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Así son nuestras ocho de la noche. Jiko con Luc encima, lleno de sueño y de leche caliente, a punto de cuna. Yo con Mateo, batallando la cena, negociando el postre, aguantando la risa cuando hace el helicóptero con un melocotón, limpiándole la boca, a punto de cuento y cama. Cuando acabamos, Jiko y yo nos rendimos en el futón. ¿Alguna vez fuimos sólo dos?
"Te quiero, enano".
(Mateo dice esta frase agachado, dando un beso a Luc en la frente. Durante un segundo se les olvidó pelearse).
A mi favor tenía la lubina al horno, eso siempre es un sí lleno de emes: mmm... Pero se me plantaba delante la batalla del brécol. Así que ataqué yo primero (asesoramiento del Jikogeneral en guardia mediante): brécol en montaña, lecitina de soja coronando y banderitas improvisadas con palillos, dibujos, celo. Una ofensiva en toda regla. Et voilà! Un éxito en las trincheras.La noche siguiente, frente a dos salchichinas con puré de patata, volvió el enemigo:-"Mamá, se te han olvidado las banderitas".Gané una batalla. Sólo.
Luc habla por los codos. Y se le entiende todo. Sin una sola palabra. Levanta el índice, señala. El bote de azafrán, le llama el rojo. Así que vas y coges... el equivocado. No quiere el romero, tú estás tonto o qué. Otro intento. Nuez moscada, albahaca, semillas de mostaza. Y así hasta que le oyes sonreír. Es que su sonrisa suena. Y entonces sabes que has acertado.Y así con todo. Lleno de rizos. Entendiendo.
Todo le sorprende. Porque todo es nuevo. Yo lo veo nuevo, todo, con él. Nuevo por segunda vez. Ahora descubre el cuerpo. -¿Qué tengo en mis pies, mamá?-Esto de fuera es piel, dentro tienes carne, ¿ves?, esto blandito. Y debajo tienes muuuchos huesecitos...-¿Y en mi cara, qué tengo?-Huesos duros, mira, toca en la frente, toc, toc. Y aquí en las mejillas, carnecita rica.-¿Y en mi barriga?-Uy, ahí muuuucha carne.-... ¡Y chocolate!Cómo no voy a reírme con las clases de anatomía.