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Este es JikoPato, el sonajero que Bea ha traído a Mateo de Holanda (junto con un camión de ropa… ¡¡¡que se te fue la pinzaaaaaa!!! Mil gracias de nuevo, amiga).
Cuando lo tocas, cruje. Como yo. Estoy rara.
En realidad, llevo unos días muy rara. O es que los días son raros. No se. Me queda, en teoría, un mes para parir y me siento fatal: apenas me puedo mover sin que algo me moleste, no encuentro la postura, duermo despierta, siento pinchazos, presión y dolor, tengo las piernas hinchadísimas y ni me acuerdo de lo que es tener tobillos, no me llega el aire y hace tanto calor… y, poco a poco, el ánimo se me baja a los talones, que están como huevos estrellaos, me siento pequeñísima, sola y extraña, como si me echara de menos, como si no me reconociese ni en este cuerpo ni en esta forma de ser, no encuentro fuerzas ni puedo, como antes, echar mano del humor, no entiendo, no me entienden, tengo miedo a todo, al parto, a este cerco y las sombras, y me siento culpable por sentirme mal y quejarme cuando es evidente que lo que me está pasando es maravilloso. Sólo quiero que pase, tocar a Mateo, abrazarme a Jiko, que últimamente no me aguanta ni yo a él, y que se me pasen estas putas y absurdas ganas de llorar que tengo cada dos por tres por cuatro.
Hoy he ido al hospital a ver a mi amiga Mari Carmen, acaba de dar a luz a dos gemelas, Laura y Paola. He llegado hecha polvo, después de un viaje en metro con el aire acondicionado estropeado y sudor y gente y muchas escaleras y un nudo en la garganta. He esperado a la otra parte del trío piscinero, Lucía (ella dio a luz hace dos meses y las tres hemos construido en poco tiempo una extraña amistad, llena de lugares cálidos y complicidad y planes), en la calle, hablando por teléfono con Bea, embarazada de tres meses y también con el ánimo fosco. Qué virus, dios. Un bucle lleno de bombos y bebés y canastillas y nervios y largas esperas.
Pero todo, el calor, el bajón, todo, se me ha olvidado cuando he cogido en brazos a uno de los bebés de Mari Carmen. Era Paola. Me la he colocado encima de la tripa y la capacidad de contarlo con palabras se me acaba justo aquí, porque es imposible trasmitir lo que he sentido teniéndola en brazos (de cabeza a la cursilada, qué más me da), mirándola, tomando consciencia de su peso (2,6 kilos, justo lo que nos dijo el ginecólogo que pesaba Mateo hace apenas unos días), de sus manos diminutas, de sus pies enroscados, de su manera de respirar, de su cabeza en la palma de mi mano… Y me he tocado la tripa aun con ella en brazos, sintiendo fuera lo que tengo dentro, y me he reconciliado de pronto con esta forma de esperar.
Estas de arriba somos mi amiga Bea y yo. Dibujadas por su hijo de 6 años, Rodrigo. Así nos ve. La de la izquierda es Bea, con el pelo sin rellenar, es decir, rubio, y con otro dibujo pequeño (o "kepeño", como decía Rodrigo cuando era kepeño) en la tripa, que es un serecillo de tres meses al que Rodrigo, por ahora, llama Hormiga. La llama Hormiga sin saber que hormiga es con hache. Y por eso las iniciales que aparecen sobre la cabeza de Bea son OMPR, es decir: Ormiga, Mamá, Papá, Rodrigo. Foto-dibujo de familia.
Y por eso las iniciales que hay sobre mi cabeza rellenada, es decir, morena, son MBJ, es decir: Mateo, Bárbara, Javier. Y a Mateo, como se puede apreciar, lo dibuja más grande que a "Ormiga", porque él sabe que a Mateo le queda apenas un mes y medio para llegar y a su hermana o hermano Ormiga, un poco bastante más. Y creo que a Bea la dibuja más pequeña que a mí porque en ese momento yo estaba y ella no. Ella estaba en Benidorm, bailando los pajaritos.
Me he acordado de una frase de Guille, el hermanito de Mafalda, cuando es pillado después de pintar cosicas por todas las paredes de la casa: "¿No es increíble todo lo que puede salir de un lápiz?".
Cuando de a luz me voy a comer:
-Un jamón Joselito.
-Un bocadillo de chorizo.
-Una bandeja de sushi.
-Una botella de Protos.
-Un vodka con limón.
Todo lo prohibido estos nueve meses y todo, en la mismísima habitación del hospital. Con Jiko al lado y Mateo encima (con capucha, para que no le caigan las migas del bocata).
Claro, hay un problema. La lactancia. Borramos Botella de Protos y Vodka con limón. Añadimos… ¿una sin? Auch.
Estoy harta de la báscula y me acabo de comer un Toblerone (Nota: a mi no me gusta el dulce… ¿o no me gustaba?). No me veo los pies (ya se que es normal, pero… ¡no me los veooo!!! Y creo que me han desaparecido los tobillos) y me acuerdo de esa bonita época del embarazo en la que sólo me apetecían judías verdes y zanahoria hervida. Ahora sigo comiendo más o menos eso, pero tengo hambre, la pinta de la foto de arriba (menos morena y sin piercings) y un nuevo lema: Whopper Texas BBQ.
Mientras pelo las judías y las zanahorias pienso en:
-Canelones de mi madre: con carne y queso, gratinados, casi crujientes.
-Filetes rusos con patatas fritas.
-Bocadillos (todas las combinaciones, con rúcula y salsas).
-Hamburguesas (gochas, de supersizeme).
-Perritos, del Nebraska de Cuatro Caminos. Varios.
-Salmón ahumado, con blinis y crema agria.
-Tiramisú que hace Jiko (dicomuenooooo). Se mezcla y suena y salivo.
-Arroz con sepia (me apetecía y lo he improvisado hoy: también dicomueeeeno):

Estoy arremoliná, como este tiempo de otoño que me obliga a tener el bañador colgao del índice día tras día. Oigo a Jiko hablar por teléfono. Dice: “A ver si la saco a dar un paseo”.
Vale. Me lo merezco. Llevo diciendo meses que me imagino a Mateo "saliendo", ya en el paritorio (y perdón por ser tan gráfica), con su crestica y su barba, una especie de versión Mini-Yo de Jiko. No lo puedo evitar. Lo veo, lo veo.
Y claro, tenía que pasar: una foto adelantada en el tiempo de Mateo a mi imagen y semejanza. Asco de Photoshop Adobao.
Jiko, como esto se cumpla te crujo.
PD: ¿Hay filipseif-dobleacción para bebés? Ay...
Llevo casi ocho meses, y mucho más los dos últimos, entre la certeza y la incertidumbre. Nunca me he sentido más segura y nunca más frágil. Nunca más vulnerable y nunca más fuerte. Nunca tan cansada y nunca con más energía. Nunca más nítida y nunca, nunca, tan borrosa, en un cuerpo que me enorgullece, esta panza en cuarto creciente, sin acabar de reconocerme en él. Me fotografío mes a mes en blanco y negro, para ver si me veo en las líneas de antes y en las formas de ahora. Y sí, creo.
La tripa se mueve sola y noto piel bajo la piel. Y puños y pies pequeños y ataques de hipo. Es extraño y apabullante, son nervios y calma, sola y nunca más sola.
Jiko y Mateo son el sitio de mi recreo.
Estamos alucinaos, como JikoCerdo (éste de arriba, fue el primer muñecajo que le compramos: ¿no son la monda las dos pezuñicas?). Pues eso. Alucinaos. Hace poco, Jiko descubrió un sitio en Internet con ropa de bebé muy chula: sin nada azul claritoooo!!!!!!!!!!!!!!!!!! Milagro. Ni cuellos ni perlés ni vainas. Es un grupo de marcas nórdicas que hacen bodys y pijamas y gorros y cosicas molonas, un poco en plan setentero, muy divertidas (hay una tienda en Madrid que también tienen cosas suyas... se llama älva y está en Divino Pastor, 23).
Bueno, pues antesdeayer por la tarde, en un arranque de locura (nos propusimos hace tiempo jajajajajaja no comprar nada jajajajajajaja que no fuera jajajajaja "necesario": jajajajajajaja), hicimos un pedido y la cosa es que ha llegado... ¡esta misma mañana! Un señor ha llamado al telefonillo (como el del desayuno de colores del seis del seis), ha subido los cuatro pisos y nos ha entregado, sin una gota de aliento (y sí unas cuantas de rencor) un paquete con todo. No le faltaba ni el eneldo espolvoreao. Por eso estamos alucinaos. Día y medio entre pedido y entrega. ¿Os imagináis eso mismo aquí?: "Oyessss, que ha llegao un mail...", "Vale, ya lo voy abriendo...mañana o pasao...". En fin, éstas son algunas de las cosas de nuestros amigos-cagando-leches nórdicos:
Cubrepañales (o pronto-gayumbo) incendiario: sus primeras cagarrutas en versión eternal flame:

Gorro para la pisci:

Modelo Alhaurín, pa'su primer castigo sin salir de la cuna:

Peto de manifestación. De pana y color (gas) mostaza:

Bodys para sus primeras fiestorras en el parque (el verde y el de Freddy Krueger son de la misma marca, pero de la tienda de Madrid). Con su primera balalaica entonará la canción del verano (que no es la de los micrófonos): "Ponte el cinturón, protege tu vida, tu seguridad, es muy importante...". Llenazo de maxi-cosis:
No me extraña que un embarazo dure tanto. Si no, sería imposible hacerse a la idea. Y no hablo sólo de la realidad palpable de convertirte en “madre” o “padre”, sino de todas esas cosas que hasta el Instante Predictor te son más ajenas que Saturno y que, de pronto, comienzan a formar parte de tu rutina… a pesar de que sigues sin entender ná de ná. El mejor ejemplo: la canastilla.
La canastilla. ¿Qué demonios es eso?
Todo comenzó el día en que nos dieron el programa con las clases de Preparación al Parto. Jiko me dijo, abrumado:
-“Jika, el 9 de mayo tenemos clase de una cosa que se llama... canastilla”.
Ya, dije. Pero ahí me quedé. Intenté explicarle la imagen que yo tenía en la cabeza (ya sabéis: mimbre, lazospuaj, cosas azules y jaretas y batista -¿batista?- y entremeses variados), pero entre el desconcierto y mi careto como de asco, el enigma de la canastilla se fue haciendo más y más profundo… Hasta que echamos mano de Internet y entonces… todo fue peor. Más palabros:
-“Jika, aquí dice que tenemos que llevar al hospital una polaina y un arrullo”.
Ya, dije otra vez, por inercia pero sin terminar de entender el idioma... “¿Sabes lo que es una polaina, Jiko?”.
-“Sssssi…” (Jiko mira al techo cuando miente. Miró al techo).
Y así andamos, con la puta canastilla (perdón, yaya) y el diccionario a vueltas. Gracias a Bea, que nos ha surtido de todo lo necesario (hasta ese gran parche que se llama “pezonera”, augh…), la cosa tiene mejor pinta (mirad la foto de arriba…¿está todo, eh?). Creo que nadie se dará cuenta de que la cestita está reciclada (mú apañá) del súper desayuno de cumpleaños (ups) y de que sólo me falta por comprar una cosa que ordeña y se llama sacaleches (siempre pensé que era un medicamento para imprimirle carácter a uno), aunque no estoy muy segura de si eso pertenece o no a la canastilla…
En fin, que nosotros seguimos como en otro planeta y encargamos por Internet para Mateo cosas como éstas de abajo: unos babylegs, algo así como unos calentadores para que se le llenen las piernas de colores y las manos de ganas de jugar con ellos. Acaban de llegar. Molan, ¿no?
PD: Hoy los padres de Fernández de la Vega miran a nuestro balcón desde la cornisa de enfrente. Vuelan de poco en poco, con las alas llenas de ausencia.
Hoy, a las 14:35, se ha muerto Fernández de la Vega. Vale, suena a coña, pero estamos tristes. Era una de las dos palomas que nacieron hace unos 20 días en nuestro balcón. La otra se llamaba María Teresa (Jiko las bautizó así al poco de nacer: eran rubias, con los pelos de punta –aún no tenían plumas…– y delgadicas-delgadicas… Bueno, mirad la foto…). Fernández de la Vega siempre fue más pequeña, más débil que María Teresa. Ésta batía sus alas ensayando el primer vuelo y restregándole su tamaño y sus ganas, y su forma de llevarse siempre la mayor parte de la comida que traían, puntualmente, sus padres (él gris, ella blanca) y a veces Jiko (una vez le pillé tratando de meter en la cesta de la compra una caja de alpiste...; otra, les hizo un cuenquito con arroz, ay). Cuando contamos a la gente que una paloma estaba haciendo un nido en nuestro balcón, todo el mundo dijo: qué asco. Y sí, tampoco es que las palomas fuesen nuestros bichos preferidos, ni queríamos tener el balcón hasta arriba de cagarrutas, puaj, pero creo que las muy cabronas se aprovecharon de nuestro momento paternal tonto. Si éstos están anidando, fijo que me dejan a mí, debió pensar la jodía. Y así fue. Desde el primer día mantuvimos el balcón cerrado, para no molestar: vimos cómo hicieron el nido en un macetero redondo, cómo pusieron el primer huevo, cómo el segundo, y cómo se turnaron, el padre y la madre, para empollarlos: él de día, ella de noche. Como un reloj. Durante 18 días. Nos hizo ilusión cuando nacieron. Tan feos… pequeños, escuálidos, casi sin pelo, piando todo el santo día. Yo sólo me acercaba si estaba el cristal de por medio (con Mateo dentro me daba miedo pillar cualquier mierda…), pero Jiko se convirtió en una especie de cuidador-rodríguez-de-la-fuente: se pasaba el día gritándoles “gruuuuu-gruuuuu-gruuuuu” en dialecto paloma y ellas se volvían locas y aleteaban cuando abría la ventana y acercaba su mano.
María Teresa echó a volar antesdeayer. Y Fernández de la Vega se quedó sola, sin fuerzas. El balcón está tan limpio ahora.
Si digo que ayer, 6 del 6, fue un día redondo, puede sonar a coña, dado mi perfil de 33 semanas. Pero lo fue. A las ocho aeme, una felicitación de beso y almohada, felizcumpleañosjika, y un paquete inesperado con lazo negro y buena pinta. Mis gafas dolceygabbana, guau. Me las pongo con el pelo revuelto y el párpado aún plegado, me puede el sueño. Y suena el telefonillo, ocho y cuarto aeme, y es un señor que... ¡nos trae el desayunoooooo!!!!!! Mis papis, mi yaya, que llevan un mes lejos y son unos cracks con el detalle. Los Jikos comienzan el día con estos señores de amarillo de arriba y estas gafas tan chulas de abajo. A que molaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa...

Y este de abajo es el señor que nos ocupó el mediodía (ya, ya, Faunia es horrible, pero... ¡misión cumplida!). Bichos al alcance de los dedos.

Y en la noche, Javi, Bea, Rodrigo y Hormiga, un final cuadrado al día redondo. Gracias chicos, hoy mismo os envío la fotico señorial, con la boina escocesa watermelon size.
Qué gusto, Mateo, ya verás.

Este es, somos, el par del título, Jiko y Jika, ajustando párpados y coordenadas, preparándonos para lo que viene. Sin un centímetro entre medias, hablándonos a los ojos, viéndonos con las manos, viviendo en este eje en el que todo cuadra, incluso cuando se descuadra. Todos dicen que cuando llegue Mateo ya no tendremos momentos como éste en muuuucho tiempo. Nosotros creemos que los tendremos aún mejores.

Este es Mateo. Aún está en mi tripa. Tiene 33 semanas. Está boca abajo, acomodado en el lado derecho, con el culo en mis costillas. Como nosotros, también él se prepara para lo que viene. No paro de tocarle y él no para de moverse, menos cuando Jiko le habla cerca, entonces se queda quieto, atento. Pesa 1.900 gramos y Jiko ya le ha visto en sueños: mide dos centímetros, está sentado en una silla y dentro de una burbuja... Cada noche le acercamos un altavoz pequeño con Love me tender, de Elvis, convertida en nana por Caetano Veloso. Yo creo que le gusta.
Y este es el primer amigo de Mateo, JikoNiko. Se asoma buscando un ruido, un puño, algo que le confirme que está allí. Mi ombligo es la mirilla.