-Mato, cómo te gusta estar tirado en el futón.-Con toda el alma.
Luc asiente, con las mismas palabras enredadas en los dedos que se mete en la boca.


Estaba jugando a su bola, entre coches y dinosurios. Mateo, probando su bici nueva, descalzo. Cuenta Jiko que le dijo a Mato 'así descalzo no vas a poder, es mejor que te pongas las zapatillas'. Y que Luc, desde lejos y de espaldas, dejó los coches y los dinosaurios, se fue a buscar las zapatillas de Mateo y se las llevó hasta la bici. Está más al loro que un infiltrado.
Un par de minutos antes de esta foto, estaba sentado en el váter. Las piernas colgando, los codos en la rodillas, las manos aguantando la cara, el gesto, de pronto, abatido. Y una frase tan melancólica que pareció viejito:
Está "la pisci del tio Luish". Y está la "pisci de aprender", clases semanales al alimón con Mateo y Olivia en las que los tres son tritones y llaman 'profe' a grito pelao al pobre que los domina sobre el agua. Van ya varias clases, pero Mato aún pone resistencia. Sólo hasta que se mete. Entonces, por turnos, nos asomamos a verles y oírles. Y siempre nos pillan. Padres pesaos. Luki disfruta de su atención concentrada esa media hora. El camino de regreso nos destroza. 
Justo antes de irse a acostar los dos se arrechuchan en el futón. Alargando el tema. Luego, en la cama, que si enciéndenos el mundo (su lámpara), que si mañana a dónde vamos a ir, que si esta tarde he visto un bicho... Y así. Con tal de hacer esperar al sueño. Y después de mil cuentos chinos, Mateo se lanza a la técnica más efectiva, el muy listillo: el chantaje emocional. Pone ojitos tristes, me coge del brazo y suelta con estilo depurado: