domingo, 30 de marzo de 2008

Un domingo cualquiera

Un domingo cualquiera madrugamos como cualquier día. Incluso con el reloj cabrón, que este domingo, en concreto, se ha comido una hora. Pero es domingo y yo no trabajo y desayunamos dos veces y vemos una peli y estamos tooda la mañana juntos, los tres. Un domingo cualquiera salimos al sol con aire y con cita de aperitivo, y compramos una revista y Jiko se desilusiona con un anuncio ("son cosas variopintas") y propone un plan irrechazable a las puertas de un kiosko ("Jika, ¿y si cogemos un diario así, a lo loco?") y nos encontramos, en una calle peatonal porque es domingo y MadriZ es así, un espectáculo de danza con nivelazo. Así, de pronto:

Sacamos a Jikito de la silla, para que pueda ver mejor lo que no entiende pero sí intuye, le bastan formas y giros en el aire para quedarse loco:

Pero no le dura mucho. Al poco de empezar el espectáculo le descubro mirando serio y fijamente a un japonés que ya no sabe qué hacer. No nos habíamos dado cuenta: la cara de Mateo estaba a unos diez centímetros de la del japo. Así andaba el pobre hombre, sin posibilidad de echarse atrás por la marabunta y con el compromiso de mantenerle la mirada a un bebé de 8 meses. Vaya plan, sayonara. Improviso entonces estas fotos para salvar al pobre señor del acoso. Se ve un trocito de su cara (liberada) a la izquierda:

Y el aperitivo, con Pepa y Juanjo y Mateo y Olivia, ese cuarteto con el que de vez en cuando compartimos tardes y con el que nos esperan, por suerte, otras muuuchas tardes de parque de barrio, se convierte, por usos horarios, en comida. Y en un lugar tan cercano a casa que nos había pasado inadvertido. Un error... solucionable. El Gorro Blanco, que así se llama, nos ha dado espacio y unos platos muy, muy ricos: pisto con huevo y virutas de manchego, chipirones con sus patitas encebolladas, tempura de verdura, y una presa ibérica con migas que estaban para salir de allí sin una gota de rencor. Mil gracias por la invitación, chicos,... aunque se que esta noche sueño, fijo, con un tremebundo "accidente" baloncestista subsanado (casi) con cinta aislante... auch.

El café (bueno, qué morro, el café digo... ¡unos tremendos helados Giangrossy de dulce de leche y chocolate!... seguimos con la dieta postparto), en casa, con Mateo tratando de comprobar si la oreja de Olivia era de verdad...


... y Mateo (II) emulando a Supermán...
... y Jikito dando las gracias porque hoy, por esos usos horarios, ha recibido sus papillas y biberones... ¡una hora antes!

¡Vivan los domingos cualquiera!

viernes, 28 de marzo de 2008

Mateo a raya

Hoy, ni una palabra (casi). Sólo atardeciendo más tarde, ganas de retozar, rayas, más rayas... y Mateo cumpliendo 8 meses.







¡Hay algo en el suelo!

Tenemos el suelo lleno de Mateo, últimamente. Antes se conformaba con el cuadrilátero; desde que aprendió a salir de él, sorteando los rodillos como el salto de altura clásico (boca abajo, pero sin colchoneta, es decir; chichón), ya sólo se conforma si toca madera. Y así vamos, viendo sus primeros gateos, más de gato (maúlla) que de gatear: se retuerce en círculos o "pa'trás", aunque va progresando. En breve ofreceremos vídeo de los avances. Todo esto por el suelo, pero le encanta, también, el aire:

Aquí estamos bailando un vals, versión cocina. Se ríe como un poseso, en alto y haciendo pedorretas, apretándose contra mí por el vértigo de las vueltas, buscando mi cuello como un refugio... Siempre lo encuentra:

Otro juego, de nuevo en el suelo, es dar palmas a la madera y hacer torres con las manos... Por ahora es un juego avanzado, de extremada dificultad y éxitos relativos...


Y éste es uno de sus juegos favoritos: el tumbing. El primer día que lo hizo le pregunté si no le daba vergüenza. Me miro de 'lao', un buen rato, y luego siguió viendo Baby Einstein, capítulo lapiceros. Me da envidia, ese falta rigurosa de regomello...


viernes, 7 de marzo de 2008

Paseando a Mateo


Todo pichi en su silla, con las gafas de Jiko y las ganas de no perderse ni una farola, ni una nube, hasta que el sueño o la risa le puede. Mateo motorizado (es un decir) va viendo la calle, el cielo, la gente, todo, menudas siestas, y, últimamente, grita, a vueltas con el arnés, para que le saquemos. Para seguir viéndolo todo, pero desde la altura y el gustico de los brazos. A veces, cuando grita mucho, Jiko y yo interpretamos un dúo trombón-oboe. Nos mira lucinado sin decir ni mu, antes de que explotemos de risa y él se vuelva a cabrear.

Nos gusta cuando va pensando...



Cuando se ríe a carcajadas...


Y cuando ronca como un ratón.

martes, 4 de marzo de 2008

Sol y morroscos

Qué gusto cuando aún no es primavera y ya es primavera. Así, con sol fresco y calorcito, pasamos el día los cuatro (Javi y Bea, Jiko y yo) con mi ahijada, Ana, su hermano Rodrigo y Mateo. Es decir, nuestros morroscos. Hacía un siglo y unos días que no nos veíamos más que por teléfono (de ese sí, y mucho), pero ya había ganas de tocarnos un poco. Aperitivo inesperado fuera, Ana pimplándose teta doble, Mateo lanzaba sus bracitos a Rodrigo, le chupaba la cara y casi le pedía jugar, y Rodrigo se dejaba y le hablaba y compartía con él las risas y las ganas de andar sobre este muro. Me acuerdo cuando Rodrigo era así de pequeño...

La morrosca, con sólo dos meses y medio, se parte de risa, la tía. Y es blandita y pesa una pluma y se parece tanto a su hermano. La siesta, en ese argentino que nos alimentó la nariz antes que la boca (¿no es el de la parrilla el mejor olor del mundo?), fue de campeonato: Mateo y Ana sobando al airecito mientras nosotros nos pimplábamos gramos y gramos y gramos de carnaza y escuchábamos relatos y puros del último viaje de Javi. Rodrigo sólo pensaba en jugar y se olvidó de su postre... Menos mal que Bea y Jiko andaban cerca de ese helado de dulce de leche...