sábado, 24 de abril de 2010

Por cierto

"Luc, el chocolate está riquísimo, es muy bueno para la tos, por cierto" (Mato, instruyendo a su hermano sobre las bondades terapeúticas de un vicio).



Mateo al teléfono

Habla con la abuela Beni y le cuenta que ha construido un barco-coche para un dinosaurio feroz que come arándanos morados como Dora la Exploradora. Al rato se cansa, como siempre: no entiende que haya que sujetar un chisme para hablar. Así que lo deja tirado, Beni con la palabra en la boca hasta que uno de nosotros lo recupera para un adiós entre risas.

Paparazzi

Fui paparazzi esta tarde cualquiera en que salimos los cuatro a la calle aprovechando un parón de lluvia y no pude resistir el seguimiento y acoso a mi hijo mayor. Trotando, gritando, riendo, todo él.








Mientras uno duerme...

...el otro asalta. No falla. Si es Luc el que está roncando, Mato se asoma a su nariz para tocársela. Si es al revés, Luc es capaz de subirse el Lego a la cama y deconstruir allí su sueño profundo, pieza a pieza. Tiene el morro de mirarnos como si no entendiese de qué va la vaina. Para completar, entona su famoso (y altísimo) ¡aaaaatá! Es entonces cuando Mateo abre los ojos, confundido.





Lacasitos

"¡Luc, te voy a mordisco!".
(Mateo, en una forma verbal con querencia al sustantivo, y justo antes de ver a Luc saliendo por patas con su bote de Lacasitos).

El último de la fila

Sigue con las filas. De coches, su especialidad. Ni en un parking de pago las plazas son tan perfectas. Él mismo se sorprende de la simetría, la jirafa frente al cadillac. Luc se parte, creo que incapaz de saber aún si lo de su hermano es manía o don.

Bajo las sábanas

"¿Por qué no se ve la oscuridad?".
(Mateo, justo después del cuento, justo antes de dormir profundo).


Dos felpudos y un destino

Dos felpudos para sendas realidades paralelas. Pepa al teléfono, yo con la mercancia a punto, repetida aposta. Para seguir con las coincidencias-similitudes. Nunca un felpudo representó tan bien al destino... Aunque obviaremos eso de limpiarnos los pies antes de entrar.

La cena

Llegan las ocho y a cuatro manos. Qué momento. Código Lyoko, frases para apuntar, churretes, guisantes uno a uno, aaaaaagua, ahora qué hay de postre, mamá qué cosa más rica. Quiero que nada de esto se me pierda en la memoria.

La calçotada

Nos invitó Gusete, conocedor de nuestras pasiones... por coincidencia. Calçotada en pleno Madrid, con su salsa romesco y su butifarra y su comerse todo como si fuera el fin del mundo. Jiko fue reportero gráfico, yo, salivadora. Y Luc y Mateo se debatieron entre el sueño (de soñar en mitad del griterio) y la exploración de un jardín lleno de secretos, perros saltimbanquis y cobertizos misteriosos.






lunes, 5 de abril de 2010

Todo ruedines

Un parche para pinchazos fue la excusa para parar en la planta de bicis. Yo, dispuesta a enseñar paciente el manejo de los pedales, me quedé colgada en las bajuras: Mateo, todo ruedines, salió disparado, pedaleando él solo, sin mi ayuda, sin mi. Le vi mayor, de pronto.

Urbanitas


Luc estrena rape y desafia a la gravedad en el parque desconocido del faro de Moncloa. Mateo se disfraza de sí mismo para tirar dos mil seiscientas piedritas al estanque. Meriendan al trote, se roban los batidos. Se hacen curasana en las rodillas. Se vuelven a casa diciendo, "me gusta el campo". Urbanitas.




Con ocho basta

Como diría Dora la Exploradora (nuestra filósofa de pacotilla): "We did it!". Por fin. Los 8 de excursión, a un lugar secreto con tortilla, pollo empanao... y bollos preñaos del Jiko, de ésos que te reconcilian con tó, a rodajitas asturianas. Los 8 pendientes de los 8. Un tobogán con riesgo, hormigas, lombrices, dos setas. Una siesta imposible, una cocina entre piedras, un búho descubierto. Los 8, volviendo a casa destrozados, bronceado rojuno, mil preguntas en la parte de atrás del coche. Los 8, con ganas ya de repetir.