viernes, 29 de junio de 2007

Dos coma seis


Este es JikoPato, el sonajero que Bea ha traído a Mateo de Holanda (junto con un camión de ropa… ¡¡¡que se te fue la pinzaaaaaa!!! Mil gracias de nuevo, amiga).

Cuando lo tocas, cruje. Como yo. Estoy rara.


En realidad, llevo unos días muy rara. O es que los días son raros. No se. Me queda, en teoría, un mes para parir y me siento fatal: apenas me puedo mover sin que algo me moleste, no encuentro la postura, duermo despierta, siento pinchazos, presión y dolor, tengo las piernas hinchadísimas y ni me acuerdo de lo que es tener tobillos, no me llega el aire y hace tanto calor… y, poco a poco, el ánimo se me baja a los talones, que están como huevos estrellaos, me siento pequeñísima, sola y extraña, como si me echara de menos, como si no me reconociese ni en este cuerpo ni en esta forma de ser, no encuentro fuerzas ni puedo, como antes, echar mano del humor, no entiendo, no me entienden, tengo miedo a todo, al parto, a este cerco y las sombras, y me siento culpable por sentirme mal y quejarme cuando es evidente que lo que me está pasando es maravilloso. Sólo quiero que pase, tocar a Mateo, abrazarme a Jiko, que últimamente no me aguanta ni yo a él, y que se me pasen estas putas y absurdas ganas de llorar que tengo cada dos por tres por cuatro.


Hoy he ido al hospital a ver a mi amiga Mari Carmen, acaba de dar a luz a dos gemelas, Laura y Paola. He llegado hecha polvo, después de un viaje en metro con el aire acondicionado estropeado y sudor y gente y muchas escaleras y un nudo en la garganta. He esperado a la otra parte del trío piscinero, Lucía (ella dio a luz hace dos meses y las tres hemos construido en poco tiempo una extraña amistad, llena de lugares cálidos y complicidad y planes), en la calle, hablando por teléfono con Bea, embarazada de tres meses y también con el ánimo fosco. Qué virus, dios. Un bucle lleno de bombos y bebés y canastillas y nervios y largas esperas.


Pero todo, el calor, el bajón, todo, se me ha olvidado cuando he cogido en brazos a uno de los bebés de Mari Carmen. Era Paola. Me la he colocado encima de la tripa y la capacidad de contarlo con palabras se me acaba justo aquí, porque es imposible trasmitir lo que he sentido teniéndola en brazos (de cabeza a la cursilada, qué más me da), mirándola, tomando consciencia de su peso (2,6 kilos, justo lo que nos dijo el ginecólogo que pesaba Mateo hace apenas unos días), de sus manos diminutas, de sus pies enroscados, de su manera de respirar, de su cabeza en la palma de mi mano… Y me he tocado la tripa aun con ella en brazos, sintiendo fuera lo que tengo dentro, y me he reconciliado de pronto con esta forma de esperar.


1 comentario:

H.Wells y X.Bea-Murguía dijo...

Vamos, vamos... Ese ánimo arriba que ya no te queda ná.

19 días y pelo moreno.

BEsos

Javier