Como los elefantes de El libro de la selva, al ritmo de un tam tam lejano y peliculero, ha subido hoy Mateo, por primera vez, las escaleras como un adulto, alternando los piecitos (antes los juntaba en cada escalón), contando udo, dó, triesh, cuato... Eso sí, como un adulto llegando a casa a las mil y con sobredosis de jotabé. La euforía y el vaiven podían con él.
PD: Esa manita que me sale del codo izquierdo es Luc.
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3 comentarios:
Eh! Que ella lleva a los dos niños, pero yo llevaba las bolsas del súper, la de los pañales, cuatro litros de leche entera, un carrito, seis kilos de manzanas, un botijo doble, el parachoques de un seat toledo... y en la otra mano cuatro cajas de alfajores, un tamtam policromado, un bidón de horchata, una pareja de chinos y el manual de los bornes de un pacano. Y me quedé atrás para hacer la foto, que conste, que, si no, habría llegado primero, fregado el suelo y hecho la cena.
Como llegué segundo, me tumbé un ratico... a jugar a los chinos.
Eso, eso, te tumbaste un ratico, mientras yo cambiaba a los niños, vaciaba las bolsas del súper, las de los pañales, metía la leche entera y los seis kilos de manzanas en la nevera, limpiaba el botijo doble y sacaba brillo al parachoques del seat toledo... y luego desenvolvía los alfajores, buscaba sitio para el tam tam policromado, me bebía el bidón de horchata y traducía al murciano el manual de los brones del pacano ese. Ah, y, por supuesto, como jugaste un ratico con los chinos, tuve que darles de cenar, con el saque que tienen.
Sí, sí... pero bajé la basura. Bueno, no la bajé, pero cerré la bolsa... ¿o no?
¿Sake? Eso es japonés.
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