martes, 13 de mayo de 2008

Recluso feliz

Ésta es la felicidad del preso. Rodeado de las paredes blandas de su cuna de viaje que ahora se impone (como cárcel obligada) en nuestra casa-salón, y pescando juguetes duros que muerde con encías depredadoras, Mateo cree que el mundo es en ese momento pequeño, cuadrado, perfecto.

Piernucas a mano

Es lo que tienen esas tardes sin lluvia y con calor inesperado, que a Mateo se le llenan las manos de pies. Se los descubrió hace poco (creemos que las lorcicas le impedían alcanzar el objetivo...) y fue para él uno de esos descubrimientos absurdos y felices y llenos de dedos gordos. A ver cuándo se le empiezan a notar los tobillos, por ahora son bolas de leche condensada.

martes, 6 de mayo de 2008

Finding Camarón

Es un hecho: le pirra Camarón. Comenzó su padre a cantarle esta copla, seguí yo a tientas, y ahora la busca en el aire y la pide mirándonos, juntando, ay, las palmas de las manos. Y cuando por fin la oye, se arranca: da enseguida palmitas insonoras, porque los dedos se le juntan despacio, porque toda la atención la tiene puesta en quedarse a escuchar:

Como el agua clara...
que baja del monte...
asi quiero verte...
de día y de noche...
ay como el aguaaaa...
ay como el aguaaaa...
ay como el aguaaaa...

PD. Confirmado: el abuelo materno es ya, por méritos evidentes, el fotógrafo oficial de Mateo.

Un día madre

El domingo tuve entre los brazos, de azul y relleno, lo que hacía que ése fuese mi día (de madre y muy señora mía) y, colgando del hombro, mi regalo ad hoc, un bolso de hombre, que son los que me gustan (los bolsos). Jiko, el muuuuuy perro (¡aún te estoy viendo con esa carica bajando por las escaleras mecánicaaaaas, ains!), lo sabía (lo del bolso, again), aunque fue Jikito el que me hizo el regalo con sus propios euros de la paga quincenal. Por eso tiene esa cara en la foto, aguantándose las ganas de decirme al oído y-yo-que-me-lo-iba-a-gastar-todo-en-danoninos-cagoen.

PD. Acaba de pedirnos un adelanto. Dice que él sale perdiendo, que no hay "día del hijo". Qué tontín. Si son todos.

lunes, 5 de mayo de 2008

Gijón, todo nuevo

Nos lo dijo nuestro pediatra loco en la última visita: "¡No importa que coma arena, eh?!". Así que ahí le plantamos, en la playa de Poniente, como relleno (con sobredosis de jamón) de una croqueta de Beni (o de la yaya), a punto de pillar el empanado justo y crujiente. La sorpresa se le plantó entre medias de los dedos. No entendía. Se le perdían los granitos entre las yemas y probaba con el índice a tactar la humedad y el crocanti, cogiendo sin conseguir atrapar nada. No hubo quien le sacara de ahí...



Le sacamos, al final, y después de mil toallitas los huequitos entre dedos ya estaban sin arena-panrallado. Beni aparece seria, pero sólo ante la cámara: todo el paseo llevó los ojos pegados a los de Mateo, y unas ganas rasantes de darle uno, dos, cien muerdos a sus papos. A Mateo le sentaba bien el fondo del mar y a nosotros, de gris, nos sentó bien un aire distinto.

De Gijón se me clavan en la agenda los paseacos que nos llenan los días (por largos, por chulos). Y esta foto de abajo, que hizo Jiko en una de esas fructíferas venas de fotógrafo callejero que le dan ("¡cómo me gustan así, Jika, muy quemadas!"), me presta la que más, porque es luminosa y andamos todos en fila india y Mateo mira todo por primera vez. Todo se ve distinto, de pronto, con él en brazos, a través de sus ojos. Un semáforo es un juguete, las palomas son un parque de atracciones, una pared, un panel con sombras y personajes ocultos... ¿No mola verlo todo así, de nuevo?

Está guapo Luis aquí, cruzando. Es pasión lo que tiene Jikito con él. Es verle y volverse tarumba por llegar hasta sus brazos. Y es capaz de estar en ellos horas. Luis es uno de los mejores lugares para Mateo. Da gusto.

En lo míos se queda frito... Claro que el paseo duraba ya dos horas y con tanto que ver no había habido tiempo pa'dormir. Así que cayó rendido a pocos metros de llegar a casa. Mi sonrisa es de felicidad y de cosquillas: noto su respiración en el cuello y se me pone la carne de pollo y me muero de gusto...


Jiko hace retratos bonitos de nosotros tres. Extraños y bonitos. Jikos en paso de cebra, se llama este:

¿Que la bañera es algo común? Pues sí, pero para el resto. Nosotros, como hicimos la ducha de obra a ras de suelo, no hemos podido disfrutar de un baño con Mateo, así que en este viaje nos resarcimos: un día se metió Jiko con él y otro, yo. Quien haya disfrutado de un momento como este sabe de lo que hablo... El resto os lo podéis imaginar entre pelotas de espuma comestible.



Al vaciar la bañera, aparecieron entre la espuma quince granitos de arena.

Loquito perdío


Si hay cerca un dedo gordo, Mateo pierde el sentío. Si éste se mueve, se vuelve loco. Quiere agarrarlo, morderlo, ¿se come? Y si nota que una cámara apunta al momento de psicosis, entonces la mirada se le tensa y se transforma. Da miedo.

Menos mal que Jiko le sujetaba por el pañal.