Aprovechamos una mañana helada para subirnos a un caballo y dar vueltas en redondo. Hicimos cola para ver a la cartera real y justo cuando nos tocaba, Mateo nos dijo echando marcha atrás:
-Igual cuando sea un poco más mayor.
Mientras, Luc se movía en arenas movedizas: ahora quiero sentarme en el caballo. No, en la cebra. No, en el tigre. No, en el cisne. No, en el primer caballo... Y todo esto sin una palabra y con mil índices.
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