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Va más allá de pasar el rato. De divertirse. Para Luc, jugar al fútbol es el sentido de su cuerpo, dar forma a la jugada en su cabeza y que se le escape el pie. Prueba, entrena, se cansa, vuelve, se cae, se levanta, chuta, imagina chilenas y que es Neymar.
Y qué duchas, después.
En las sombras se oyen pasos mínimos hacia regalos crujientes y lucecitas mínimas. Hora: 6:35 a.m. Ver esas caras, impagable.
Este años cambiamos Tres Cantos por la Castellana, con Paloma y los grititos de Teoblas. Balcón de lujo y luego a pie de calle, zambombazos de caramelos y cañas de después.
Así, formalmente, en la palestra, nos preparamos 12 lacasitos cada uno para dar la bienvenida a 2015. Los Jikos enmarcados.
Taaaan largas son las vacaciones que nos da tiempo a todo: ser papitos noeles, hacer con Mateo y Olivia tarros de nieve (con lista de la compra) y renos rebonitos, ir a conciertos en el Conde Duque, ver a Enak y Lola, ¡tomar el sol en pijama! y soplarle a Baltasar una larga lista de Lego.
Este año, por fin, nos hicimos un árbol de Navidad. Un palé de Panic hecho tablas, mucha ayuda de la sierra y la maña del abuelo, unas luces prestadas de la abuela y voilà, para casa, donde lo decoramos con mil cosas en una tarde amorosa en la que las bolas fueron retratos y corazones en oro, y bajo el tronco, Godzilla y unas excavadoras.
Se vienen un día de vacaciones, la redacción desierta. Y se hacen becarios entre páginas del DOM, que convierten en campos de fútbol y circuitos de marcianitos. En un descuido, empapelan de dibujos las paredes del jefe supremo, que parece encantando (parece). Nos regalamos después una comida con Inma y Marcos para ubicarnos.
Mateo pierde las dos paletas (esa que se ve en la foto aguantó solo dos días) y Luc se estrena en el desdentadismo. Los bocatas de Panic se complican.
Mateo con fiebre y petequias, término que aprendemos en urgencias y que no significa nada salvo un sustito inicial. Con décimas se vuelve blandito, más bebé, y dejamos que pase el tiempo entre las sábanas y mil mimos.
Luc se queda a pasar la noche con los abuelos y Mat y yo nos escapamos con nocturnidad a comer perritos a uno de esos sitios que te llevan tiempo atrás. Mateo le pilla el truco a la máquina de música y nos montamos un concierto de los Beatles para los dos solos. Yo le beso. Y le beso. Y le beso.
Indios y vaqueros y durmientes y vaguncios y lectores y cambiadores de cromos. Nuestra casa es fortaleza y escenario ("estrenario", como dice Luc) de batallas infinitas y amor sin saber que lo es.
Premio a la Jika por pasarlo requete, léase: entrevistar a José Luis Cuerda por los 25 años de Amanece que no es poco. Discurso con nervios, casi lágrimas del Jiko, presencia de gente a la que quiero, aparición de Cuerda y felicidad completa. Qué dia.
Vamos a Matadero a ver Moby Dick y resulta un obrón a pie de alfombra y a los pies del capitán Ahab, arponero Quijote. Para celebrarlo, pork bun en angar con actuación que no fue (pero sí hubo sidecar) y un futbolín en la Cantina.
O Filemones. Les conocen en expo y peli, pero me da que no es el momento. El momento fue el nuestro y las recuperaciones con modernez se quedan lejanas y frias. Con todo, ellos se tronchan.
De aquellas frases, estos banjos. Los chicos de Panic agradecen al Jiko lo que todos saben con este regalazo, que demanda clases intensivas. En casa le damos bola y ese tingli-tingli-tinc se nos hace banda sonora durante un tiempo. Con la guitarra de Mat de acompañamiento.
