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Cuando aún no han encendido las luces callejeras, los hermanos Tontines posan con los nuevos diseños de Papa Delgado para esta temporada de inciensos y mirras. Hay renos, pero son imaginarios (como el trineo), así que barren el suelo con posaderas reales y el ánimo por las nubes. El grito de guerra navideña es: ¡Fiesta cachondeoooooooo!
No puede evitarlo: cada vez que Luc emprende maniobra de despierte de la siesta, Mateo aprovecha para cantarle el aria de turno. Luc termina por soltarle un mamporro, alegre ma non troppo, y luego se descacharra de risa.
Todo un sábado allí, con excusa panadera y resultado fenomenalo. Tooooodo el día de pinos pardos.
La Sala Azul es nuestro nuevo reducto cumpleañero, una sala de contención en los bajos fondos del cole donde estos crimina...digo, adorables criaturas destroz...digo disfrutan de una velada sanguinar... digo memorable cuando uno de ellos se hace un poco más salvaj... digo mayor.
Al desconcierto de ver cumplido el deseo de juntarlos a todos en un mismo encuadre se sumó, ¡ja!, el cabreo preadolescente de los dos mayores (Mateo y Enak taaaaaan malotes), el tutú comestible de Lola (¡felicidades!), la coña marinera de Íñigo achuchable, y el desperdigamiento cósmico de Luc, que para qué quedarse sentadico, eh? ¿Pa'qué?
Pensé yo que iban brazada a brazada. Y no. A lo bestia. A saco. A lo hondo. Y hacen el muerto que da gusto. Supermanes de fondo de bikini.
A la carga mis valientes con la espada y con los dienteeeeeees!!! Mis piratas exigen tesoros, amenazan con ataques y abordajes, y se juegan el parche a que se hacen autoretratos de postín como este:
Una tarde tontuela en ca'buelos se convirtió de pronto en un taller artístico a mano alzada. Los lienzos, los óleos y la idea fueron aportación del abuelo. La ilusión, de los chicos, pintores por un día. Exposición a la vista.
¡Yíiiiiijaaaaa! A lomos de Jolly Jumper cabalga saleroso Lucky Luke, en una nueva entrega de sus peripecias con los hermanos Dalton, que... somos nosotros. En esquijama, ay.
De todo lo que me comería, estas son partes preferidas. Debilidades. Fruslerías. Gourmet soy.
Fue estrenar paraguas y convertir el temazo de Doraemon en un 'Singin' in the rain' a dos voces (y cuatro pies).
Nuestro suelo es muchos mundos poblados de zoos, parques y aventuras que encajan. La de horas y universos que pisamos cada día, cada año. Ser fan de los clicks, del Lego, a partir de los treintantos. Qué descubrimiento.
A veces nos pasa esto por delante de los ojos, volviendo a casa después de hacer el indio por ahí los cuatro. Parecen otros mundos. Posibles.
Cuando Mat está malito se vuelve pequeño y cuenta en susurros lo que le pasa por dentro y por fuera de la cabeza. Son relatos para grabar. Y eso hacemos.
Se van de la mano del abuelo al Retiro y recibo un wasap con esto: los dos orzogüeys perdidos. Me llegó baba del abuelo, también. Wasap chorreante.
Y Mateo arrancó a escribir. Palabras enteras. Que lee después. Qué vértigo, qué maravilla. ¡Mateo lee! ¡Mateo escribe! Palabras palabras palabras palabras palabras.
'¡Midad qué motodanga he pintado en la paded!!!', gritó posando ya para la foto de Luc Van Gogh con su obra delineada. Tan pichi.
Un Retiro inesperado, de camino a una comida esperada. Los charcos, comprobamos una vez más, son imanes justo justo cuando nadie lleva katiuskas. O katuiskas, como dice Luc.
Hacer la croqueta cuando un monstruo de las cosquillas te persigue para comerte las cocochas es misión imposible. Y en estas andan, cambiándose los papeles, a la caza y captura del botón de la risa, que como todo el mundo sabe está justo en el séptimo pliegue del cuello derecho.
Luc febril, bajo el edredón, extra de mimos mientras el jiko grande y el jiko pequeño andaban de piscinas. Malito, sí, pero... qué gusto.
