miércoles, 20 de agosto de 2008

Concurso de baba en Lozoya



Comprobado: cuando Mateo está con sus abuelos, Miguel y Rosa en este caso, nosotros desaparecemos. Como en un truco de Copperfield. Plas. Fuera de campo. Bueno, miento: de vez en cuando nos mira de reojo, certifica nuestro careto de ignorados y se parte, cruel e inocente a la vez.

Estas fotos son de una escapada de 3 días a una casa rural, El encanto del valle de Lozoya. Tres días de abuelitis a saco en los que aún no tenemos muy claro si la baba que inundaba la escena era del más pequeño o de los más mayores... El abuelo explicaba, el nieto imitaba...



La abuela hacía el tour feliz, el nieto seguía las huellas y tiraba de la mano hacia el agua siempre, hacia una hormiga (pinza entonces con el pulgar y el índice), hacia una hoja seca, hacia todo porque todo es un tesoro para él, tesoro breve, claro, apenas unos segundos entre los dedos...


...y muestra genio porque se siente en posesión de. Y rodeado y respaldado... ¿demasiado? Mmmhhh...


A veces, entre un desayuno de panes delicatessen (ver AQUÍ) 'made in my husband' (por cierto, traslado aquí una aclaración de Jiko al ver este enlace: "oye, Jika, di que este blog de panes está en inglés porque participo en foros internacionales al más alto nivel, que nadie piense que voy de puturrú de fuá"), mezcladicos con mantequilla o aceite de Sóller y jamón Ferrarini en lonchas casi transparentes, ay-que-se-me-hace-la-boca-agua, Mateo se ponía guerrero y bruto. Y en un ensayo sobre el intento de parecer enfadado, el abuelo le ponía límites... ¡ja, ja, ja! El límite se desdibujada al primer cabeceo tontuelo de Mateo...


Y, bueno, a pesar de desaparecer, o quizás por eso, a veces Mateo volvía a nosotros como diciendo '¡anda, pero si estábais aquí!'... Y entonces sonaba música de fondo y caían florecillas del cielo y todo era meloso y nos abrazábamos y... ¡hpuagh, qué-asco-mestoy-dando! Por cierto: ¡ni un comentario sobre mi gorro conehead o cago en tó!

A lo que iba: en esta piscinica de la casa rural, que nos convirtió en protas de una especie de remake de Cocoon, nos volcamos los 3 en estos pequeños reencuentros:



Y qué más... ¡ah, sí! Descubrimos que "si el señor de la carne falta" no se debería pedir nunca entrecot, a no ser que uno sea fan de las suelas de katiuska o de que una señora le hinque el diente pa'comprobar si está tierno; que si uno es el dueño del supermercado y también del bar del pueblo, y además los tiene en el mismo local, el lujo de poder comprar ketchup en horario de cantina es algo a valorar; que Mateo es capaz de defecar sobre cualquier superficie y cuando digo 'cualquier' puede incluir el regazo de la abuela; que la canasta en una noche fresquita es una pasada de relax, sobre todo cuando se derrota al adversario (jeje... ups, me callo, que os debemos aún un brunch); que el vecino puede estar tres días proclamando su rendición blanca sin que haya ninguna guerra; y que hay tendederos que no están preparados para las bragas de cuello vuelto. Entre otras cosas.

*Terminando de escribir esta entrada, Mateo se encarama a mi regazo buscando un hueco frente a la pantalla y, no exagero, se vuelve literalmente loco de contento al ver a sus abuelos en la pantalla. Lo dicho, no se quien babea más...

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