skip to main |
skip to sidebar
Gijón, todo nuevo
Nos lo dijo nuestro pediatra loco en la última visita: "¡No importa que coma arena, eh?!". Así que ahí le plantamos, en la playa de Poniente, como relleno (con sobredosis de jamón) de una croqueta de Beni (o de la yaya), a punto de pillar el empanado justo y crujiente. La sorpresa se le plantó entre medias de los dedos. No entendía. Se le perdían los granitos entre las yemas y probaba con el índice a tactar la humedad y el crocanti, cogiendo sin conseguir atrapar nada. No hubo quien le sacara de ahí...


Le sacamos, al final, y después de mil toallitas los huequitos entre dedos ya estaban sin arena-panrallado. Beni aparece seria, pero sólo ante la cámara: todo el paseo llevó los ojos pegados a los de Mateo, y unas ganas rasantes de darle uno, dos, cien muerdos a sus papos. A Mateo le sentaba bien el fondo del mar y a nosotros, de gris, nos sentó bien un aire distinto.
De Gijón se me clavan en la agenda los paseacos que nos llenan los días (por largos, por chulos). Y esta foto de abajo, que hizo Jiko en una de esas fructíferas venas de fotógrafo callejero que le dan ("¡cómo me gustan así, Jika, muy quemadas!"), me presta la que más, porque es luminosa y andamos todos en fila india y Mateo mira todo por primera vez. Todo se ve distinto, de pronto, con él en brazos, a través de sus ojos. Un semáforo es un juguete, las palomas son un parque de atracciones, una pared, un panel con sombras y personajes ocultos... ¿No mola verlo todo así, de nuevo?
Está guapo Luis aquí, cruzando. Es pasión lo que tiene Jikito con él. Es verle y volverse tarumba por llegar hasta sus brazos. Y es capaz de estar en ellos horas. Luis es uno de los mejores lugares para Mateo. Da gusto.
En lo míos se queda frito... Claro que el paseo duraba ya dos horas y con tanto que ver no había habido tiempo pa'dormir. Así que cayó rendido a pocos metros de llegar a casa. Mi sonrisa es de felicidad y de cosquillas: noto su respiración en el cuello y se me pone la carne de pollo y me muero de gusto...

Jiko hace retratos bonitos de nosotros tres. Extraños y bonitos. Jikos en paso de cebra, se llama este:
¿Que la bañera es algo común? Pues sí, pero para el resto. Nosotros, como hicimos la ducha de obra a ras de suelo, no hemos podido disfrutar de un baño con Mateo, así que en este viaje nos resarcimos: un día se metió Jiko con él y otro, yo. Quien haya disfrutado de un momento como este sabe de lo que hablo... El resto os lo podéis imaginar entre pelotas de espuma comestible.


Al vaciar la bañera, aparecieron entre la espuma quince granitos de arena.
5 comentarios:
genial
dan ganas de hacer uno
...
...
...
un viaje a gijón, aclaro.
;)
Está hecho un tritón
...y Mateo también
JAJAJAJAJAJA... Ni Neptuno en su época dorada...
Eh! Qué pasa?
Publicar un comentario