Se subió Mateo de excursión a la buhardilla (él la llama 'buhardería') con su padre, a desentrañar telarañas y cajas con tesoros y rincones oscuros. Dejó la huella de sus manos polvorientas en la pared de un túnel secreto. Y bajó contando maravillas. Y cargado con una pizarra que pretendía ser una sorpresa futura. Feliz.
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