
A mi favor tenía la lubina al horno, eso siempre es un sí lleno de emes: mmm... Pero se me plantaba delante la batalla del brécol. Así que ataqué yo primero (asesoramiento del Jikogeneral en guardia mediante): brécol en montaña, lecitina de soja coronando y banderitas improvisadas con palillos, dibujos, celo. Una ofensiva en toda regla. Et voilà! Un éxito en las trincheras.
La noche siguiente, frente a dos salchichinas con puré de patata, volvió el enemigo:
-"Mamá, se te han olvidado las banderitas".
Gané una batalla. Sólo.
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