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En el bus. Mato mira por la ventana:-Con lo mayor que soy y no se decir 'descatopable'.
"Voy a dejar este cohete aquí, así a medianoche, cuando sea de día, lo cojo".
Cinco de la tarde. Le pregunto a Jiko:-¿Qué día es hoy, 23?Desde el cuarto, Mato contesta:-No, mamá. Son las 10 de la tarde. Nos tenemos que acostar.
Estaba jugando a su bola, entre coches y dinosurios. Mateo, probando su bici nueva, descalzo. Cuenta Jiko que le dijo a Mato 'así descalzo no vas a poder, es mejor que te pongas las zapatillas'. Y que Luc, desde lejos y de espaldas, dejó los coches y los dinosaurios, se fue a buscar las zapatillas de Mateo y se las llevó hasta la bici. Está más al loro que un infiltrado.
-Mato, ¿cuándo vas a recoger tu cuarto?-Puesh... hasta las cinco y media por lo menos, cuando comamos.(Mateo, un sábado a las 7 de la tarde, con el suelo llenito de Lego y tomándose una pausa en el trono).
A toda pastilla. A rienda suelta. Mato y Luc en el tiovivo. Pasados de vueltas y pidiendo más. Parecen miniaturas.
A veces le hago preguntas raras. Raras para él. Me gusta ver por dónde sale. -Mato, ¿tú qué piensas de la vida?-Puesh... que no tengo tantos dinosaurios nuevos.
-"¡Mira a ese tío cuernos!".Era un alce, en la tele. Mateo recalifica el reino animal y Luc sorbe la programación con pajita.
Un par de minutos antes de esta foto, estaba sentado en el váter. Las piernas colgando, los codos en la rodillas, las manos aguantando la cara, el gesto, de pronto, abatido. Y una frase tan melancólica que pareció viejito:-"Ni siquiera he ido a un país lejano".Y la paradoja de un discurso tristón que termina con risas entre el público... y en el propio autor.
¿Es posible que una lengua diminuta que sale y entra de una boca diminuta con sonido chuip chuip signifique "sugus"? Sí. Impepinablemente. Un sugus, por favor, más bien.
Viernes tarde. Mateo conecta el reproductor de cd. Grita:-¡Música! ¡Barullo!Y Luc le acompaña, sin saber muy bien qué es ser viernes.
Haciendo balance de hermanos. Merienda en mano.
Justo antes de irse a acostar los dos se arrechuchan en el futón. Alargando el tema. Luego, en la cama, que si enciéndenos el mundo (su lámpara), que si mañana a dónde vamos a ir, que si esta tarde he visto un bicho... Y así. Con tal de hacer esperar al sueño. Y después de mil cuentos chinos, Mateo se lanza a la técnica más efectiva, el muy listillo: el chantaje emocional. Pone ojitos tristes, me coge del brazo y suelta con estilo depurado:-Mamá, no te puedes ir, no quiero que te vayas porque entonces me quedo aquí sin padre ni madre. No te puedes ir porque me tienes que cuidar y te quiero. Mami.Y claro. Me quedo. Blandita.
-Mami, ¿me has oído?-Sí.-Pues déjate de oírme.El tío intelectual, a golpe de vista de gafas de plastilina diseñadas by Jiko.