lunes, 21 de julio de 2008

10 días en Mallorca

Antes de enseñar estas vacaciones, debería empezar por el principio. Y el principio somos Lara y yo desde hace una eternidad, risas, pinopuentes accidentados, deseos conjuntos de patio y de recreo, impulsos de veterinaria y granja a medias... Somos amigas desde los 6 años y en la última década apenas nos hemos visto... Así que este desayuno de aquí arriba (tres cruasanes para dos ... ¡y nos quedamos cortísimas!) y estos días juntas nos los debíamos. Decir 'sí', por fin, a su invitación isleña fue un acierto. Pa'mpezar, ella y Miguel, anfitriones dispuestos a llevarnos del aeropuerto a altamar en menos de lo que uno se calza el bañador, se encargaron de que la vista que tuviésemos al despertarnos cada día en Sóller fuese ésta:

La rutina, podréis suponer, comenzó a ser muy dura allí: jikobaños largos, de risas de sal rica y gritos nuevos, con Mateo convertido en calamar, todo tentáculos buscando el mar.

... baños de Jiko al amanecer, estrenando playa, casi rompiendo el silencio de las seis y media de la mañana y arruinando el trabajo del alisador de arena con sus dedicatorias escritas con la parte artística del pie... [Jikito y yo vigilábamos, posando desde nuestro balcón casi a ras de palmera]...

...y esas tardes con Lara, Miguel y Miguelito, los bebés durmiendo y los ¿mayores? casi. En la piscina del hotel o en esta casaca en la colina frente a la bahía, o donde fuera. Lara y yo, en esta sobremesa de la foto de abajo, casi tuvimos suerte: pudimos charlar unos 7 minutos seguidos.

... Y entonces llegó un mapa de la isla y unas recomendaciones pintadas en orillas y comentadas por Miguel. De todas, previo paso alucinado, alucinante y curvilíneo por la maravilla que es Valldemossa, nos quedamos con una: la playa d'Es Trenc. Aquí me callo:









... Mateo imparable paraba a la sombra, envuelto en su toalla-delfín:


De que nos llevásemos de Palma lo mejor en la memoria o, mejor dicho, en el paladar, se encargó Lara. Sabiendo ya de qué pie cojeamos nos metió en el fresquito de Can Joan de S'Aigo, una heladería-croissantería-cafetería de la parte vieja en la que comimos, y no es exageración (nosotros, de cumpliditos, ná de ná), los mejores helados de fresa y avellana y las mejores ensaimadas de nuestra vida gastronómica (luego se encargarían ella y Miguel de recomendarnos el mejor sitio para comprar sobrasada... una maravilla de pasillo naranja y oloroso)...

... Allí dentro, con cangrejos escondidos bajo los muebles y los morros blancos de azúcar glas, comenzó una buena amistad... ¿Quedarán dentro de años para veranear juntos?


*Se me queda cortísimo el resumen, así que pongo en modo lista las cosicas de las que quiero acordarme cuando piense en estos 10 días en Mallorca:

-El tranvía de Sóller, media hora de trayecto con brisa y naranjos y olivos y Mateo asomándose casi hasta tocar la via.

-El restaurante Can Gata, en el centro de Sóller-pueblo, con un patio interior que envidiamos de forma malsana. Comimos cebollas rellenas anti-anemia.

-Los paseos diarios a las 7 de la mañana por el borde del mar. Los 3 solos. Sin un ruido. Mirando casicas con ánimo comprador, con el "¿y sí...?" en los labios, con el sueño de esos paseos todo el año.

-Las tostadas con aceite de Sóller cada mañana. Iba Jiko dentro, yo cantaba a Jikito fuera, seguíamos a los patos, y volvía Jiko con la bandeja llena de zumo frio y más tostadas.

-Las cenas al final del día en el hotel (de postre "aissssss", en modo susurro) y las dos con Lara y Miguel: una en el Randemar, otra en la casa de la colina, indio en penumbra.

-La paella del Marina (repetimos, repetimos, repetimos) en la terraza, viendo la bahía, sin nada que hacer, sólo estar.

-El desayuno del Hotel Espléndido: un despiporre que a Jiko casi le deja allí 'clavao' después de: tres tostadas de pan de centeno con salami, salchichón con pimienta, queso curado, queso cremoso, queso azul, aceite, jamón, huevos, salchichas, beicon, yogur, cereales, madalenas, bollitos, chocolate, zumo de naranja... Y la pobre camarera que nos preguntó, muy al principio, cuando sólo nos habíamos servido el café: "¿Pero... no van a comer nada?"...

-... Y la gran, inolvidable, magistral pregunta de Jiko en ese desayuno, al camarero del Espléndido, al observar dos cestos llenos de naranjas, unas tersas, perfectas, otras más arrugadillas: "Por favor, ¿qué diferencia hay entre estos dos tipos de naranjas?". "Bueno...", contestó el camarero, "...éstas son pomelos".

-El paseo repitiendo "Hotel Dadivoso, Hotel Dadivoso, Hotel Dadivoso...".

- Los baños a última hora de la tarde en la piscina del hotel con Lara y Miguelito, entre semana. Me gustaba pensar que esos ratos eran algo habitual...

-El momento del "frito mallorquín", plato típico del restaurante de Fornalutx Can Antuna, recomendado por Lara y Miguel, que resultó ser un festival de vísceras bailando entre inocentes verduricas. Intentamos remediar aquello con unos salmonetes. La cosa empeoró. Menos mal que también nos habían recomendado el pastel de limón. Eso sí que fue un acierto... con mayúsculas.

-Por supuesto, el Hotel Marina, nuestro cuartel general, un lugar cálido donde nos trataron como si llevásemos el mismo apellido de cada uno de ellos; donde Teresa, Isabel y Mariví quisieron ser novias de Mateo; donde María nos hizo todo fácil; donde al segundo día ya íbamos saludando a tolmundo (Jiko en perfecto alemán).

-El centro de Palma que recorrimos con los Frontera al completo. Los patios, las casas reformadas, los rincones, la muralla, otra vez nosotros pensando "¿y sí...?".

-La casa en penumbra y de pronto luminosa de Lara y Miguel, las vistas. La noche en las literas blancas, con Jikito soñando en la cuna blanca de Miguel, la alfombra roja sobre el dibujo de las baldosas... El salmorejo de Lara y el calamar encebollado, y ese helado cayendo sobre el álbum del viaje de novios... aaahhh!!! Y las risas, y los malentendidos que terminaban en coña, y el partido de golf que casi deshidrata a Miguel y a Jiko, y el paseo estresante por las calles de Sóller-pueblo, y el pisotón intencionado a los kinkis de las motos... Vuelvo a reirme con todas estas imágenes sin foto.

-Y mi tripa incipiente, a golpe de pensar que ya somos cuatro.

1 comentario:

Clara Montagut dijo...

Mateo esta para comérselo!! Es mas, me lo como en cuanto lo vea, seguro. Y esos ricitos rubiajos.....