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En la trona, Luc es un periscopio. Le sale la cabecilla por encima de la bandeja y gira y se vuelve y voltea y recorre cada esquina, cada ruido nuestro, y aletea con las manos llenas de ganas de que le cojan, el muy perro. Luc grita "aaaaaaaa-tá" mientras sigue a su hermano con la mirada y cuando Mat hace el tonto para él, entonces Luc se deshace en gritos y carcajadas y me busca como para compartir y siempre me encuentra, y entonces le veo esos dos dientillos y me entra un nosequé por dentro que tengo que dejar lo que esté haciendo y tirarme de cabeza a la trona para acortar distancias, aún más. Me gusta como huele Luc, me gusta incluso cuando suda, le huelo hacia dentro y me metería en su cuello y me comería sus manos. Me las como, de hecho. Está muy grande, mucho. Va a cumplir 7 meses y ya trata de ponerse de pie. El muy burro. ¿Y estos brazos? Ni Stanley Kowalski al pie de esas escaleras...
Dos años, de un soplido. Así, zas. Sin casi darnos cuenta. El año pasado, mismo sitio, Mateo empezaba a andar, empezaba a masticar, no decía ni mu. Ahora, habla hasta con las manos, come como un soldado después de una batalla y corre más que el tiempo. Mato crece. Y disfrutó como un loquito-cocolo. Estuvimos casi todos y faltó el más importante: Jiko, de andadura panadera en Daylesford, amasando panes y planes crujientes. Qué forma más densa, más burra, de echarle de menos.
Este año Mato sopló su vela doble. Bffff, bffff. El aire para arriba, mal orientado, los ojos en el chocolate. Mientras aplaudíamos me miró e imploró: "Cuchilloooo", con tanta prisa siempre. A sus alrededores, Luc durmiente y creciente en brazos de todos y en una esquina siempre de mi vista; Mateo y Olivia, más tiernitos que la tarta, avanzando la tarde a golpe de ganchitos, palotes, tapachús; las abuelas, llenas de Mateo hasta los codos (el abuelo vio el evento a través del objetivo de la cámara... menos mal, esta entrada no existiría); y sus tíos Luis (de sangre), Silvia (de sangre, también), Omar (de tinta y ganas), JuanjoPepa (de parque y mimos). Un gusto que comenzó con un capítulo íntimo: Mato y yo retozando en el césped, un segundín de besos, muerdos, risa, mividaentera, previo a la fiesta, para mí sola.













Helo aquí, Mateo actor, puro Método. Helo aquí, en los brazos de su padre por un día, Paquirri. Helo aquí, camino del Goya. Llamadme Carmina.
Pues sí, los nenes actuaron por un día, los dos para el mismo papel (el de jajajajaja Cayetano jajajajaja Rivera jajajajaja Ordóñez, modelo de Armani, no, perdón, torero) en una peli que está haciendo Telahinco sobre la vida de Paquirri. El rodaje era en una finca de Tarancón, cuarenta grados a la sombra, y allá que nos fuimos, a compartir catering con actorcillos caracterizados de Carmina, Lolita, Pantoja y demás fauna, y a que Mat y Luc, vestidicos ad hoc, diesen al personal una lección dramática que ni Brando. Y sin necesidad de frase.
Escena de Luc:
exterior, mediodía. A la mesa están sentados Carmina, Fran (que no quiere comerse los huevos fritos con arroz) y la tata, que lleva en brazos a un Cayetano lozano, guapísimo, irresistible a sus cinco meses de edad. En pleno sollozo de Carmina, angustiada porque su matrimonio con Paco está destinado al fracaso, ains, Luc exclama "gaaaatatatatata", que quiere decir, "Ay Carmina, vas a acabar mu malamente". Sólo le entendemos Jiko y yo. Al grito de "¡corten!" todo el mundo alaba la introspección de Luc en la escena. El script, incluso, se enjuga una lágrima.
Escena de Mateo:
exterior, tarde. Carmina discute amargamente con Lolita por haberse tirado, desalmá, a Paquirri, ella, que era su amiga del alma. En una rabieta sin precedentes, Carmina vuelve a su coche, un Volkswagen Golf Cabrio donde están sentadicos Fran y un Cayetano lozano, guapísimo e irresistible a sus dos años de edad, y arranca despechada hacia la salida de la finca. Aquí comunicamos que aunque el equipo alabó el porte Bogart de Mat (un control de las emociones impropio en un actor debutante, dijeron), no creemos que en la escena final vaya a verse poco más que la coronilla de Mat, tan a gusto que estaba él sentado en el asiento de atrás mientras su madre ficticia perdía una amistad pura.
He aquí algunas instantáneas del glorioso debut del Mat y Luc... Bueno, más bien de alguna que otra pausa en el rodaje de sus escenas, porque a Luc ni dio tiempo a inmortalizarle con el pichi setentero que le plantaron, y a Mateo, como decía, apenas se le ve en la parte de atrás del Golf. Eso sí, el vestuario y el peinadico de Mat no tienen desperdicio. Cómo nos reímos.





Sin ninguna duda. Lo mejor de ser madre y padre y muy señores nuestros es hacer el payaso.
Día de nubes y claros y, claro, de abuelitis y nietitis al cuadrado, Jiko y yo en segundo plano gustoso. A Mat se le llena la boca nada más bajar del coche (abuelooooooo, abuelaaaaaaa) y luego las manos de juguetes sobre la hierba y ganas de agarrar a mis señores padres hasta del tobillo, no sea que se le escapen de entre sus planes esclavistas. A Luc se le llena el cuerpito de siesta y mimos. Agua, cielo abierto, horas largas con brisa, osobuco con arroz blanco, Madrid lejos por un día, un poco de relax con cuatro manos más (ay, yo respiro), y mucho, mucho amor. Yo no pido más. Bueno sí, pero no hoy.







Luc, a su edad, nos da lecciones de cómo dormir sin que la realidad se le meta en medio. Qué envidia.