meses.

Pediatra (consultando la ficha en el ordenador): Ajá. Vale, desnudadlo. ¿Cuánto tiempo tiene?

Jiko: Cuatrocomaochentaycinco meses...

Pediatra (sigue mirando a la pantalla): Sí, a ver... Mateo Marca Escamilla... ¿Cuánto tiempo tiene?
Yo: (miro a Jiko) ... El día de Nochebuena cumple cinco meses...

Pediatra (se levanta a ver al niño): Qué bien está, qué guapo, ¿cuánto tiempo tiene?

Jiko y yo (balbuceando entre la risa y el mosqueo de cámara oculta): esto... cinco... meses... casi...


2). Hablando sobre los nuevos hábitos alimenticios de Mateo, el pediatra nos indica: "Esto se lo podéis dar en lo que en España, y más concretamente en Madrid, se llama 'la hora de la comida". Ahí fue cuando escondí la cara en la espalda d
e Mateo y estrellé mi rodilla contra la de Jiko, que intentaba no descojonarse como yo.

3). Para explicarnos cómo debíamos hacer una papilla de carne y verduras nos dibujó una sartén con unos mondonguillos dentro que eran "trozos de pollo" y unas rayitas abajo que era "fuego lento" y un cazo con unas líneas cruzadas que eran "un puñadito de judías verdes" y cuatro circulitos que eran "patatas, lo más importante". Jiko no pudo más y le dijo: "Has dibujado la sartén. Eres un crack". El pediatra, entre sorprendido y orgulloso, dijo: "Sí, siempre la dibujo". Para los incrédulos, aquí está el insigne boceto:


4). Sobre los nuevos hábitos del cuidado de la piel de Mateo, nos dijo: "Dado que tiene la piel muy delicada igual es conveniente bañarle en días alternos. Los días que NO le bañéis le embadurnáis de crema Nivea, de la de lata; los días que SÍ le bañéis le ponéis después aceite de borraja o, mejor, de oliva de un grado, que lo peor que tiene es que el niño os va a oler a ensalada, pero no pasa nada".

5). Nos dijo que ya había llegado el momento de dejar de esterilizar todo. Yo pregunté si los biberones los podíamos lavar con un detergente normal tipo Fairy. Él contestó: "Perfecto, Fairy Ultra". Es un hombre de marcas.


6). Sobre el tipo de carne adecuado para las papillas, nos recomendó: "Pollo, pavo, añojo que es baratito, y potro, que lo compráis en Hipercor".


¿Es un crack o no es un crack?

domingo, 16 de diciembre de 2007

Ana, a partir de ahora


Querida Ana:

Bienvenida. Antes de nada, tus Jikotíos queremos agradecerte haber nacido el día 14: nos has hecho ganar la porra. Así que dile a tu padre que cuando quiera nos puede dar lo recaudado y como sabemos que la cantidad contiene ceros a cascoporro, dado el afán apostador de sus amistades, dile también que no se haga el suecoikea.


Bueno, pues eso, que bienvenida. Que llevamos esperándote un porrón y que las ganas de verte ya era mono...Y eso, verte, a las cuatro horas de nacer, ha sido increíble, Ana. Eres muuuy chiquita y muuuy morena, y tienes el pelo neeegro y los dedos laaargos, y te he oído hablar el idioma de los ratones y mirar fijamente a las voces a tu alrededor. También, según me contó tu madre, a la que quiero muchísimo y un poquito más cuando entré en la habitación del hospital y la vi tumbada contigo al lado, has sacado ya un pelín de mala leche, pero yo no lo ví. Te vi dulce y enroscada, templadita y sonrosada, aprendiendo a comer. También vi llegar a tu hermano Rodrigo y su cara al mirarte por primera ver, asomándose a la cama con la merienda de jamón y queso blandito en la mano, cuidadoso, nervioso y asombrosamente acostumbrado a tí en cero coma segundos.


Tienes mucha suerte, Ana. ¿Motivos? Muchos. Te digo unos cuantos. Uno: conozco a tus padres desde que empezaron a quererse, allá por el pleistoceno, y, aunque ya te irás dando cuenta, se quieren mucho mucho y con ellos te vas a sentir segura y te lo vas a pasar pipa... (bueno, te aclaro: a tu madre la conozco desde que tengo uso de razón y es mi hermana y mi espejo y mi punto de mira y mi árbol familiar y mi compañera de vida, ya te contaremos... Tu padre llegó después, y le adoro desde entonces, cuando tenía greñas y la forma de la guitarra en los dedos y un deje de duples reyes sotas que me parte de nostalgia cada vez que lo recuerdo...). Dos: conozco a tu hermano desde que nació, me ha babeado la cara y me ha venido a despertar a la cama de Bernardos y me ha hecho morderle de lo que le quería (y le quiero). A tí te va a querer mucho, Ana, y te va a cuidar como si fueras la fortaleza de los Bionicles, que es mucho decir, ya lo verás. Tres: conozco a tus abuelos, aunque mucho más a los maternos. Sólo puedo decirte que con ellos vas a descubrir cosas que te dejarán frita, y que te curarán los catarros en el pinar y te harán guisitos de chuparte las encías. Cuatro: conozco a los amigos de tus papis, o al menos, a la mayoría, que pertenecen a una especie muy rara denominada "bigardos". Bufff, Ana, ahí vas a tener un filón de carcajadas y calorcito.


Y cinco: en este quinto y último punto (no quiero aburrirte nada más nacer) no se si vas a tener mucha o poca suerte, pero resulta que voy a ser tu madrina (¿o lo soy ya?) y quiero que sepas que te voy a querer con toda mi alma y que te voy a seguir con la mirada y la merienda y las ganas de comerte a besos y que voy a contarte mil pelis y a llevarte al cine a ver otras mil, y que siempre podrás contar conmigo. Siempre. Conmigo, y con tu tío Jiko, que hará muchas tonterías para que te rías, seguro, y con mi niño, Mateo, que sólo es medio año mayor que tú y con el que espero que descubras muchas, muchas cosas. Para empezar, vuestras primeras navidades.

Bienvenida, pequeña. Comienza la aventura.


Tu tía Bárbara.

jueves, 29 de noviembre de 2007

Ya es Navidad (por primera vez)


Creo recordar que los últimos titantos años me he cagado en la madre que parió a los comerciantes empeñados en adelantar la Navidad con muñecajos en las fachadas y espumillones y nieve de plástico y demás chorradas del corte cortilandia. Veinticinco de... ¿noviembre? Fun, fun, fun.

Y resulta que cuentan mis padres el otro día que han colocado unos osos y unos pingüinos tamaño ñú en la calle tal y que a Mateo le podría molar, aunque no se entere mucho. Así que me cojo a Jikito y quedamos todos allí, en el zoo de hielo ése en plena ciudad y en pleno noviembre, que de Navidá, ná de ná.

Y saco a Jikito de la maxicosi y veo sus ojos mirando al oso de mentira que él no sabe que es de mentira y entonces me reinvento a mi misma con eso que me entra de pronto por dentro y decido que... ¡¡¡vivan los comerciantes que ponen muñecajos de Navidad en todas partes!!! ¡Y el espumillón! ¡Y Cortiland... bueno, no nos pasemos con la reinvención, Barbarica, hija.


No fueron los osos el único primer paso de Mateo en la Navidad. El paquete que mis padres llevaban encima resultó NO ser una manta como me dijeron, mintiendo y faltando al espíritu de la Navid... me estoy pasando otra vez. Bueno, resultó ser un árbolito de Navidad con pieses y bracicos y nariz y boca y, por supuesto, bolas, que no se veían. Un árbol que sacaron, en un gesto que da pistas sobre su nuevo entusiasmo (da gusto verlos, a ellos y a mi abuela, que repite su nombre como un mantra), al final de la comida y que dejó a Mateo completamente alucinado... Se lo quedó mirando....


... buscó una explicación...


... sin saber aún lo mejor: el árbol tenía un botoncillo secreto que, al apretarlo, se ponía a cantar y bailar O Christmas Tree en modo pachanguero molón, moviendo todas las ramas al más puro estilo Celia Cruz y carcajeándose como un abeto desquiciao. La cara de Jikito pasó de la sorpresa..
.



...al alucine...


..
y después, con esa sonrisa de descubrimiento, al más puro entusiasmo. Así miró su primera Navidad:


PD: Cómo eché de menos a Jiko ese día. Pero cuando volvió de trabajar, Jikito repitió cada gesto delante de él y del árbolico, como sabiendo que Jiko no podía perdérselo (luego me dijo que a la que se la veía como loca con el O Christmas Tree era a mí...).

Él, jabón. Nosotros, jamón


Jikito sigue pimplándose el baño. Como si fuera sopa. Le pone Jiko boca abajo, para que nade, a su manera, claro, que es eléctrica, y le sujeta sólo la barbilla para que no trague agua. Y él nada de nada (y nada que nada), abrevando del agua enjabonada que chorrea de la mano como si fuera un Vega Sicilia. Se relame. Vega Nenuco.

Nosotros ya no lo impedimos. Y le dedicamos, después de su bibe (Vega Almirón) y ya en la cuna, las primeras lonchicas (y no tan chicas) de un cincojotas que acabamos de recoger, regalo tardío de nuestra boda (gracias Capa y Silvi! A ver cuando os pasáis para comer... s
ólo un poco, dice Jiko).

Glu, glu, ñam.


¡Viva el jamón y la madre que lo parió!

viernes, 23 de noviembre de 2007

A ver qué pasa


Hoy, me vais a permitir, voy a hacer de este blog un diván. Y no sólo entenderé, sino que casi lo aconsejo, que no sufráis el tostón de leerlo. Casi es un impulso visceral de verbalizar mi momento, 'asín' de simple.

No se si sentiría de otra forma si tuviese veintitantos años, si acabase de comenzar mi carrera o si de mi dedicación absoluta dependiese mi futuro profesional. No se si, en ese caso, no me plantearía cosas que ahora son casi prioridades. El caso es que Mateo, a mis 35, me ha hecho ver las cosas de otro modo. Llevo currando desde los 18 años, justo cuando empecé una carrera que no debería existir tal como está planteada, pero esa es otra historia.

Han sido años, muchos, increíbles en los que he descubierto un oficio que me encanta, en parte porque he tenido la suerte de poder ejercerlo pegadito a mi pasión, el cine. He aprendido mucho, me he divertido, se me han agarrado los nervios al estómago cuando me he enfrentado a algún reto profesional (como cuando me mandaron a mi primer festival), he disfrutado escribiendo, viendo películas, conociendo a la gente que las hace, que las piensa, que las critica, he compartido momentos increíbles con personas sabias y transmisoras, generosas, me he reído a rabiar, he hecho muchos y buenos amigos, y también me he chupado horas y horas extras, fines de semana incluidos... No tiene ningún mérito, así está montada la historia, y se que no trabajo en una mina, y que he tenido muuucha suerte, siempre lo tengo presente. Pero también me he comido muchos marrones y, sobre todo en la última etapa de mi trabajo, he tenido que aguantar una sobredosis de mezquindad, ignorancia, chapucería, vulgaridad, injusticia, mala leche y mucha gilipollez. Y una labor diaria muuy alejada de lo que realmente me gusta. Eso es lo peor.

Y Mateo me ha resituado. Por eso creo que lo que tenía en mi trabajo, esa seguridad de una nómina y eso de estar "conectado", no son más que excusas para no lanzarme a buscarme la vida con lo que realmente quiero (ver cine, escribir sobre ello, disponer de mi tiempo) y aguantar las tonterías justas (a ver, no estoy ciega: no trabajar en una redacción no es sinónimo de no tener que aguantar muchas chorradas de gente lerda, pero como que es menos tóxico no tenerlas delante...).

¿Que es complicado? Mucho. ¿Qué tiene muchos riesgos? Seguramente, y no sólo económicos (en los peores momentos pienso en la posibilidad de que se haya acabado mi carrera... y no lo soportaría y me muero de miedo). Pero pienso: ¿quiero levantarme amargada cada mañana para ir a un curro que odio con una gente que maneja el cotarro desde la más absoluta desfachatez? No. ¿Quiero estar cabreada muy a menudo por eso? ¿Y que mi hijo y Javier lo sufran? No. ¿Quiero estar orgullosa de lo que hago? Sí. ¿Quiero aprender de lo que hago? Sí. ¿Quiero no sentir ilusión por lo que escribo? No, rotundamente no. Y, sobre todo, ¿quiero estar con mi hijo el mayor tiempo posible durante estos primeros años de su vida? Sí, sí, sí. No lo entiendo de otro modo. No he tenido un hijo para perdérmelo cada día durante ocho horas, en el mejor de los casos (mi trabajo exige unas diez o doce horas diarias durante dos semanas al mes). Entiendo y respeto esa opción, pero no la comparto, es que no lo siento así. No se si pensaría de otro modo si las cosas en la empresa fueran de otra manera, o si en el futuro todo cambiará, pero ahora, cuando veo a Mateo...

Y si las cosas no me salen como quiero, y no consigo poder "vivir" de las colaboraciones o de mi 'proyecto web' con Javier, y necesito un replanteamiento profesional, pues como no llevo anillos, no se me van a caer por currar en lo que sea, vendiendo forros polares en Coronel Tapioca, por ejemplo, que ya lo hice. Escribir es algo que siempre seguiré haciendo, aunque empaquete polainas.

A esta "cosita" me enfrento el próximo 14 de enero, día de mi incorporación obligada a mi "gran" empresa de mierda. Igual me tengo que tragar todo esto y, finalmente, me acojo a la jornada reducida... Hablo de esto con Javier y se que él me quiere feliz, y sabe, como yo, que en la empresa eso es básicamente im-po-si-ble. Es increíble la fuerza, la seguridad, la tranquilidad que me da su apoyo, bestia, rotundo e incondicional. También por eso me siento afortunada, a pesar de la incertidumbre, del vértigo, del miedo. Ay.

A ver qué pasa.