
Este año Mato sopló su vela doble. Bffff, bffff. El aire para arriba, mal orientado, los ojos en el chocolate. Mientras aplaudíamos me miró e imploró: "Cuchilloooo", con tanta prisa siempre. A sus alrededores, Luc durmiente y creciente en brazos de todos y en una esquina siempre de mi vista; Mateo y Olivia, más tiernitos que la tarta, avanzando la tarde a golpe de ganchitos, palotes, tapachús; las abuelas, llenas de Mateo hasta los codos (el abuelo vio el evento a través del objetivo de la cámara... menos mal, esta entrada no existiría); y sus tíos Luis (de sangre), Silvia (de sangre, también), Omar (de tinta y ganas), JuanjoPepa (de parque y mimos). Un gusto que comenzó con un capítulo íntimo: Mato y yo retozando en el césped, un segundín de besos, muerdos, risa, mividaentera, previo a la fiesta, para mí sola.














2 comentarios:
¿y si lo repetimos ahora en septiembre? Por Javier, digo. Y porque lo pasamos tan bien que es tontería que sea un día al año.
Está tan mayorpequeño, Mateo...
¡Hecho!
Publicar un comentario