Ocho treinta de la mañana y la chulería amaneciendo. Pichi con vaqueros y zapas, pseudocastizo con sonrisa creciente por la promesa de chocolate con churros nada más llegar al cole. Luki, en casa, se quedó con un clavel robado. Y juntos, luego, tocaron peces de colores hechos con huellas de manos pequeñas. Anda y que me ondulen.
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