jueves, 5 de noviembre de 2009

Encontrármelos así

Una tarde de diario en casa de los abuelos Rosa y Miguel (ejerciendo de fotógrafo oficial). Qué gusto llegar de trabajar y encontrármelos así. Y qué curioso: años y años escuchando por ahí eso de que los abuelos te salvan la vida con tus hijos y nunca supe qué significaba de verdad hasta ahora.






domingo, 1 de noviembre de 2009

Mis tardes

Éstas son mis tardes, con uno a cada lado, echando de menos al panadero, que recibe estas fotos en su móvil mientras amasa pensando en nosotros.

Malitos

Hemos estado malitos en secuencia dominó. Cayo primero Luc, casi sorprendido de no aguantarse el biberón. Le siguió Mato, pobrín mío, que sumó al revoltijo estomacal fiebre y ganas sólo de estar en brazos. Y después yo, claro, tan cerca. Y después los abuelos, tan cerca, también. Y cuando ya pensábamos que era el único salvado, cayó Jiko justo antes de irse a trabajar una noche de domingo. Y así, una semana entera. Baldaos todos.

El paraíso

El paraíso existe y no son los columpios. Está en la calle Fuencarral. Consiste en un pasillo blanco reluciente, hace poco de la inauguración, con uno de sus lados repleto de cajitas de cristal rellenas de... gominolas. Cientos, miles, todas diferentes. Mateo no puede ni sonreír de la emoción. Es puro nervio, puro éxtasis. Hay que arrastrale a la salida.


Mirar a Luc


Así es Luc, sonrisa pura y blanda. Ganas de que le muerdas flojillo, le beses fuerte, le busques entre las sábanas, dejarse mimar. Le gusta mirar el cielo y el suelo, casi al mismo tiempo, y a su hermano Mateo mientras le baila el agua (y alguna coplilla de Mamma mía). Escupe el chupete casi desde que nació. Pero es porque tiene pacificadores propios: el corazón y el anular, reblandecidos de tanta babaza, somníferos sin efectos secundarios. Igual algún día se nos escapa algún 'bocao'.

Los intelectuales van a hombros

Es decirle Jiko "¡Mato, a hombros!" y Mato lanzar grititos de emoción. Lo malo es que no puede evitar la pose de escritor de culto en contraportada de best seller. Porque aquí ríe, pero casi siempre adopta gesto adusto, trascendental, intelectual de pro, con esos dedinos apoyados en la barbilla sin barba, propia de cualquier escritor que se precie. Jiko tiene las orejas pelín dañadas, de tanto prestarlas como riendas.

El preso y el visitante


Parece una visita a la cárcel. Sólo que el preso es el que está feliz y el visitante, el que tiene intenciones aviesas. A través de los barrotes se hacen burradas, se buscan las cosquillas, se las encuentran. Y siempre queda la alfombra para el encuentro cara a cara y el combate cuerpo a cuerpo. Pobres árbitros, nosotros, que no tenemos autoridad ni ná.


El Duende de la lluvia

Así son las tardes en casa a la vuelta del parque, justo antes de los bañosbesoscenasdormir. Mucha luz, filas de coches, aparacamientos imaginarios, diálogos a baja frecuencia, baba mía. Mientras juegan y me miran y preguntan y me buscan, yo respondo y pienso qué hacía antes de todo esto.


Y también dibujo. El impulso se lo debo a mi amiga Bárbara, que en una cena de domingo y escala en Madrid, y contándonos qué hacemos por, para y con los nenes, me describió sus proezas con los plastidecor y me abrió las ganas, que ya me habían aparecido por la cabeza alguna vez. Me estrené con El duende la lluvia, personaje que me inventé una noche de cuento y que se ha convertido en el prota de cada noche con Mateo. A estas alturas, el Duende de la lluvia ya tiene amigos del alma (los tulipanes y la flor moradita), un caballo, una escapada en tren, una fiesta con golosinas y un atracón de gominolas con meteorismos tóxicos (aportación de Jiko Guarroman)... Lo vestí así porque Mato tiene un pijama igual (pantalones verdes con rayas negras y camiseta verde) y unas zapatillas rojas. Le chifla.


También pinté un elefante...


... y una jirafa a la que mi madre llamó, generosamente, camello.