sábado, 14 de febrero de 2009

Como Luc por su casa

Ando yo extraña y confusa con la realidad desde que Luc llegó a casa. Con eso de tener que bifurcar la atención sin porcentajes, cien por cien al uno, cien por cien al otro. Con esas sensaciones a estrenar, por mucho que sea una experiencia repetida. Ando confusa porque no se aún cómo manejarme sin cuatro manos ni cuatro ojos, queriendo desdoblarme como el personaje de Amanece que no es poco, ser dos, o mejor tres, y así recuperar un poco a mi Jiko (o que él me recupere a mí), que con este reajuste doméstico sólo acertamos a encontrarnos entre toma y toma de Luc, entre daca y daca de Mateo, entre un sueño cósmico y, a veces, entre las ganas de salir corriendo hasta llegar bastante lejos.
Eso sí, luego los miras, Luc con ojos de biberón con espuma, Mateo con ese '¡no!' que acaba de estrenar, y entonces, pese a la confusión, el reajuste y el desdoblamiento, gritamos ¡que viva la confusión, el reajuste y el desdoblamiento! Aunque con unas horitas más de sueño, que... dices tú de ojeras.





Y Mateo, el pobre, con los efectos secundarios y bestiafebriles de las vacunazas de los 18 meses, que le han dejado el muslo como el lomo de un Miura, el ánimo por los suelos, las noches en blanco y un lloriqueo incesante sólo frenable con ración doble de entrega. Ya se va recuperando, parece.

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