domingo, 18 de julio de 2010

Goviedo (I). La llegada


Entramos en Oviedo con Luc dormido y Mateo preguntándonos si lo que veía era, por fin, Goviedo. Es Oviedo, cielo. Sí, eso, Goviedo. Pues Goviedo. Sin discusión. A ver a los abuelos Luis y Beni. Nos recibieron suaves, y nos fuimos a un parque con trenes a medida, agua disparada y césped hasta el mar, casi. Comparado con la sartén que era Madrid esos días, el fresquete de Goviedo fue un galivio.







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