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Hoy es el cumpleaños de mi padre. 38 tacos. Me parece un mogollón. ¡Pero si mi mes y medio me parece toda una vida! Ya me he visto las manos y los pies, conozco el tacto del agua y el sabor de la leche, y ya casi casi he aprendido a sonreír (lo que llevo peor es lo de cagar porque es un asco y porque no me apaño muy bien..., pero eso es otra historia). Al tema. Que mi padre cumple años. Y debe ser algo importante, porque mi madre, que había comprado los regalos en pequeñas escapadas absurdas (dejándome a solas con mi padre, qué morro), ha aprovechado la nocturnidad de mi toma de las seis de la mañana para sacarme los eructos (rutios, los llama mi padre) a toda hostia y dejarme en la cuna para sacar los regalitos del armario.
El caso es que la muy burra, a pesar de meterse en el baño para no hacer ruido, ha montado un escándalo con las bolsas de mucho cuidado. Así que yo, por putear, me he puesto a llorar para despertar a mi padre, que en ese momento estaba dando un concierto de cuerda y trombón. Jeje. Así que me ha cogido en brazos y hemos ido al salón justo en el momento en el que mi madre venía corriendo con un ataque de risa. Qué te pasa, le ha preguntado mi padre. Y mi madre ha balbuceado algo entre la risa que no hemos entendido ninguno de los dos, aunque los dos ya sabíamos de qué iba la vaina: ruido de bolsas en la madrugada del cumple de mi padre... Blanco y en botella, ha pensado mi padre (y yo he deducido: un biberón).
Pero hay más. Ha sonado el timbre y era un señor que traía una bandeja con globos y un desayuno lleeeeeeno de cosas con chocolate para mi padre. Era el regalo de mis abuelos de mamá, que hacen regalos así de chulos. Mi madre me ha cogido en brazos (a mi ya me estaba pareciendo aquello demasiado barullo) y me ha colgado del bracete una bolsa y otra más y he sido yo el que le he dado a papá los regalos (los auriculares y la camiseta de la foto de arriba: ¿a que me quedan de coña?) y luego le hemos hecho una broma y le hemos "dirigido" por la casa diciendo "frio-caliente" hasta que ha encontrado el último regalito, que era un señor de goma muerto para poner un boli. Este regalo no lo he entendido muy bien, pero papá se ha descojonado y le ha dado a mamá un beso de amor.
Y ahí he dicho basta porque había demasiada atención dirigida a cosas que no era yo y me he puesto a berrear para que me mirasen y jugasen conmigo. Así que, jeje, han aparcado la tarta, las velas, los globos, los regalos y los besos de amor y me han puesto en culo en la cama y me han hecho tonterías de esas con las que intentan que me ría. A mí, la verdad, me hace gracia, pero me hago el loco mirando el techo. Al final sonrío y hago ruiditos y aprovecho a hacer pis justo cuando me quitan el pañal, porque me hace más gracia aún verles intentando de pronto no entrar en la trayectoria del pis.
Mola esta vida.
Feliz cumple, papi.
PD: Me he puesto a pensar en qué me regalarán en mi primer cumple (he oído a mi padre decirle a mi madre que debería comprarme un iPhone. No se qué es).
2 comentarios:
Yo no doy conciertos de cuerda ni trombón. Ni ronco.
Tu hijo es un cabrón chivato disfrazado de bolsa de leche.
Yo sí que los doy, Mateo, y a base de bien, pero no te chives a Beatriz que la tengo convencida de que es el vecino.
Javier
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